SANTA IGLESIA CATEDRAL
Santiago de Querétaro, Qro. 25 de abril de 2016.
La mañana del domingo 24 de abril, en punto de la 9:00 hrs. nuestro pastor diocesano Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, acudió a la Santa Iglesia Catedral, y presidió la Sagrada Eucaristía al iniciar la V semana del tiempo Pascual.
Con la intención de ganar la indulgencia plenaria que con motivo del año de la Misericordia se ofrece, participaron de la celebración Eucarística, un grupo representativo de la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, ubicada en el pueblo de Maconí, Cadereyta, Qro. Además, estuvo presente la reliquia de primer grado, de San Junípero Serra, fraile franciscano canonizado el 23 de septiembre de 2015, nacido en Mallorca España en el año de 1713, quien llevara a cabo la evangelización de la sierra gorda Queretana.
Nuestro Señor Obispo, al explicar la palabra de Dios, ubicó el pasaje bíblico en un contexto conocido como discurso de despedida; pues, Jesús sabiendo que es inminente su muerte y que le queda poco tiempo para estar con sus discípulos, nos deja como distintivo el mandamiento del amor.
«En aquella última noche de encuentro e intimidad Jesús dejo dicho a sus discípulos que el mundo lograría conocerle como Hijo de Dios, si pudiera reconocerlos como discípulos suyos; que los hombres darían gloria a Dios si ellos pudieran distinguirse por el amor que se tienen. Estas últimas palabras de Jesús deberían ser para nosotros, como lo fueron para los primeros discípulos, fuente de consuelo, y, al mismo tiempo, motivo de crecer en la conciencia de responsabilidad».
El amor que Cristo no pide, deberá estar iluminado por el Evangelio, de lo contrario se quedará en una mera enseñanza costumbrista y carente de generosidad. «El Señor corrige y orienta aquel amor tradicional, ampliando el horizonte frente al corazón de sus discípulos: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que les aborrecen, oren por los que les persiguen y calumnian».
Finalmente Mons. Faustino invitó a tomar en cuenta que, el amor cristiano no esta basado en un mero sentimentalismo, sino que surgirá en la medida en la cual se aprenda a ver en cada prójimo a un hijo de Dios.
«Una pregunta recurrente es ¿Cómo lograr el ideal del amor, si mis prójimos no siempre dan una medida de bondad y simpatía que me motive a amarles? Es importante recordar que el amor cristiano no brota de sentimientos momentáneos. Nace de una convicción firme: cada prójimo es un hijo de Dios. Por tanto, es mi hermano. Es una invitación a querer amar hasta que el otro crezca y se perfeccione».