Santa Iglesia Catedral, Ciudad Episcopal, Santiago de Querétaro, 03 de diciembre de 2017.
En la Santa Iglesia Catedral, la mañana del domingo 03 de diciembre de 2017, Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, Obispo de la Diócesis de Querétaro, Presidió la Celebración Eucarística del I Domingo de Adviento, en la cual 28 jóvenes pertenecientes a la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, ubicada en Jardín Guerrero # 8, Col. Centro, fueron presentados por el Pbro. Fco. Fernando Gavidia Arteaga, Párroco de Santa Clara, para recibir el Sacramento de la Confirmación, mismos que fueron debidamente preparados y de acuerdo a su edad, para recibir el don del Espíritu Santo, concelebraron esta Santa Misa el Pbro. José Guadalupe Martínez Osornio, el Pbro. Víctor Rogelio García Sánchez, y algunos otros sacerdotes del Presbiterio Diocesano, Mons. Faustino, en su homilía les dijo:
(Mc 13, 33-37) ¡Permanezcan alerta!
Hoy iniciamos con toda la Iglesia el nuevo Año litúrgico: un nuevo camino de fe, para vivir juntos en las comunidades cristianas, pero también, como siempre, para recorrer dentro de la historia del mundo, a fin de abrirla al misterio de Dios, a la salvación que viene de su amor. El Año litúrgico comienza con el tiempo de Adviento: tiempo estupendo en el que se despierta en los corazones la espera del retorno de Cristo y la memoria de su primera venida, cuando se despojó de su gloria divina para asumir nuestra carne mortal.
La liturgia de este domingo nos presenta en la página del evangelio (Mc 13, 33-37), un trozo del último discurso de Jesús antes de su arresto, mediante el cual el Hijo de Dios, alerta a sus discípulos para no instalarse en la comodidad de la vida, de tal forma que absorbidos por los problemas cotidianos se distraigan y no se den cuenta del momento de la salvación.
Estar despiertos y en vela, deberán ser dos actitudes significativas en la vida de los creyentes. ¿Qué significa esto? Esto implica un justo desapego de los bienes terrenos, un sincero arrepentimiento de los propios errores, una caridad activa con el prójimo y, sobre todo, un abandono humilde y confiado en las manos de Dios, nuestro Padre tierno y misericordioso. San Juan Crisóstomo nos ayuda a entender esto: «En medio de la oscuridad no puedes distinguir al amigo del enemigo. No distinguimos de noche los metales preciosos de las meras piedras. Del mismo modo, el avaro y el licencioso no distinguen la verdad y el valor de la virtud. «Así como el que camina de noche va muerto de miedo, de igual modo los pecadores andan continuamente atormentados por el miedo de perder sus bienes y por el remordimiento de su conciencia. «Ea, pues, dejemos una vida tan penosa. Ya saben que después de tantas calamidades viene la muerte… Creen los pecadores ser ricos, y no lo son. Creen vivir entre delicias, y no gozan de ellas… Nosotros vivamos sobrios y vigilantes, como quiere Cristo. “Andemos decentemente y como de día” (Rom 13,13). Abramos las puertas para que aquella Luz nos ilumine con sus rayos y gocemos siempre de la benignidad de nuestro Señor Jesucristo» (Comentario al Evang., hom. 5).
Nosotros, en este Adviento, hemos de reaccionar en medio de tanto bullicio, distracción, ruidos y cosas banales, tratando de verlo todo a través de Cristo, que nos interpela y nos solicita a la responsabilidad y al amor. Así es como los cristianos nos preparamos a salir al encuentro del Salvador, y así preparamos esta nueva Navidad, para que nuestra vida esté totalmente inmersa en Cristo. Iluminados por el misterio de Cristo y llamados a su encuentro en la eternidad, volvemos a la convivencia en un mundo en el que los hombres, nuestros hermanos, viven las más de las veces inconscientes de la necesidad que tienen de Cristo. Es preciso, es urgente que seamos luz para ellos.
Pidámosle a Dios que as cosas pasajeras de la vida no nos distraigan de poder estar atentos para prepararnos y recibir al Señor que llega para salvarnos. Acojamos aquellas palabras de uno de los padres del desierto que decía: «Aplícate al silencio y no pienses cosas vanas. Acostado o levantado date a la meditación, con temor de Dios. Si esto haces no temerás el ataque de los enemigos».