Areópago San Juan Pablo II, Col. Carretas, Santiago de Querétaro, Qro., a 26 de agosto de 2016.
La Vicaria de Pastoral y La Comisión Diocesana de Pastoral Profética, convocaron al Encuentro Diocesano de Pastoral Litúrgica, que se llevó a cabo en nuestra Diócesis de Querétaro, el día 26 de Agosto de 2017, tuvo como sede, el Areópago Juan Pablo II, ubicado en Calle del Marqués 202. Esquina con Reloj, Colonia Carretas, Querétaro, Qro. El tema a reflexionar en este Encuentro fue: “Identidad, Proceso y Proyección de los Animadores Litúrgicos” dio Inicio a las 8:30 a.m.
Participaron los Agentes de Pastoral Litúrgica de cada una de las 116 Parroquias de los 12 Decanatos del territorio Diocesano. El Coordinador de Liturgia, Coordinador de coros, Coordinador de Monaguillos, Coordinador de MEC, Encargado de Capillas, Coordinador de Peregrinos, Coordinador de Construcción de Templos, Coordinador de Piedad Popular, Coordinador de Congresos Eucarísticos. Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, Presidió la Santa Misa, misma que fue concelebrada por el Presbiterio encargado de coordinar esta comisión Diocesana para la Pastoral Litúrgica con todas sus Dimensiones, y el Sr. Cura de la Parroquia del Perpetuo Socorro, Pbro. Guillermo Landeros. En su homilía, Mons. Faustino, expresó:
“Muy queridos agentes de la pastoral litúrgica, estimados hermanos y hermanas todos en el Señor:, con júbilo y alegría nos congregamos en torno al Altar del Señor, para celebrar nuestra fe, agradeciendo al Señor la oportunidad que nos ha dado de poder llevar a cabo este Encuentro Diocesano de Pastoral Litúrgica, en el cual hemos estado reflexionando sobre: “La identidad, proceso y proyección de los animadores litúrgicos”, de tal manera que desde esta pastoral, todos los agentes contribuyamos para consolidar nuestro proceso diocesano de evangelización, especialmente cuando nos damos cuenta que necesitamos dar el siguiente paso y poder así llegar a ser una “Iglesia de puertas abiertas y en salida misionera”.
La palabra de Dios que hemos escuchado en el evangelio de este día nos ofrece algunas pautas que nos ayudan entender con mayor claridad “La identidad, proceso y proyección de los animadores litúrgicos”. San Mateo (23, 1-12) nos presenta aquella escena en la cual Jesús dirigiéndose a las multitudes y a sus discípulos, tomando como referencia a los fariseos, les exhorta a considerar y purificar la rectitud de intención en su manera de obrar, de rezar y de servir en el templo, pues los fariseos se dirigen bajo otros criterios, bajo otra lógica que no corresponde a la suya. “Dicen una cosa y hacen otra”, “todo lo hacen para que los vea la gente”, “ensanchan las filacterias y las franjas del manto”, “les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y en los asientos de honor en las sinagogas”, “les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame maestros” (vv. 3-7). La intención de Jesús no es aplastar a personas determinadas o rebatir sus doctrinas, sino denunciar su hipocresía, es decir, la interpretación y la práctica aberrante de una enseñanza en sí justa, condenando su comportamiento orgulloso. A Jesús le interesa que sus discípulos se dejen llevar por la lógica del servicio, de la comunidad, no aquella del honor, de los títulos y de los privilegios.
Como agentes de la pastoral litúrgica, esta palabra nos interpela y nos conduce a considerar la manera en la cual nos novemos y los criterios bajo los cuales actuamos. En este sentido es muy conveniente que caigamos en la cuenta que el ‘servicio litúrgico’ del que somos parte, implica entender que la liturgia es la “cumbre y la fuente de la comunión y del itinerario de los discípulos misioneros” (DA, 153, 158), y por lo tanto, es una acción crucial en la que estamos llamados a sumergirnos y beber de ella y volver hacia ella, para nutrirnos y experimentar a Dios. Como animadores litúrgicos es fundamental que para todos nosotros quede claro que la liturgia, no es una acción ritual fría, vacía, monótona y repetitiva en la que participamos y hacemos ‘algo’ o nos ‘toca hacer lago’ en Misa; la liturgia, es el lugar admirable de encuentro con Jesucristo, por lo que debe acompañar todo el itinerario de la vida y la formación de los discípulos misioneros en la Iglesia, es la fuente y cumbre de toda la acción de la Iglesia. “La liturgia—como enseña el concilio Vaticano II—no es una acción privada, sino celebración de la Iglesia, que es «sacramento de unidad», es decir, pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección de los Obispos. Por ello, pertenece a todo el cuerpo de la Iglesia, influye en él y lo manifiesta; pero cada uno de los miembros de este cuerpo recibe un influjo diverso, según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual” (SC, 26). Las acciones litúrgicas, sobre todo los sacramentos, acompañan toda la vida cristiana, desde su nacimiento y el proceso de formación de los discípulos misioneros. Al igual que las primeras comunidades de cristianos, hoy nos reunimos asiduamente para escuchar la enseñanza de los apóstoles, vivir unidos y participar en la fracción del pan y en las oraciones (Hch 2, 42). Entenderla de otro modo, es no entender la lógica de Dios y entonces corremos el riesgo de caer en ciertos vicios o desviaciones farisaicas que nos impedirán vivir liturgia como lo que realmente es: la “acción mediante la cual Dios es glorificado y los hombres somos santificados”.
En este sentido y bajo esta concepción entonces la pastoral litúrgica, solo puede ser entendida en su justa dimensión y dar frutos, dentro de una pastoral orgánica, la cual, dice el Documento de Aparecida, es la respuesta consciente y eficaz para entender las exigencias del mundo de hoy (cf. n. 371). Los grandes desafíos para la pastoral litúrgica para la misión continental son los siguientes:
- Hacer de la liturgia un verdadero espacio de encuentro con Jesucristo en donde los fieles nacen a la vida cristiana, en donde encuentran su mejor alimento y desde donde son impulsados a su misión, sobre todo en la Eucaristía, el domingo, la reconciliación, la oración personal y comunitaria, la piedad popular (cf. DA, 251- 253).
- Hacer una clara y decidida opción por la formación de todos los miembros de la comunidad, cualquiera que sea la función que desarrollan en la Iglesia. Esta formación para que logre realmente penetrar las estructuras necesita: ofrecer a la comunidad, una modalidad operativa de iniciación cristiana que, además de marcar el qué, de también elementos para el quién, el cómo y el dónde se realiza. Fortalecer la unidad de los tres sacramentos de iniciación cristiana y profundizar en su rico contenido. Desarrollar en las comunidades un proceso de iniciación a la vida cristiana, que comience por el Kerigma, que lleve a la conversión y a la maduración de fe en la práctica de los sacramentos, el servicio y la misión. En este itinerario formativo la iniciación cristiana, tendrá un papel importante la ‘catequesis mistagógica’, se trata de una experiencia que introduce en una profunda y feliz celebración de los sacramentos con toda la riqueza de sus signos. De este modo la vida se va trasformando progresivamente por los santos misterios que se celebran, capacitando al creyente para trasformar el mundo. Esta catequesis implica el promover celebraciones dignas. Es importante que la catequesis no se limite a lo meramente doctrinal, sino que también cultive, entre otras cosas, el aprecio por la celebración litúrgica. Es fundamental asumir nuevas actitudes pastorales de parte de ustedes los agentes de pastoral de tal manera que se dé cada vez más y progresivamente la conversión pastoral: una pastoral litúrgica marcada por una plena fidelidad los nuevos ritos y libros litúrgicos (cf. DA 276-278c, 288).
Queridos agentes de la pastoral litúrgica, que lo reflexionado en este encuentro y que lo que la palabra de Dios nos ha dicho en su evangelio, sea para todos ustedes la motivación que les permita, continuar con pureza de intención ejerciendo su servicio en la pastoral, especialmente en la pastoral litúrgica. “Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido” (v. 12). Es nuestro deseo que quienes integran los equipos de animación litúrgica, de cara a la nueva evangelización, asuman un proceso bien definido de constante formación litúrgica en todos sus niveles, pero especialmente en el corazón. De tal manera que todos logren alcanzar estar en grado de ser adoradores en “espíritu y en verdad” (Jn 4, 14), y así participar en el “gran trabajo” de Cristo que nos dejó en su asunción: derramar el Espíritu Santo en el corazón de los hombres para atraerlos a él. Amén.”