Curso Introductorio de Querétaro, San Miguel Galindo, San Juan del Río, Qro., 18 de febrero de 2017.
El día 18 de Febrero de 2017, en las instalaciones del Seminario Curso Introductorio, ubicado en San Miguel Galindo, perteneciente a San Juan del Rio. Se llevó a cabo la solemne celebración Eucarística, presidida por Mons. Faustino Armendáriz Jiménez en la cual se recibieron la Sotana, la Cota y la Banda 18 jóvenes seminaristas del Curso Introductorio de Querétaro, Mons. Faustino, bendijo las vestiduras y los papás de cada uno de estos jóvenes fueron los encargados de revestirlos; Concelebraron la Eucaristía los padres formadores Pbro. Iván García Avendaño y el Pbro. José Miguel Castillo Vega; participaron de la Santa Misa, familiares y amigos de los seminaristas. En su homilía, Mons. Faustino expresó:
“Queridos padres formadores, queridos jóvenes seminaristas, estimados familiares, amigos y bienhechores, hermanos y hermanas todos en el Señor:
En el evangelio que acabamos de escuchar, san Juan (1, 35-39) nos narra uno de los episodios más bellos en todo su evangelio: “la llamada vocacional de los primeros dos discípulos”. Eran discípulos de Juan Bautista, y fue precisamente él quien los dirigió a Jesús, cuando, después del bautismo en el Jordán, lo señaló como “el Cordero de Dios” (Jn 1, 36) con la intención de dejarles en claro que él es el Mesías, a quien deben seguir. Ellos sin dudar, inmediatamente le siguen. Jesús voltea y al ver que le seguían pregunta: “¿Qué buscan?”. Los dos discípulos le contestaron: “Maestro, ¿dónde vives?”. Y Jesús les respondió: “Vengan y vean”. El texto sigue: “fueron, vieron donde vivía y se quedaron con él”. “Eran como las cuatro de la tarde”.
La escena es simple pero no llana: la secuencia no es lógica si no la situamos en el marco del discipulado o del aprendizaje. Representa un nuevo paradigma en la historia del disculpado. Jesús, aunque haya o existan personas que desean seguirle, él es quien les elige, llevándoles al compromiso serio de tomar conciencia sobre lo que quieren y buscan. No da una respuesta lógica ni mucho menos discursiva. Va más allá, hace una invitación a tener una experiencia cercana con él, de tal manera que se logre, sentir como él, pensar como él, tener los mismos intereses y las mismas pasiones que él. Así es Jesús, rompe esquemas pero sabe y está convencido de lo que quiere: “Formar un grupo de discípulos”, que colaboren con él en la predicación del Reino y en la obra de la salvación.
Queridos jóvenes seminaristas, estas palabras que acabamos de escuchar en este trozo del evangelio, hoy se cumplen en ustedes. Cada uno, ayudado por alguna persona, algún acontecimiento o alguna situación, un día también fue presentado ante el Señor Jesús como el “Cordero de Dios” y tras seguirle por curiosidad o con pleno convencimiento, distrajeron la atención del Maestro para mostrar su inquietud o interés de seguirle. Él, mirándoles fijamente a los ojos les ha preguntado: “¿Qué buscan?”. Cada quien desde su realidad ha querido hacer suya la respuesta: “Maestro: ¿dónde vives?” y Jesús les ha respondido: “Vengan y vean”. Esto es el Seminario, la experiencia de venir y ver; la valentía de abandonar la vida que se llevaba y atreverse a contemplar el ambiente y el entorno donde Jesús vive. Jesús no les ofrece una respuesta racional y estructurada. Desea y necesita que cada uno experimente su cercanía; contemple su ser y su realidad como Mesías. Aprenda y asimile su manera de comprender al hombre; experimente su manera de sentir y se dé cuenta de su manera de pensar. El Seminario es el momento, para que cada seminarista, vea con sus propios ojos al Mesías, de tal manera que cuando salga a la misión, diga y comunique lo que ha visto y oído. Por eso esta etapa propedéutica, debe ser una especie de “catecumenado” que les permita a todos tomar conciencia de su realidad como cristianos, introduciéndose en la vida espiritual, la vida comunitaria, la vida sacramental, pero sobretodo, la vida de contemplación a partir de la Palabra de Dios, el silencio, la oración y la Eucaristía. De tal manera que de aquí en adelante sean capaces de poner “fecha” y “hora” a su experiencia. Y evitemos caer en el riego, de hacer un disculpado fundado en una idea sobre Jesús, su doctrina y su misión.
Jóvenes, conozcan a Jesús, déjense interpelar por su palabra, por su enseñanza; conozcan y reflexionen sobre el proyecto que desea seguir presentado a los hombres y mujeres de este tiempo con el fin de salvarles. Al grado de poder llegar a decir: “amo como Jesús ama”; “pienso como Jesús piensa”; “siento como Jesús siente”; “anhelo y deseo lo que Jesús anhela y desea”. Déjense ayudar por el proceso formativo, de tal manera que poco a poco vayan configurando su vida según la vida del Maestro. Los discípulos no eran hombres perfectos, cada uno tenía su forma de ser, una historia, su realidad. Había pescadores, cobradores de impuestos, hombres de Estado, más aún gente humilde y pecadora. Sin embargo, se dejaron interpelar por la vida y la enseñanza del Maestro. Supieron poner sus limitaciones en las manos de Dios y no dudaron en responder con fidelidad. “La formación sacerdotal es un camino de transformación que renueva el corazón y la mente de la persona para que pueda discernir cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que agrada lo perfecto. (Rm 12, 2). El gradual crecimiento interior en el proceso formativo debe tender principalmente a hacer del futuro presbítero el “hombre del discernimiento” capaz de interpretar la realidad de la vida humana a la luz del Espíritu y así acoger, decidir y actuar conforme a la voluntad divina. (cf. Ratio fundametalis institutionis sacerdotalis, n. 43)
Hoy ustedes recibirán un signo muy hermoso: la sotana negra, la cota blanca y la banda azul. Que busca ser una herramienta que les ayude y les permita vivir su compromiso con el Señor como discípulos suyos. De tal manera que al vestirla cada día, recuerden lo que son y lo que pretenden.
- La sotana negra: quiere ser el signo claro y visible de su deseo por la perfección y la disposición para vivir cada día más alejados de las realidades del mundo. Es un signo de su situación humana con todas sus limitaciones. Un signo de que como dice San Pablo, “llevamos este tesoro en vasijas de barro” (2 Cor 4, 7). Con la sotana cubrimos la persona que muere al pecado. La mundanidad es una tentación que se filtra poco a poco y ante la cual debemos estar atentos.
- La cota blanca: es el signo de la disposición para celebrar con Cristo y en la comunidad los misterios divinos. Es una vestidura propiamente litúrgica. Significa la gracia de Cristo que fortalece y sostiene al discípulo en su seguimiento. Al grado de poder llegar a decir algún día: “tu gracia me basta” (2 Cor 12, 9). Ustedes han venido al seminario no para ser buenos filósofos o buenos teólogos, que es importante que lo sean; ustedes han venido al Seminario para ser “Mistagogos”, es decir, hombres expertos en las cosas de Dios que un día sepan conducir a los hombres y mujeres por las sendas de la gracia.
- La banda azul: significa la gracia y el abandono a la protección maternal de la Santísima Virgen María. Ella, como Madre del gran sacerdote Jesucristo, sabrá moldear su corazón y hacerlo como el de su Hijo. Déjense acompañar por ella. Conságrense a Ella todos los días. Conozcan a María. No dejen de rezar el santo rosario todos los días.
Queridos jóvenes, les pido que lleven este signo con dignidad. Que lo respeten, lo cuiden y lo valoren. Al confiarles hoy este signo distintivo no queremos “clericalizarlos” o hacer de ustedes “pequeños padrecitos”. El Seminario quiere que sea una herramienta formativa que los comprometa y los anime a vivir entregados, con alegría y con generosidad, a su formación. Si Dios quiere y ustedes también así lo desean, este será el signo que los distinga, no sólo como seminaristas, sino también como sacerdotes. ¡Es muy triste que a muchos, incluso en el seminario, no les gusta usar la sotana, ni mucho menos el traje clerical! En sus ojos y en su cara, veo hoy con cuánto amor y con cuánto anhelo han esperado este momento. Ojalá que sea un gusto y un anhelo que les dure toda la vida.
Pidámosle a Dios que les conceda los deseos de su corazón y que cada uno de ustedes realmente logre durante este tiempo del Seminario, tener una experiencia rica de encuentro personal con Jesús. Pidámosles a Dios que cada uno de estos jóvenes logre abrir los ojos del alma para que contemple a Cristo, que les llama y les invita a ser sus discípulo.
Que la Santísima Virgen María, la mujer del “Sí”, sea siempre su modelo en su respuesta al Señor y que motivados por la mirada de Cristo, no duden en querer responder a la invitación del Maestro “venir y ver para estar con él y después ser enviados a predicar”. Amén.”
Al final se tomaron la foto del recuerdo con Mons. Faustino, y posteriormente se realizó una convivencia fraterna con sus familiares.