HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON MOTIVO DEL XXV ANIVERSARIO DE LA ORDENACÍON SACERDOTAL DE MONS. JOSÉ MARTÍN LARA BECERRIL, VICARIO GENERAL DE LA DIÓCESIS DE QUERÉTARO
Capilla de Teología del Seminario Conciliar de Querétaro, Av. Hércules, 2016 Pte., Hércules, Qro., Qro., a 28 de julio de 2016.
Año de la Misericordia
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Estimado(s) señor(es) obispo(s),
queridos hermanos sacerdotes,
estimados miembros de la vida consagrada,
queridos laicos,
hermanos y hermanas todos en el Señor:
1. “Cantemos al Señor y bendigamos su nombre, proclamemos día tras día su misericordia” Sal 95, 5 (cf. Antífona del aleluya). Haciendo nuestras estas palabras de la antífona del aleluya que hemos cantado hace un momento, queremos celebrar esta acción de gracias bendiciendo a Dios por el gran don de su misericordia que hemos podido experimentar a través del ejercicio del ministerio confiado en las débiles manos de Mons. José Martín Lara Becerril a lo largo de estos 25 años.
2. Celebrar el sacerdocio es reconocer que Dios ha sido fiel a su promesa de salvación, y que su Hijo Jesucristo, continúa llevando a cabo la obra redentora en medio de los hombres. Celebrar el sacerdocio es darnos cuenta que la salvación es una realidad que está al alcance de nuestra vida, de nuestra realidad y de nuestra historia y que pasa por mediación de las manos sacerdotales. Celebrar el sacerdocio es renovar el don que se ha recibido, volviendo a descubrir la necesidad de estar a los pies del Maestro, para después continuar anunciando y predicando a todos que el Señor está vivo.
3. ¿Quién de nosotros no se ha visto beneficiado por la misericordia de Dios a través de su caridad pastoral de un sacerdote? Desde el inicio de nuestra vida, ahí ha estado presente alguno para sumergirnos en las aguas del Bautismo e iniciarnos en la vida de la Gracia; animarnos y fortalecernos con la fuerza del Espíritu Santo en la Confirmación; alimentarnos con el pan vivo de la Eucaristía; perdonar nuestros pecados en al Reconciliación; ungirnos en la enfermedad con la Unción de los Enfermos; bendecir a nuestros padres en el matrimonio y más aún, instruirnos en los caminos de Dios, haciendo de cada uno de nosotros un discípulo misionero del Señor.
4. En esta feliz circunstancia la palabra de Dios que hemos escuchado nos ofrece dos grandes líneas de reflexión: memoria y profecía. ¿Qué significa cada una de ellas?
5. En primer lugar decimos que es Memoria porque nos permite reconocer que Dios nos ha llamado desde antes de formarnos en el seno materno. Dios nos ha llamado a la existencia, a la santidad. Y esta elección es anterior incluso a la creación del mundo. Desde siempre estamos en su plan, en su pensamiento. Con el profeta Jeremías podemos afirmar también nosotros que antes de formarnos en el seno de nuestra madre él ya nos conocía (cf. Jr 1, 5); y conociéndonos nos amó. La vocación a la santidad, es decir, a la comunión con Dios pertenece al plan eterno de este Dios, un plan que se extiende en la historia y comprende a todos los hombres y las mujeres del mundo, porque es una llamada universal. Dios no
excluye a nadie; su proyecto es sólo de amor. San Juan Crisóstomo afirma: «Dios mismo nos ha hecho santos, pero nosotros estamos llamados a permanecer santos. Santo es aquel que vive en la fe» (Homilías sobre la Carta a los Efesios, I, 1, 4). Especialmente Usted Monseñor, a lo largo de estos 25 años ha visto como el Señor es un Dios que nos ama, que se entrega sin reserva con un amor puro, con un amor sincero; llamándonos a cada uno desde el seno de nuestra madre a la santidad. Usted lo ha podido constatar en los diferentes ministerios que ha desempeñado en la diócesis: primero como Vivario Parroquial en la Parroquia de la Purísima Concepción en Hércules, después de su regreso de Roma donde cursó los estudios de Sagrada Escritura, en el Pontificio Instituto Bíblico, tuvo la oportunidad de colaborar muy de cerca en la formación de los futuros sacerdotes en varios de los diferentes servicios que la formación requiere, especialmente en la etapa del seminario mayor, como maestro y como formador en filosofía y en teología, hasta que asumió la rectoría del Seminario en 2001, donde su única preocupación fue formar sacerdotes “según el corazón de Cristo” que respondieran a los desafíos de la nueva evangelización con virtud y con pasión. De Julio de 2012 cuando le nombré Vicario General de la Diócesis y Rector del Templo de Santa Rosa de Viterbo, hasta nuestros días, yo mismo he podido constatar que su entrega y generosidad pastoral son sinceras y por amor al Reino.
Padre Martín, guarde en su corazón de padre y pastor todas las experiencias vividas para que con su testimonio y ejemplo, haga cada vez más creíble el evangelio. Que la memoria de estos 25 años sea un baluarte para la nueva evangelización y la propagación del Reino.
6. El segundo aspecto que la palabra de Dios nos ofrece para reflexionar decíamos que es esta palabra es profecía, porque nos ayuda a retomar las fuerzas para continuar con nuestra tarea evangelizadora, cuando parece que el cansancio nos vence y la desesperanza sale a nuestro encuentro. El Señor sube a nuestra barca para decirnos: “Lleven la barca mar adentro y echen sus redes para pescar” (Lc 5, 4). Especialmente en una cultura y en una sociedad, donde Dios parece ser que ha pasado a un segundo término. De estas palabras debemos sacar un renovado impulso en el ejercicio del ministerio sacerdotal, haciendo que sean, además, la fuerza inspiradora de nuestro camino sacerdotal.
Padre Martín en este día tan especial, el Señor Jesús se dirige a Usted con estas mismas palabras “Rema mar adentro”, allí donde hace falta que se conozca el nombre de Dios; allí donde hace falta que se bendiga el nombre de Dios; allí donde hace falta que se proclame el nombre de Dios. El Papa Francisco nos lo ha dicho: “Es necesario llegar allí donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas, alcanzar con la Palabra de Jesús los núcleos más profundos del alma de las ciudades. No hay que olvidar que la ciudad es un ámbito multicultural. En las grandes urbes puede observarse un entramado en el que grupos de personas comparten las mismas formas de soñar la vida y similares imaginarios y se constituyen en nuevos sectores humanos, en territorios culturales, en ciudades invisibles” (EG, 74). La proclamación del Evangelio será una base para restaurar la dignidad de la vida humana en esos contextos, porque Jesús quiere derramar en las ciudades vida en abundancia (cf. Jn 10,10). El sentido unitario y completo de la vida humana que propone el Evangelio es el mejor remedio para los males urbanos, aunque debamos advertir que un programa y un estilo uniforme e inflexible de evangelización no son aptos para esta realidad. Pero vivir a fondo lo humano e introducirse en el corazón de los desafíos como fermento
testimonial, en cualquier cultura, en cualquier ciudad, mejora al cristiano y fecunda la ciudad.
En este contexto es donde Usted está llamado a responder como Simón Pedro: “Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra echaré las redes” (Lc 5, 5). Sin duda que las tormentas ante las cuales constantemente la barca de la Iglesia se ve sumergida, son guiadas por el timonero que es Cristo quien sabe a dónde llevar a su Iglesia. ¡No temas en seguir dando tu vida y seguir siendo pescador de hombres con alegría con entusiasmo pero sobretodo con fidelidad!
7. Gracias Mons. Lara por la amable invitación que me ha hecho, para unirme a su acción de gracias por el extraordinario don que la providencia de Dios le ha permitido vivir durante estos 25 años de servicio ministerial y de entrega pastoral. Sin duda que Dios, sabe y reconoce lo que Usted guarda en su corazón sacerdotal. Gracias por su entrega y cercanía en el gobierno pastoral de esta diócesis, reconozco que su amor y su fidelidad son para mí un apoyo seguro que me permite llevar la barca de la Iglesia mar adentro y pescar así, toda clase de hombres y mujeres para llevarlos a la barca donde Cristo vive y reina por los siglos de los siglos.
8. Muchas felicidades, que el Señor le siga fortaleciendo para seguir siendo presencia viva de su amor entre los hombres. Nos unimos para pedir al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, que siempre le acompañe con su gracia y su fuerza. Le pedimos para usted, cuanto San Agustín deseaba para sí mismo, diciendo: “Que el Señor me conceda, con la ayuda de vuestras oraciones, ser y perseverar, siendo hasta el final lo que queréis que sea todos los que me queréis bien y lo que quiere que sea quien me llamó y mandó; ayúdeme Él a cumplir lo que me mandó” (San Agustín, Obras Completas, Vol. XXVI, Sermón 340 A, n.9).
9. Que la Santísima Virgen María de Guadalupe, a la que tantas veces has acudido, siga siendo para ti, un refugio seguro donde reposar tu vida, tu ministerio y todas tus esperanzas Amén.
+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro