Ante la reforma energética pareciera como si no fuera de interés nacional, porque existe un ambiente social de cierto silencio al respecto y sobre todo de incertidumbre, eso pudiera parecer, pero no obstante, existe una seria preocupación en amplios sectores de la sociedad, como es entre los campesinos e indígenas acerca de los supuestos beneficios que traerá la reforma energética, que tanto se ha publicitado y asegurado que será uno de los motores para el crecimiento económico y desarrollo del país que propiciará una mejor calidad de vida y de bienestar para todos.
La principal preocupación de los campesinos e indígenas tienen que ver con las medidas que se van a emprender para la exploración de posibles yacimientos petrolíferos, que podrían afectar los territorios, que para la cosmovisión para quienes su existencia está vinculada con la tierra, el espacio territorial es más que un simple medio de subsistencia, de estar y de obtener sus recursos para el sustento. Aspecto importante que seguramente se ha considerado o hay que replantearse, para respetar y valorar la sensibilidad cultural de nuestros pueblos, en este caso muy específico de los pueblos indígenas.
Porque el despojo de la tierra es un atentado al derecho de existir, a las formas de pensar y trabajar diferente, a las maneras de convivir y de alimentarse, cuyos lazos sociales se han venido tejiendo desde siglos y cuya territorialidad es el ámbito básico e indispensable desde donde se hace la vida comunitaria, porque la vida de todos los pueblos, sobre todo, entre los pueblos indígenas, el sentido de la vida comunitaria no se da en el aire, se da en un espacio concreto que ofrece seguridad y un futuro prometedor, para quienes la habitan, porque ésta forma parte de su existencia.
Las expectativas de mejoras y mayores beneficios prometidos para toda la población del país con las reformas están por verse, se sigue esperando como se ha hecho siempre, con el “a ver si ahora sí”. Pero las conciencias más críticas y no tanto, tienen sus dudas y hay quienes francamente han perdido la credibilidad en las instituciones gubernamentales, cuya función es y debería ser conducir los destinos del país al progreso y al bienestar común.
El episcopado mexicano se expresó a la opinión pública y dio a conocer sus puntos de vista acerca de las reformas, al igual que lo han hechos algunas organizaciones sociales y la constante es precisamente de incertidumbre y también de expectativas, “POR MEXICO ¡ACTUEMOS!” mensaje del episcopado, hacen suyas las inquietudes de su pueblo y se preguntan “de qué manera serán benéficas sobre todo para quienes han estado permanentemente desfavorecidos, o si serán una nueva oportunidad para aquellos acostumbrados a depredar los bienes del país”.
Ante estas interrogantes, la respuesta no se hizo esperar, confirmando las oportunidades para el pueblo en un lapso de tiempo no inmediato. Pero a pesar de los canales de información oficiales que insistentemente respaldan y son voceros del proyecto reformista, sigue el sentimiento en gran parte de la población de una duda sistemática, porque las condiciones de vida cada vez más se deterioran, sobre todo, para los más pobres, vulnerables y desprotegidos.
Los fieles seguidores de Jesús, queremos infundir un espíritu optimista y esperanzador, pero siempre desde la verdad, el amor y el bien que es lo que nos hará dichosos, emprendedores y fieles administradores de los bienes de la tierra.
Como Iglesia tenemos mucho que ofrecer en nuestra misión evangelizadora, que desde la fe y al amor tenemos que estar cerca de nuestro pueblo, conocer y hacer nuestros sus problemas, necesidades y anhelos, ya que formamos parte de él y su suerte es también la nuestra.
Por lo tanto, juntamente con nuestros pueblos y con los sectores más vulnerables, como los campesinos e indígenas, debemos estar atentos y dispuestos al diálogo, a la reflexión y a la denuncia en aquello que atente contra la vida de nuestra gente y desde luego asumir compromisos concretos con el objetivo de aportar aquello que sea un verdadero servicio esperanzador para una vida más plena y justa para todos.
Como Iglesia no somos indiferentes a la problemática nacional, pero las exigencias siguen siendo cada vez mayores, desafíos de los que no debemos renunciar. Que Dios los bendiga.
Pbro. Gabino Tepetate Hernández Publicado en el periódico «Diócesis de Querétaro» del 21 de septiembre de 2014