Templo y Convento de la Santa Cruz de los Milagros, Qro., 14 de septiembre de 2021.
Mons. Fidencio López Plaza Obispo de la Diócesis de Querétaro, presidió la Santa Misa en la Fiesta de la Exaltación de la Santa cruz, el día 14 de septiembre de 2021.
Misma que se llevó a cabo en Templo de la Santa Cruz de los Milagros, Qro. y concelebrada por los padres Franciscanos quienes custodian este convento.
En el momento de la Homilía, Mons. Fidencio les compartió diciendo:
“Saludos de manera especial a todos los concheros qué año con año nos enseñan, que Jesús suda en la calle y que Dios también sabe danzar. La paz esté con ustedes.
En el contexto de la fiesta de la Santa Cruz, en el contexto de las fiestas de Independencia y después de haber escuchado este hermoso Evangelio estamos en condiciones de escuchar el grito de Jesús y la pasión del pueblo, espantado y agobiado ya no solo por la inseguridad de la violencia, sino también por el llamado tercer brote de covid-19.
Desde la cruz, escuchamos el grito de Jesús que se ha actualizado en nuestros hermanos enfermos, “Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has abandonado?” y desde las casas, desde los hospitales y las calles de nuestras ciudades y de nuestros pueblos, además de seguir escuchando el grito.
Miramos también que ha crecido el miedo, el sufrimiento y las listas de nuestros enfermos y de nuestros difuntos; para los difuntos pedimos a Dios del descanso eterno y para sus familiares y para los enfermos esperanza y consuelo.
Ante estos escenarios nos preguntamos ¿Qué significa celebrar aquí y ahora la fiesta de la Santa Cruz? ante estos escenarios nos preguntamos ¿Qué tiene que ver la muerte y resurrección de Jesús, con la pasión que está viviendo nuestro pueblo? Ciertamente vivimos un tiempo en el que hay más preguntas que respuestas, pero si eso mismo le preguntamos a Dios seguramente nos dirá ahí tienen a mi hijo escúchenlo.
Y si luego le preguntamos a Jesús, Él siempre nos dirá como a Nicodemo “tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su hijo único para que no perezca, sino que tenga vida eterna, porque Dios no, mandó a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que este se salvará por él” por eso hermanas y hermanos, por eso las pandemias de ayer, de hoy y de siempre, ante ellas Jesús más que con indicativos, tiene imperativos ¡vayan y evangelicen, vayan a llevar a todos la buena noticia, vayan y curen, denles ustedes de comer, misericordiosos como su padre es misericordioso con ustedes!
Así hermanas y hermanos, así la Santa Cruz se convierte en la palabra más luminosa y desde ella Jesús nos enseñó, que no pueden nacer ni el hombre, ni la mujer nueva, sin pasar antes por el dolor del parto, que la pasión es el camino de la resurrección, que el amor hasta el extremo es el que salva y qué es Él, quien da vida y vida en abundancia.
Es impresionante lo que está ocurriendo, en el mundo causado por el cambio de época y acelerado por la pandemia; considero que al cambio cultural que está ocurriendo se aúnan ideas, signos y sentimientos, de los que Dios nos está invitando a discernir e interpretar el significado que hay más allá del cubrebocas, el significado que hay más allá de las manos limpias, el significado que hay más allá de la sana distancia y de las relaciones con nosotros mismos, con la naturaleza y con Dios.
Estoy seguro de que, con esta clave de lectura podremos encontrar respuesta a muchas preguntas, que por esta conmoción social nos estamos haciendo, podemos reubicar mejor los valores que hemos desordenado y recuperar el auténtico sentido de la vida, para el que fuimos perfectamente ideados.
Finalmente, hermanas y hermanos descubrir la grandeza de la cruz, no es encontrar un no sé qué misterioso o virtud en el dolor, es más bien saber percibir la fuerza liberadora que se encierra en el amor, cuando es vivido con toda su profundidad.
Quizá hemos de recordarlo y más que nunca en medio de tanto dolor y de tanta muerte, “no es la muerte, la que tiene la última palabra”, sino el esfuerzo paciente de los qué día a día luchan por la convivencia fraterna y solidaria, sin embargo, una esperanza debe alentar nuestros corazones, una vida crucificada vivida con el amor, fraternidad y solidaridad a la manera de Jesús.
Solo la espera de la resurrección, a una vida crucificada, solo le espera la resurrección. Que nuestro querido padre señor San José y nuestra querida madre en su advocación de El Pueblito, nos custodien y nos acompañan, que Dios así nos lo conceda. Que así sea. Concluyó.
Al terminar, los Frailes y feligreses agradecieron la presencia de Mons. Fidencio, por presidir la acción de gracias y que los hace vivir la fraternidad, brindándole un fuerte aplauso.