Homilía en la celebración eucarística con motivo de la peregrinación de los presbíteros de la Provincia Eclesiástica del Bajío a la Basílica de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano para clausurar el Año de la Fe.
Basílica de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano, Jueves 21 de Noviembre de 2013.
Annus fidei – Año de la Pastoral Litúrgica – Año Jubilar Diocesano
Apreciados hermanos en el episcopado,
queridos hermanos presbíteros y diáconos,
hermanos y hermanas todos en el Señor:
1. Con el gozo de creer en Cristo Jesús les saludo a todos ustedes y les doy la más cordial bienvenida en esta Basílica de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano. Me alegra que hayan acogido con gusto esta invitación que los obispos de esta región les hemos hecho para congregarnos este día y agradecer a Dios juntos como presbiterio, los frutos espirituales y las gracias, que a lo largo de este año de la fe, hemos podido recibir de manera personal y comunitaria.
2. La fiesta litúrgica que celebramos hoy de la Presentación de la Virgen María al Templo, nos permite contemplar uno de los pasajes que la tradición apócrifa conserva en el protoevangelio de Santiago. Según este documento la Virgen María fue llevada al templo a la edad de tres años por sus padres San Joaquín y Santa Ana, con la finalidad de consagrarla a Dios y de que fuese instruida cuidadosamente en la fe y sobre los deberes para con Dios. Lo que garantizó en ella el tesoro de la fe, el cual más tarde le permitió, al escuchar la voz de Dios, aceptar con humildad el proyecto de salvación para la humanidad, haciendo de ella la bendita entre las mujeres; no por sus cualidades, sino por la aceptación en la fe de este proyecto de salvación. Nos narra el texto que el sacerdote la recibió y después de haberla besado, la bendijo exclamando: “El Señor ha engrandecido tu nombre por todas las generaciones, pues al fin de los tiempos manifestará en ti su redención a los hijos de Israel”. Hoy, cada uno de nosotros podemos ver cumplida esta profecía al contemplar a María, la llena de gracia y proclamarla: ¡bendita entre las mujeres! Sin embargo, quisiera que esta tarde nos fijásemos y reflexionemos en la fe de María, y que como en los finales de las grandes obras musicales, admiremos el final del año de la fe a través de ella, de manera que en nuestra vida sacerdotal, sea ella el “Ícono y el Modelo de nuestra fe”, que nos oriente siempre hacia Cristo, fundamento de nuestra fe y de nuestro sacerdocio.
3. Escuchamos en la lectura del evangelio de esta mañana (Lc 1, 26-38), una de las páginas más más hermosas y paradigmáticas del Nuevo Testamento donde se nos narra el mensaje con el que Dios cambia el rumbo de la historia, pues en el anuncio de la encarnación de su Hijo, la humanidad se alegra y se goza, porque ha llegado su liberación y el cumplimiento de las promesas hechas a los profetas en Israel. El reato de la Anunciación a María (Lc 1, 26-38) es una invitación a despertar en nosotros la actitud de la alegría, que hemos de cuidar para vivir nuestra fe como sacerdotes, de manera gozosa y confiada.
4. Quisiera invitarles a que nos fijemos en las palabras que el ángel Gabriel le dirige a María. Le dice: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28). A primera vista parece un saludo normal, usual en el ámbito griego. Sin embargo, es un saludo cargado de la fuerza y de la sencillez del anuncio del evangelio. Es la primera palabra de Dios a toda criatura. El saludo del ángel a María es, por lo tanto, una invitación a la alegría, a una alegría profunda, que anuncia el final de la tristeza que existe en el mundo ante el límite de la vida, el sufrimiento, la muerte, la maldad, la oscuridad del mal que parece ofuscar la luz de la bondad divina. Es un saludo que marca el inicio del Evangelio, de la Buena Nueva. En estos tiempos que a nosotros nos parecen de incertidumbre y oscuridad, muchas veces con un cúmulo de problemas y dificultades en la vida sacerdotal, lo primero que se nos pide es no perder la alegría. Sin la alegría, la vida sacerdotal se vuelve difícil y dura.
5. Pero, ¿por qué se invita a María a alegrarse de este modo? La respuesta se encuentra en la segunda parte del saludo: «El Señor está contigo». En el diálogo entre el ángel y María se realiza exactamente una de las promesas mesiánicas: María se identifica con el pueblo al que Dios tomó como esposa, es realmente la Hija de Sión en persona; en ella se cumple la espera de la venida definitiva de Dios, en ella establece su morada el Dios viviente. Por eso la alegría a la que se invita a María no es un optimismo forzado ni un autoengaño fácil, es la alegría interior que nace en quien se enfrenta a la vida con la convicción de que no está sólo, que dios está con él.
6. El Ángel le dice a María: “No temas” (Lc 1, 30), porque quería preparar su corazón, despertar la alegría, desterrar los miedos, y darle la seguridad de que Dios estaba cerca, dispuesto a transformar su vida y su historia y, con ella, la de la humanidad. Queridos hermanos sacerdotes y obispos, nosotros no estamos solos en esta tarea, Dios está con nosotros, cuando nos llamó nos confirmó su cercana presencia “No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de mi justicia” (Is 41, 10). Son muchos los miedos que pueden despertarse en nosotros. Miedo al futuro, miedo a salir de nosotros mismos, miedo a responder con parresia a los desafíos de la vida, la familia, la pobreza y la violencia. Miedo a dialogar con las jóvenes generaciones. Nos da miedo sufrir, el sentirnos solos, no ser amados. Pero hemos de tener la certeza que el Señor está con nosotros. Necesitamos poner nuestra confianza y en nuestra seguridad en Dios. Necesitamos llenarnos de la gracia, no sólo para ser dispensadores de ella, sino para ser los primeros en aprovecharla. La alegría proviene de la gracia; es decir, proviene de la comunión con Dios, del tener una conexión vital con Él, del ser morada del Espíritu Santo, totalmente plasmada por la acción de Dios. María es la criatura que de modo único ha abierto de par en par la puerta a su Creador, se puso en sus manos, sin límites. Ella vive totalmente de la y en relación con el Señor; está en actitud de escucha, atenta a captar los signos de Dios en el camino de su pueblo; está inserta en una historia de fe y de esperanza en las promesas de Dios, que constituye el tejido de su existencia. Y se somete libremente a la palabra recibida, a la voluntad divina en la obediencia de la fe.
7. La alegría es imposible cuando vivimos llenos de miedos que nos amenazan desde dentro y desde fuera. Se nos ha olvidado que cuidar nuestra vida interior es más importante que todo lo que viene desde fuera. Si vivimos vacíos por dentro, somos vulnerables a todo. Se va diluyendo nuestra confianza en Dios y no sabemos cómo defendernos de los que nos hace daño. Sin embargo, en preciso que no olvidemos que la alegría no es fácil. A nadie se le puede forzar a que esté alegre; no se le puede imponer la alegría desde fuera. El verdadero gozo ha de nacer desde lo más hondo de nosotros mismos. De lo contrario sería risa exterior, carcajada vacía, euforia pasajero, pero la alegría quedará fuera, a la puerta de nuestro corazón. Sólo se puede ser alegre en comunión con los que sufren y en solidaridad con los que lloran. Sólo tiene derecho a la alegría quien lucha por hacerla posible entre los humillado. Solamente es feliz el hombre de fe.
8. Queridos hermanos, el año de la fe que estamos por concluir tiene que impulsarnos a colaborar en ser promotores de una cultura de la alegría; este será nuestro mejor fruto, el mejor signo de nuestra fe, y de nuestro compromiso con Jesucristo. Necesitamos llevar la alegría de Jesucristo hasta los lugares donde muchos de nuestros hermanos están tristes, porque viven abrumados por el peso de la economía, de la familia, del trabajo, de la insatisfacción de la vida, entre otras cosas. Nuestra presencia dice mucho cuando llevamos a Jesucristo y no a nosotros mismos. No la opaquemos con nuestros pesimismos absurdos. El papa Francisco lo ha dicho de esta manera: “No tengan miedo de salir e ir al encuentro de estas personas, de estas situaciones. No se dejen bloquear por los prejuicios, las costumbres, rigideces mentales o pastorales, por el famoso “no se puede, no hay gente”. Se puede ir a las periferias sólo si se lleva la Palabra de Dios en el corazón y si se camina con la Iglesia. De otro modo, nos llevamos a nosotros mismos, no la Palabra de Dios, y esto no es bueno, no sirve a nadie. No somos nosotros quienes salvamos el mundo: es precisamente el Señor quien lo salva” (cf. Discurso en el encuentro con el clero, la vida consagrada y miembros de consejos pastorales, 4 de octubre de 2013).
9. Finalmente, quiero confiar a Nuestra Señora de los Dolores de Soriano, la semilla de la fe que cada uno de nosotros hemos recibido y cultivado a lo largo de nuestra vida y de manera especial durante este año. De manera que sea ella nuestra intercesora ante su Hijo Jesucristo. “Tú, Madre del «sí», que has escuchado a Jesús, háblanos de él, nárranos tu camino para seguirlo por la vía de la fe, ayúdanos a anunciarlo para que cada hombre pueda acogerlo y llegar a ser morada de Dios”. Amén.
† Faustino Armendáriz Jiménez Obispo de Querétaro