Queridas hermanas consagradas,
Hermanos y hermanos todos en el Señor:
1. La feliz ocasión de encontrarnos reunidos en esta tarde para celebrar la Eucaristía, en acción de gracias por los XXV años de presencia en México de las Hermanas Carmelitas de San José, me permite poder saludarles y animarles a seguir consagrando su vida a Dios, mediante el carisma específico y particular de su Congregación. Les saludo a todos ustedes en el Señor Jesús, con la certeza que “la vida consagrada está en el corazón mismo de la Iglesia como elemento decisivo para su misión, ya que «indica la naturaleza íntima de la vocación cristiana» y la aspiración de toda la Iglesia Esposa hacia la unión con el único Esposo” (cf. Exhort. Apost. post. Vita Consecrata, 3). De modo muy especial saludo a la Superiora General del Instituto, la Hna. Gabriela Serna, a quien le agradezco la solicitud que me ha hecho de recibirle los votos a estas tres jóvenes, quienes desean consagrarle su vida a Dios, mediante el vivencia de los consejos evangélicos, bajo el carisma y el proyecto apostólico de su fundadora, la Madre Rosa Ojeda Creus y viviendo con el estilo humilde y sencillo de San José en el hogar de Nazaret.
2. Esta celebración jubilosa adquiere sentido no sólo por el hecho de cumplir 25 años de su labor apostólica y misionera en México, buscando hacer el bien a los niños, a los enfermos y a los ancianos, sino sobre todo porque es una oportunidad propicia para mirar el rostro de Cristo y renovar el deseo de anunciar su amor y su mensaje de salvación a todos los hombres, hasta los últimos rincones de la tierra. Pues es importante que constantemente volvamos a la fuente de la vida en Jesucristo y así, no olvidemos que solamente por él, con él y en él, podemos seguir anunciando su Reino, “viviendo en obsequio de Jesucristo”.
3. Me alegra mucho que en una celebración como esta, jubilosa y alegre, tengamos la oportunidad de vivir y presenciar la consagración perpetua de estas tres jóvenes, las hermanas: Elvia Escot Perez, Micaela Villa Varga y Nury Yised Sánchez Quintero, su deseo de consagración nos recuerda a todos que la vida solamente vale la pena vivirse, cuando se ama a Dios y cuando se tiene la plena certeza que consagrados a él, podemos servir a los demás.
4. Al escuchar los textos de la Palabra de Dios en esta solemne acción de gracias, deseo ofrecer algunos elementos que nos inviten a la reflexión personal y que les ayuden a ustedes como Instituto para continuar con su labor evangelizadora y misionera en México:
5. En primer lugar escuchamos al profeta Oseas (2, 16. 21-22), el llamado “profeta del amor”, quien nos narra su experiencia al querer reconquistar el corazón de su esposa y que sin importarle lo que había hecho y el rechazo que le había manifestado, al alejarse de su amor y de su casa, la busca para renovar su amor y su fidelidad. Dice el profeta: “voy a seducirla, voy a llevarla al desierto y le hablaré al corazón” (Os 2, 16). Dios habla al pueblo de Israel como a su esposa del alma, que ha sido infiel a su promesa de amor; y la conduce al desierto para renovar con ella su pacto de amor y fidelidad. El desierto se nos presenta como el lugar más apropiado para el encuentro con el Dios del amor y de la alianza. Israel ha cometido «adulterio», ha roto la Alianza; Dios debería juzgarlo y repudiarlo. Pero precisamente en esto se revela que Dios es Dios y no hombre: El amor apasionado de Dios por su pueblo, por el hombre, es a la vez un amor que perdona. Un amor tan grande que pone a Dios contra sí mismo, su amor contra su justicia. El cristiano ve perfilarse ya en esto, veladamente, el misterio de la Cruz: Dios ama tanto al hombre que, haciéndose hombre él mismo, lo acompaña incluso en la muerte y, de este modo, reconcilia la justicia y el amor. Dios ama al hombre. Él escoge a Israel y lo ama, aunque con el objeto de salvar precisamente de este modo a toda la humanidad.
6. Queridos hermanos y hermanas consagrados, en estas palabras se perfila el proyecto para cada uno de nosotros. La vocación que Dios nos hace, es una vocación de amor, una invitación al encuentro personal con él, con su amor y con su persona en Jesucristo, su Hijo. Precisamente de esta especial gracia de intimidad surge, en la vida consagrada, la posibilidad y la exigencia de la entrega total de sí mismo en la profesión de los consejos evangélicos. Ellos, antes que una renuncia, son una específica acogida del amor de Dios y del misterio de Cristo, vividos en la Iglesia. Abrazando la virginidad, hace suyo el amor virginal de Cristo y lo confiesa al mundo como Hijo unigénito, uno con el Padre (cf. Jn 10, 30; 14, 11); imitando su pobreza, lo confiesa como Hijo que todo lo recibe del Padre y todo lo devuelve en el amor (cf. Jn 17, 7.10); adhiriéndose, con el sacrificio de la propia libertad, al misterio de la obediencia filial, lo confiesa infinitamente amado y amante, como Aquel que se complace sólo en la voluntad del Padre (cf. Jn 4, 34), al que está perfectamente unido y del que depende en todo.
7. Volviendo al texto del profeta Oseas, escuchamos como éste tiene la intención de establecer una alianza de amor esponsal para siempre (cf. Os 2, 21-22), lo que nos lleva a pensar, sí en la llamada cristiana a vivir de esta amanera el amor de Dios, pero sobretodo la vida consagrada llamada a vivir el significado esponsal, la cual por naturaleza hace referencia a la exigencia de vivir en la entrega plena y exclusiva al Esposo, del cual recibe todo bien, sobre todo la mujer, la que se ve singularmente reflejada, como descubriendo la índole especial de su relación con el Señor.
8. Queridas hermanas Elvia, Micaela y Nury, en ustedes hoy se realizan estos desposorios con el Esposo fiel, Jesucristo; así lo manifestará el rito que en unos momentos más estamos por cumplir. Vivan realmente así en la justicia, en la fidelidad y en el derecho, que son las notas de sus desposorios. La sinceridad de su respuesta al amor de Cristo les conducirá a vivir como pobres y abrazar la causa de los pobres. Servir a los pobres será un acto de evangelización y, al mismo tiempo, signo de autenticidad evangélica y estímulo de conversión permanente para ustedes. Les animo a asumir un nuevo y decidido testimonio evangélico de abnegación y de sobriedad, un estilo de vida fraterna inspirado en criterios de sencillez y de hospitalidad, para que sean así un ejemplo también para todos los que permanecen indiferentes ante las necesidades del prójimo. Es necesario que cada una de ustedes sean ejemplo de una castidad vivida que demuestre equilibrio, dominio de sí mismas, iniciativa, madurez psicológica y afectiva. Déjense llevar al desierto por Dios. Es decir, por la experiencia del silencio y de la soledad, del desprendimiento de las cosas materiales, del sacrificio y, sobre todo, de la oración y del encuentro íntimo y personal con Dios.
9. Esta realidad se confirma con las palabras del Evangelio que escuchamos (Lc 10, 38- 42): una llamada al hecho de que lo único verdaderamente necesario es vivir la vida ordinaria cerca del Señor. Todo lo demás pasará y se nos quitará, pero la experiencia de encuentro con Jesús es eterna y da sentido a nuestra actividad cotidiana. Quizá muchos en nuestro tiempo no entiendan la vida consagrada y vivan en la misma situación que Martha. Angustiados y preocupados por la vida ordinaria, sin embargo, debemos estar convencidos que es una llamada y como tal tiene su riqueza.
10. Al celebrar estos 25 años de presencia en México, considero que es oportuno que nos sumemos como comunidad al desafío de la Nueva evangelización, lo cual significa despertar en el corazón y en la mente de nuestros contemporáneos la vida de la fe. La fe que es un don de Dios, pero es importante que nosotros, consagrados y consagradas, mostremos que vivimos de modo concreto la fe, a través del amor, la concordia, la alegría, el sufrimiento, porque esto suscita interrogantes, como al inicio del camino de la Iglesia: ¿por qué vivimos así? ¿Qué es lo que nos impulsa? Son interrogantes que conducen al corazón de la evangelización, que es el testimonio de la fe y de la caridad. Lo que necesitamos, especialmente en estos tiempos, son testigos creíbles que con la vida y también con las palabras hagan visible el Evangelio, despertemos la atracción por Jesucristo, por la belleza de Dios.
11. Que nuestra Señora del Carmen sea siempre para ustedes el modelo de esposa fiel, que sabe estar a la escucha de palabra de Dios y meditarla en su corazón. Que los santos patronos del Instituto intercedan por ustedes, para que bajo su intercesión sigan colaborando en la tarea de la nueva evangelización y que a ejemplo de Madre Rosa busquen hacer siempre la voluntad de Dios. Amén.
† Faustino Armendáriz Jiménez Obispo de Querétaro