Santiago de Querétaro, 28 de agosto de 2011
Saludo con afecto en el Señor a cada uno de ustedes jóvenes reunidos en estos dias para programar y comenzar con las actividades de esta dimensión tan importante en la vida de la Iglesia:
De manera particular deseo saludar al Padre José Luis Trejo, a quien le hemos encomendado de manera diligente la responsabilidad y el cuidado de ustedes; te agradezco Padre la disposición y generosidad con la que has aceptado este encargo pastoral, el Señor te ilumine y te bendiga:
Mi bendición y agradecimiento a la Señorita Sara Cruz Lecuona que durante este tiempo ha coordinado esta tarea y en comunión con los presbiteros y la comundiad, ha favorecido los lazos de unión y participación. A su vez le doy la bienvenida al Joven Marco Antonio Landaverde Árias, quien generosamente ha aceptado la responsabilidad y tarea de representar y coordinar a cada uno de ustedes en la labor evangelizadora. Gracias a cada uno de ustedes.
1. Sin duda que la Palabra de Dios nos va hablando en un contexto y en una situación muy determinada, pues el Espíritu nos inspira los caminos de fe y de esperanza por los cuales la Iglesia que peregrina hacia la casa de Padre, ha de dirigir sus pasos, es por ello que he decidido aprovechar y hacer resonar los textos que la liturgia de este día nos sugiere para meditar en este momento con ustedes.
2. Parto del salmo responsorial, que dice “mi alma tiene sed de tí Señor, Dios mio, como la tierra reseca agostada sin agua” (Sal 62, 2), es pues un texto muy amado por la tradición mística y muy usado por la Liturgia de las Horas por la sed y hambre de Dios que lo invade. Un deseo y una sed ardiente de Dios impulsa al salmista a la búsqueda de su Señor, como la tierra reseca busca el agua. Por cuanto ingenuamente nos podamos alejar de Dios, en nuestro corazón permenece siempre una profunda nostalgia que nos lleva hacia él, porque como nos recuerda la oración de la Misa, “Dios es el bien supremo, la única fuente de cada don perfecto”. Encontramos en el salmo responsorial el itinerario espiritual de la auténtica oración que es una busqueda y aspiración de Dios. Es un texto sin lugar a dudas una de las más bellas expresiones de la piedad personal.
3. El conjunto de las lecturas nos orientan hacia la aceptación del misterioso camino de la cruz que han recorrido los profetas, en particular Cristo mismo. El profeta Jeremias, escogido portavoz de Dios, se convierte en motivo de verguenza para los de su casa a causa de la Palabra de Dios, que él, seducido por el Señor proclama con libertad. Jeremías, a causa de su obediencia a la voluntad divina, es una conmovente figura de Cristo, el Siervo de Dios. También Jesús ha sido hecho objeto de los malvados sarcasmos y de las duras contesataciones, pero ha permanecido fiel a su misión “haciendose obediente hasta la muerte y una muerte de cruz” (Fil 2, 8). Jesús anuncia su pasión que tendrá lugar en Jerusalen e invita los discípulos a seguirlo y a cargar cada uno la propia cruz. Pedro que se refuta a aceptar un Crsito sufriente, denota la incapacidad del hombre a pensar según la lógica de Dios. Prisionero de la lógica humana, él intenta impedir que Jesús se conforme a la lógica divina. La lógica de Dios es completamente diferente a aquella del hombre. San Pablo cuando en la carta a los Romanos dice: “no se acostumbren al mundo presente, sino déjense transformar renovando su modo de pensar para poder discernir la voluntad de Dios” (Rm 12, 2), desea que el criterio de juicio de la vida del hombre sea la lógica de Dios.
4. Las palabras de Jesús a sus discípulos son exigentes: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que reniegue a si mismo, que tome su cruz y me siga” (Mt 16, 24). Cómo explicar la paradoja de la Cruz propuesta por Jesús a todos aquellos que lo queiren seguir? Dios ha escogido salvar a los hombres no con la ostentación se su potencia, sino con la revelación de su amor fiel, compartiendo de cerca la miseria del hombre. El camino de la cruz recorrido por Jesús es la vía del amor, del don total de sí mismo. Por lo tanto, lo que Jesús pide a sus discípulos, a todos nosotros jóvenes, no es una vida marcada por el sufrimiento, sino tranformada por el amor, una vida ofrecida sin condiciones al Señor. No se trata de mortificar la vida, sino de erriquecerla de manera que permaneciendo en una vida plenamente humana, sea guiada por la luz de la fe que es sobretodo aceptación del misterio, comunión indivisible y busqueda del proyecto de Dios.
5. Podemos afirmar que las palabras de San Pablo sintetizan muy bien este estilo de vida: “los exhorto a ofrecer vuestros cuerpos como sacrificio viviente, santo y agradable a Dios; éste es el verdadero culto espiritual” (Rm 12, 1). El cuerpo y sus miembros son para Pablo el entero ser humano en su dimensión histórica, personal y relacional. Él habla entonces de la donación total del creyente, de su persona con toda su corporalidad. Es en la realidad concreta de cada días y en hechos cotidianos que se realiza el don de sí mismo. Es en este modo que nuestra vida, modelándose sobre la existencia de Jesús, se conviete en un culto agradable al Padre. Si existe separación entre la conducta de la vida cotidiana y el culto, la práctica religiosa cae en un formalismo y la moral se reduce a moralismo.
6. Finalmente, les invito y les exhorto a que vivan como jóvenes y adolescentes que verdaderamente representen un enorme potencial para el presente y futuro de la Iglesia y de nuestros pueblos, como discípulos y misioneros del Señor Jesús. Sensibles a descubrir su vocación a ser amigos y discípulos de Cristo. Sintiéndose llamados a ser “centinelas del mañana”, comprometiéndose en la renovación del mundo a la luz del Plan de Dios. No temiendo el sacrificio ni la entrega de la propia vida, pero sí una vida sin sentido. Y por su generosidad, siéntanse llamados a servir a sus hermanos, especialmente a los más necesitados con todo su tiempo y vida. Teniendo capacidad para oponerse a las falsas ilusiones de felicidad y a los paraísos engañosos de la droga, el placer, el alcohol y todas las formas de violencia. En su búsqueda del sentido de la vida, sean capaces y sensibles para descubrir el llamado particular que el Señor Jesús les hace. Como discípulos misioneros, ustedes las nuevas generaciones están llamadas a transmitir a sus hermanos jóvenes sin distinción alguna, la corriente de vida que viene de Cristo, y a compartirla en comunidad construyendo la Iglesia y la sociedad (Cfr. DA 443).
¡Gracias!
† Faustino Armendáriz Jiménez IX Obispo de Querétaro