Agradezco de todo corazón a Monseñor Faustino el haber tenido la gentileza de preparar este encuentro fraterno, aquí a los pies de Nuestra Madre Santísima de los Dolores, Nuestra Patrona Diocesana, para dar gracias al Señor por los 30 años de mi servicio episcopal, primero a la Diócesis de Tuxpan y después a esta noble Iglesia de Querétaro. Gracias, Señor Obispo, por su bondad.
Agradezco a Mons. Don Arturo Szymanski su presencia, siempre solícita y fraterna, que me ha acompañado con su ejemplo y su consejo desde el inicio de mi servicio episcopal allá por las riberas del Pánuco, después como Metropolitano de San Luis Potosí, y siempre como amigo, hasta el día de hoy.
Gracias, Hermanos Presbíteros, por su presencia en esta celebración, por su abnegado trabajo pastoral y atenciones recibidas durante mi ministerio episcopal. Los encomiendo a la protección y guía del Santo Párroco de Ars, San Juan María Vianney, en cuya festividad recibí mi ordenación episcopal. Y mil gracias a todos, Hermanos Religiosos, Religiosas y Fieles laicos por su presencia, por su testimonio de fidelidad a la Iglesia y por su oración.
Para expresar mis sentimientos en esta ocasión que me brinda la Providencia, me sirvo de las palabras que el Papa Francisco acaba de ofrecer a los Obispos y sacerdotes, en Brasil. Nos dijo el Papa: “Llamados por Dios. Creo que es importante reavivar siempre en nosotros este hecho, que a menudo damos por descontado entre tantos compromisos cotidianos: No son ustedes los que me eligieron a mí, sino que yo los elegí a ustedes, dice Jesús (Jn 15,16). Es un caminar de nuevo hasta la fuente de nuestra llamada. Por eso un Obispo…, no puede ser un desmemoriado. Pierde la referencia esencial al inicio de su camino. Pedir la gracia, pedirle a la Virgen, Ella tenía buena memoria, la gracia de ser memoriosos, de ese primer llamado. Hemos sido llamados por Dios y llamados a permanecer con Jesús, unidos a Él (Cf Mc 3,14)… Jesús es el Buen Pastor, es nuestro verdadero tesoro, por favor —concluye el Papa—, no lo borremos de nuestra vida”.
Esta es la gracia que, por intercesión de María Santísima, en esta Basílica pedí a Jesús, Buen Pastor, en el 50 aniversario de mi ordenación sacerdotal, y que reitero en esta ocasión:
“Señor Jesús, Pastor Bueno de tu pueblo: Tú has sido desde siempre, para mí, mi Buen Pastor. Me llamaste y me llevaste a las aguas tranquilas del Bautismo, y ungiste mi cabeza con el perfume exquisito de tu Espíritu en la santa Confirmación. Tú me preparaste una mesa sabrosa en la Eucaristía, y mi copa reboza con tu bondad y tu misericordia. Tu cayado me ha guiado con firmeza por las sendas, muchas veces oscuras, de mi vida, y me ha defendido de los lobos que acechan el rebaño. Me trajiste al prado verde y fresco de tu Iglesia; allí me apacientas con tu Palabra y con tus Sacramentos, y renuevas mis fuerzas frente a mis adversarios. He sentido tu presencia de hermano y amigo toda mi vida, y has tenido la delicadeza de confiarme parte de tu rebaño, para que lo apacentara en tu Nombre. Tu bondad me ha acompañado todos los días de mi vida, y espero que vengas a mí con la dulzura del Pastor, que recoge de entre las espinas a su oveja, olvidándose de sus descarríos. Llévame sobre tus hombros de Buen Pastor, en compañía de María y de José, para que habite con ellos en tu casa, por años sin término. Amén”. † Mario De Gasperín Gasperín Obispo Emérito de Querétaro