Luis-Fernando Valdés
Los migrantes existen desde siempre, pero sólo en ocasiones son noticia, como en estos días que avanzó en el proyecto de ley migratoria de EUA o que el Papa Francisco visitó la isla de Lampedusa, santuario de migrantes. Entonces, ¿los migrantes sólo son un mero tema de agenda política y de opinión pública?
El proyecto de ley 744 del Senado norteamericano, impulsado por el Presidente Obama, ha sido recientemente aprobado y deberá pasar a la Cámara. La futura ley buscará legalizar 11 millones de inmigrantes ilegales, en su mayoría latinos.
Para que el texto fuera aprobado por los republicanos, incluye una propuesta la construcción de un “muro” fronterizo: reforzar el vallado actual (que ya tiene unos 1.100 kilómetros, desde 2006) con el despliegue de decenas de torres de vigilancia, drones y sensores. [Noticia]
El mensaje de esta ley parecería ser: legalizar a los que ya están en EUA, pero no dejar entrar a ni un migrante más. Según el Prof. Fernando Lozano de la UNAM, esta propuesta legislativa “privilegia” la seguridad sobre los derechos de los migrantes. [Noticia]
Ese muro, como el de Berlín o el de la franja de Gaza; esos mares como el que separa África de Europa; y esos ríos, como el Bravo, se han convertido en un signo que denuncia la desigualdad económica entre países y la pérdida del sentido de la dignidad humana.
Paradójicamente, fue Obama mismo quien explicó este horrendo significado de los muros fronterizos, en un discurso reciente en Berlín: “Ningún muro puede estar en contra de los anhelos de justicia, los anhelos de libertad, las ansias de la paz que arden en el corazón del ser humano”.
Y señaló que no es “el poder de los militares” ni “la autoridad de los gobiernos”, sino “los ciudadanos quienes deciden si deben ser definidos por un muro o si deben derribarlo”; ya que “como estadounidenses, creemos que ‘todos los hombres son creados iguales’ con el derecho a la vida y a la libertad y la búsqueda de la felicidad”. [Noticia, 25 junio 2013]
Visto así, los migrantes serían un problema complejo ante el que se dan bellos discursos. En cambio, en días pasados, el Papa Francisco viajó a la isla de Lampedusa, al sur de Italia, para rezar por los balseros que perdieron la vida en su intento de llegar desde África a Europa, y para “despertar nuestras conciencias para que lo que ha sucedido no se repita.”
Con fuerza, el Pontífice denunció que la causa está en la “globalización de la indiferencia” hacia los migrantes. “En este mundo de la globalización hemos caído en la globalización de la indiferencia. ¡Nos hemos acostumbrado al sufrimiento del otro, no tiene que ver con nosotros, no nos importa, no nos concierne!”
Se requiere acción, pero ¿qué podemos hacer los ciudadanos ordinarios por los migrantes? Lo primero es darle un enfoque humano al problema y no observarlo como mera estadística, porque eso no es humano. El Santo pide que hablemos de las personas que están en situaciones límite “con el corazón cercano a ellas”, pensando en ellas “con nuestro corazón, con nuestra carne”. [Artículo, 5 julio 2013]
Otra propuesta. El Arzobispo de Los Ángeles (EUA), el mexicano José Gómez, sugiere a los católicos estadounidenses que no olviden sus raíces migrantes y que –esto nos lo podemos aplicar todos– entiendan el sufrimiento de los migrantes. [Noticia, 12 julio 2013]
Los migrantes sufren –y bastantes mueren– no sólo en la pobreza sus países, sino también de camino, en los mares de la hipocresía (pues se les considera ‘mano de obra’ y no ‘hermanos’), y se pierden en los desiertos de la indiferencia (pues poco se plantean ayudarlos). Ya basta.
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