Saludo en el Señor a cada uno de ustedes, miembros de la Vida Consagrada, gracias por atender al llamado de su Pastor para confirmarles en la fe y construir la comunión cristiana en la obra de evangelización de nuestra amada diócesis de Querétaro.
Saludo con especial aprecio a Mons. Javier Martínez Osornio,
Vicario Episcopal para la Vida Consagrada.
A los sacerdotes que se han hecho presentes en esta concelebración eucarística:
Hermanos y hermanas todos en el Señor:
1. Me siento muy contento y le doy gracias a Dios por el hecho de encontrarnos reunidos para celebrar esta liturgia dominical, pues es un signo claro de la epifanía de la Iglesia; en esta asamblea resplandecen innumerables signos y testimonios vivos de la gama de carismas y ministerios con las que ha sido enriquecida la Esposa de Cristo. Gracias por su presencia y su cercanía.
2. La liturgia de la Palabra de esta Eucaristía continúa a ubicarnos en un contexto escatológico, pues nos acercamos al final del año litúrgico en el cual el misterio pascual de Jesucristo resplandece y perpetúa la obra de la redención. Es providencial que la Palabra de Dios nos presente el texto de Mt 25, 14-30, pues es una oportunidad para continuar reflexionando en la fidelidad y generosidad en la respuesta a la vocación que el Señor nos ha dado, al entregarnos los diferentes carismas y la vocación con la cual nos ha distinguido.
3. El texto del Evangelio de San Mateo forma parte del quinto y último gran discurso de Jesús. El tema principal es la vigilancia, que se entiende como fidelidad a una misión recibida, “hay que vigilar porque no se sabe ni el día ni la hora del juicio”. Esta parábola de los talentos aborda y desarrolla la idea de la vigilancia-fidelidad. Se trata de una parábola sobre el “Reino de los cielos”. La primera línea no lo dice expresamente, pero la formula inicial “es también” nos remite al comienzo del capítulo, donde leemos: “El Reino de los cielos será semejante a…” (25,1). Este dato es importante porque es clave de lectura: la parábola quiere ayudarnos a pensar según la lógica del “Reino”, que es la obra de Jesús que ha irrumpido aquí y se consumará en la parusía: “Venga a nosotros tu Reino” (6,10). Este “Reino” ha sido puesto en nuestras manos, es nuestro “tesoro”, no se puede permanecer indiferente ante él.
4. Jesús cuenta esta historia para llamar la atención de los que le escuchan y hacerles reflexionar. Les muestra un amo avaro y exigente y reclama para sí una lealtad a toda prueba; que alaba y apremia a los ambiciosos, y condena a los que no se arriesgan ni se comprometen aunque lo hagan amparados en la ley religiosa o en la imagen e Dios. Mateo ha situado esta parábola de crisis en un contexto concreto: la venida del Señor al final de los tiempos. El regreso es seguro y cuando él venga juzgará a las personas según el comportamiento que hayan tenido. Desde el inicio con la imagen del hombre que va de viaje se nos recuerda nuestra responsabilidad como cristianos en la historia.
5. Los tres casos que se presentan son significativo. En dos de ellos, los criados negocian y consiguen con sus talentos ganar, uno cinco, otro dos. Ambos son felicitados y recompensados igualmente. En el reino de Dios no cuenta haber rendido diez o cinco o dos, sino haber puesto todo lo que uno tiene y está su servicio. En el tercer caso el criado conserva y entrega lo que ha recibido sin haberlo hecho producir. Sus justificaciones de nada sirven y es tratado malo, inútil y perezoso y todo lo que había recibido se le quita: pronto sabrá y con él todos nosotros que su pretendido camino no le ha conducido a la luz sino a las tinieblas. Entre su mezquindad solo concibe un Dios que se mueve entre recompensas y castigos. El Dios de Jesús en cambio no se cansa de amar libremente y de exigir continuamente. La gratuidad de su amor desborda los diques de nuestros egoísmos y falsas seguridades. La fe no es algo que se guarda en una caja fuerte para protegerla, es vida que se expresa en amor y entrega al otro. En los evangelios tener miedo equivale a no tener fe. Entonces cómo amar sin arriesgar, sin meternos en el mundo de los desposeídos que luchan por su derecho a vivir?
6. La parábola de los talentos nos enseña que una vida cristiana basada, no en la formalidad, la autoprotección y el temor, sino en la gratuidad, en el coraje y en el respeto al otro, constituye la alegría del Señor y la nuestra. Además nos enseña cinco grandes paradigmas acerca del discipulado:
(1) En cuanto “siervos”, los discípulos de Jesús no son personas independientes, que todo lo determinan únicamente según su libre arbitrio, por el contrario: están obligados a rendir cuentas.
(2) Los discípulos de Jesús tienen conciencia de que todo lo que tienen es un bien que le ha sido dado. Lo recibido es un encargo, una responsabilidad.
(3) Los discípulos “buenos y fieles” son aquellos que sacan adelante lo recibido en el sentido querido por Jesús.
(4) De lo que cada discípulo “haga” depende la realización de su vida, el logro de la plenitud de su existencia que es la comunión total y definitiva con su Señor.
(5) Pueden darse dos tipos de discípulo. El comportamiento y el destino de los servidores “buenos y fieles”, ilustran al discípulo ideal, el que sabe gestionar su vida. Por otra parte, el comportamiento y el destino del servidor “malo y perezoso” se convierte en una advertencia: por ser así su vida termina en la ruina total. Esta visión del discipulado está propuesta para que nos evaluemos y tomemos las decisiones pertinentes: hacia dónde y cómo debemos orientar nuestra vida. El discipulado encuentra su razón de ser en la misión pues para esto está orientado. “llamó a los que él quiso para que estuvieran con él y después enviarlos a predicar”. (Cfr. Mc 3, 13)
7. Hermanos y hermanas de la Vida Consagrada, el día de nuestro bautismo recibimos el don de la fe, este don maravilloso que nos hace estar ciertos de la esperanza de la resurrección, pues al ser “hypostasis de lo que se espera y prueba de lo que no se ve” (Spe Salvi 7) mostramos con nuestro estilo de vida que “algo fundamenta nuestra existencia”; y el día de nuestra consagración se confirmó en nosotros esta encomienda: “estamos llamados a dar una respuesta sobre el logos a quien nos lo pida” (1 Pe 3, 15). Nos dice el Santo Padre Benedicto XVI en el motu proprio con el que convoca al año de la fe: “Más aún es el amor de Cristo y la fe en él, que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo» (De utilitate credendi, 1, 2) (Porta fidei 7).
8. Indudablemente que los religiosos están llamados a dar testimonio de la absoluta primacía de Dios y de su Reino. La Vida Consagrada se convierte en testigo del Dios de la vida en una realidad que relativiza su valor (obediencia), es testigo de libertad frente al mercado y a las riquezas que valoran a las personas por el tener (pobreza), y es testigo de una entrega en el amor radical y libre a Dios y a la humanidad frente a la erotización y banalización de las relaciones (castidad) (Cfr. DA 220). El ahora Beato Juan Pablo II en 1979 decía a las religiosas: “En un mundo que va perdiendo el sentido de lo divino, ante la supervaloración de lo material, ustedes queridos consagrados, comprometidos desde sus comunidades en ser testigos de unos valores por los que viven, sean testigos del Señor para el mundo de hoy, infundan con su vivencia del evangelio un nuevo soplo de vida en la Iglesia y en el hombre actual” (Juan Pablo II, Discurso a las Religiosas de Clausura en la Catedral de Guadalajara, México, 30 de enero de 1979).
9. Queridos hermanos y hermanas, estos son los talentos que el Señor les llama aponer en práctica. No importa si son cinco o dos, lo importante es que no dudemos en ponerlos al servicio de la humanidad. Muchos de ustedes hunden sus carismas en un tema que está exigiendo respuestas inmediatas: la educación. “Cuya finalidad es humanizar y personalizar, desarrollando plenamente el pensamiento y las propias capacidades de toda persona para una adecuada integración social”. Es un desafío de nuestra nación, exige de cada uno de nosotros como Iglesia, participar en la construcción de una renovada cultura que permita a cada mexicano descubrir su dignidad como persona, valorar su tejido social y el conjunto de experiencias que constituyen su patrimonio de vida, vivir sus propias convicciones y asumir sus propias responsabilidades. Es necesario recuperar la terea educativa de la iglesia con intencionalidad clara; retomar la creación de cultura; necesidad de un nuevo contexto de salir de la auto referencialidad en la que está la Iglesia; diálogo con las culturas como se dio en el pasado; centrar los esfuerzos en la formación de formadores y necesidad de brindar una voz autorizada y plena de esperanza en estos tiempos de emergencia educativa. “En la obra educativa, y espacialmente en la educación a la fe, que es la meta de la formación de la persona y su horizonte más adecuado, es central, en concreto, la figura del testigo” (Benedicto XVI, discurso de apertura del congreso eclesial de la Diócesis de Roma sobre la familia y la comunidad cristiana 6 de junio 2005). Es necesario que eduquemos en la comunión y a la comunión para crecer auténticamente como persona, capaces de abrirse progresivamente a la realidad y de formarse una determinada concepción de la vida. Que les ayude a ampliar su mirada y su corazón al mundo que les rodea, con capacidad de lectura crítica, sentido de corresponsabilidad y voluntad de empeño constructivo.
10. Otro ámbito que cada día nos apremia es el campo de la salud, del cual algunos de sus carismas tienen una directa incidencia: como discípulos y misioneros de la salud tenemos la tarea de identificarnos progresivamente con Cristo, el “Buen Samaritano”, para poder ser misioneros de su imagen viva y prolongar hoy su amor perenne a favor de los enfermos con nuestra vida y acción. De tal manera que seamos capaces de reconocer a Jesús en los que sufren y saber que está presente en ellos. La madre María Catalina Irigoyen Echegaray, recientemente beatificada, es un vivo testimonio de esta tarea misionera. Pues estaba convencida que “era religiosa para hacer el bien y no para estar bien”. Encontrando la fuente de su ministerio en la vida de oración eucarística ya que cuanto más arreciaban las dificultades más necesidad sentía de permanecer junto a la Eucaristía. Para prolongar su tiempo de adoración durante una jornada saturada de trabajo, hacía de su corazón un sagrario, de las calles de Madrid un claustro, y de la habitación del enfermo un templo. Acostumbraba a repetir “debemos considerarnos todo el día como un sagrario para adorar a Dios allí donde nos encontremos, pues él está dentro de nosotros”.
11. Muchos de ustedes se han consagrado a Dios mediante el servicio a los pobres y vulnerables: hoy día aumenta el número de pobres y vulnerables en Querétaro, el 41.1% de familias viven en pobreza, incluso de aquello más necesario como es el alimento. Una vida digna es derecho de todo ser humano y condición necesaria para favorecer su desarrollo. Contar con un trabajo digno es esencial para detonar la capacidad de expresión creativa de la personalidad, que es propia del hombre y por tanto, generadora de cultura.
12. Queridos hermanos y hermanas de la Vida Consagrada, nuestra relación con el futuro, precisado en el domingo anterior como un “vigilar”, hoy se convierte en un “operar en lo concreto de la vida ordinaria”, en base a las responsabilidades de cada uno. Debemos vivir no solo esperando, sino vigilar con una espera activa. Nuestro futuro eterno está ligado al empeño de lo cotidiano. Todos hemos recibido algún don, necesitamos hacerlos fructificar. Al final de nuestra vida nos encontraremos solo con aquello que habremos construido.
13. En la segunda lectura, san Pablo dice: conociendo las últimas realidades a las cuales vamos al encuentro, no podemos comportarnos como si no existieran, ignorándolas en una pasividad y en una inactiva espera. “no nos quedemos dormidos como hacen los demás, sino que estemos atentos y vivamos sobriamente” (1 Tes 5, 6). Lo que Dios nos pide es muy poco: la fidelidad a su gracia en el cumplimiento de los deberes cotidianos y la respuesta generosa a su voluntad. Por ello hemos suplicado en la oración colecta: Concédenos, Señor, tu ayuda para entregarnos fielmente a tu servicio, por que solo en el cumplimiento de tu voluntad podremos encontrar la felicidad verdadera.
14. María, madre y modelo de los Apóstoles les ilumine y bendiga para que continúen progresando en esta comunidad diocesana, entregando su vida al servicio de la misión evangelizadora.
Amén.
† Faustino Armendáriz Jiménez IX Obispo de Querétaro
Homilía en la Celebración Eucaríatica con la Vida Consagrada
Santiago de Querétaro, Qro., 13 de noviembre de 2011