Me parece que el vocablo clave en la primera parte del pasaje es “permanecer”, porque el verdadero discípulo debe permanecer en Jesús, en cuanto Palabra. La alegoría de la vid y los sarmientos expresa la relación vital entre Jesús y sus discípulos. Jesús se presenta como la cepa, y los discípulos aparecen como los sarmientos. El labrador es su Padre Dios y el instrumento de podar, las palabras de Jesús; por ello, todo lo que Jesús ha ido diciendo durante su ministerio, ha ido podando, limpiando a sus discípulos, de tal manera que el Señor puede decir que ellos están limpios.
La realidad es que Jesús está en camino a su pasión y muerte y por ello la insistencia de Jesús de que ellos sigan con él, permanezcan con él. Por ello el permanecer es el punto central también hoy en la vida cristiana. Si no permanecemos unidos a Él los frutos nunca aparecerán, mas aun seremos ramas secas.
En este domingo resuena en nuestros oídos la esperanzadora y contundente proclamación: “Yo soy la verdadera vid”. La verdadera vid es la que da fruto; Jesús vive y es para todos los creyentes el único autor de la vida, de Él salta la savia y Él es el que mantiene unidos a los sarmientos en vistas a una misma función: “dar fruto”. Entre los sarmientos y la vid hay una comunión de vida, de tal manera que los sarmientos crecen con la misma savia; la gran certeza es que Jesús ha prometido estar con nosotros siempre, por ello, Él no abandona a nadie.
En mis permanentes encuentros con las comunidades parroquiales y sus Consejos Parroquiales de Pastoral, he escuchado testimonios de esta realidad que seguramente es una lucha de todos nosotros. Una joven pareja nos compartía públicamente la justificación de su entrega a la evangelización en la misión permanente, y Mauro, el esposo, subrayaba el encuentro con Jesús como algo fundamental en su conversión como matrimonio, pero también el esfuerzo cotidiano por sostener un estilo de vida cristiana, donde no se comprende que alguien no haga lo que en el pasado hacía, destruyéndose en una vida mundana, que era apreciado por tantos “amigos”, y ahora el giro de su vida había sido de 180 grados, porque su vida es para Dios, como persona y como esposos. Para sostener este estilo de vida ha sido clave el “permanecer” en Cristo, unido a Él en la escucha de su Palabra; son pareja que portan la Biblia, como todos debemos hacerlo, a tiempo y a destiempo, teniéndola como referencia para “podar” diariamente su vida y quitando aquello que no le agrada al Señor, de tal manera que solo con la luz y fuerza de esta Palabra se puede recorrer con valentía, sin temor “al que dirán”, el camino de una vida cristiana.
Este es el destino del discípulo misionero: permanecer en Jesús, unido a Él, de tal manera que su savia nos alimente, y dejarnos podar por la Palabra que permanentemente interpela nuestra vida.
Acudamos a la Palabra de Dios, abramos los evangelios, de tal manera que el recurso de la lectura orante de la Palabra de Dios nos ayude a discernir lo que es de Dios y lo que tendremos que dejar, aunque nos duela.