Este Texto evangélico corresponde al dialogo entre Jesús y Nicodemo, un fariseo y un hombre constituido en autoridad que busca la perfección personal en la estricta observancia de la ley de Moisés. Este dialogo se da desde la relación de amistad con Jesús. A este hombre dominado por la ley Jesús le habla de otra realidad, de nacer de nuevo, del amor de Dios.
Este es un anuncio que cimbra a Nicodemo y que continua cimbrando a los “nicodemos” de hoy; cuando lo hacemos en nuestra labor misionera, saliendo al encuentro de los demás, expresándole con la palabra, pero también compartiendo nuestro testimonio del amor de Dios en nuestra vida y quien recibe el anuncio inicia un proceso de transformación. Así lo creía San pablo: “Esta confianza que tenemos en Dios nos viene de Cristo… nuestra capacidad procede de Dios… en la fuerza del Espíritu” (2 Cor. 2, 4 – 6).
El Señor pone de relieve que es necesario nacer de nuevo de lo alto, de Dios, del agua y del Espíritu, solo así se puede aceptar a Jesús como el revelador del Padre, como su enviado. Este es el camino de la salvación, de la conversión. El Hijo es quien realiza esta tarea y que hoy nos sigue impulsando con la fuerza del Espíritu Santo.
La invitación en esta solemnidad de la Santísima Trinidad es postrarnos y adorar a Dios como Trinidad, y con ello confesamos que Dios en su intimidad más profunda es amor.
Es el gran anuncio que el mundo debe acoger, porque así se experimenta a un Dios cercano y tierno; solo así se da el enamoramiento creciente entre nosotros y Dios; quien vive esta experiencia no puede quedarse callado y esperar a que los demás se acerquen para compartírselo, a veces como un discurso, sino que sale para que los demás conozcan y vivan esta experiencia, proclamándolo con ardor y deseos de que el otro se salve.
Les invito a orar: “Para que los que conocemos el misterio de la vida intima de Dios, uno en tres personas, tengamos celo para anunciarlo a quienes lo desconocen, a fin de que también ellos encuentren gozo y descanso en Dios, que se nos ha revelado como Padre, Hijo y Espíritu Santo”.
“Dios Padre, escucha nuestras oraciones, fortalece nuestra fe e inspíranos sentimientos de paz y esperanza para que, unidos en la comunión de tu Iglesia, bendigamos siempre tu nombre glorioso”
† Faustino Armendáriz Jiménez IX Obispo de Querétaro