Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco. Ellas me siguen, y yo les doy vida eterna. Nunca perecerán y nadie las arrebatará jamás de mi mano.Aquello que el Padre me ha dado lo superará todo, y nadie puede arrebatarlo de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos una sola cosa. Palabra de Dios.
Con el báculo en la mano al entrar a una solemne celebración, en medio de cantos y alegría de la comunidad, un niño me grita: «¿Tú eres el Papa Francisco?» Detrás de aquel cayado, puede estar el Papa o un Obispo, pero lo más importante es que el niño identifica a alguien como el Papa y en definitiva a alguien como Cristo, un Buen Pastor. Eso es lo que esperan los niños y los que tienen el alma como niños, y precisamente la algarabía era porque el pastor diocesano estaba allí, acompañándole el pastor de la comunidad, el sacerdote. En Jesús, por nosotros quieren alimentar su esperanza.
Quien, en el nombre de Jesús se le pide un servicio de ser guía – pastor de ovejas, tendrá que ser «Buen Pastor» y el modelo es Jesús quien en este pasaje del evangelio se presenta con esta bella imagen y que sintetiza su misión y la vigente actividad de la Iglesia en favor de nuestra salvación. Este es el reto del valiente y audaz que le dice «Sí» al Señor y asume libremente servir como guía espiritual.
La figura real del pastor en tiempo de Jesús refleja la misma vida del pastor hoy, porque en aquel tiempo, más allá de la descripción poética, esta vida pastoril era dura y cansada, en medio del desierto y en algunas ocasiones con el riesgo de perder la vida a causa de los ladrones y animales que querían arrebatarle sus ovejas. Por ello vigilia y se preocupa por su seguridad y por el alimento. No podía perder de vista ninguna y era capaz de hacer cualquier esfuerzo por cuidarlas y conservarlas. Por eso Juan añade que Jesús es un pastor que da la vida por sus ovejas. Él mismo distinguía entre el asalariado, a quien no pertenecen las ovejas, y el dueño de la grey, que se enfrenta a los lobos y ladrones.
El pastor bueno y fiel hoy tendrá que reflejar este perfil de Jesús, si no, no podemos decir que somos buenos pastores: interesado y vigilante por todas y mostrándolo con su cercanía de tal manera que pueda «oler a oveja». La única manera de conocerlas es salir y buscarlas. Sí, aunque resulte fatigante, casa por casa, no una sola vez sino las que sean necesarias. Con riesgos de índole diversa, porque no podemos dejar de lado los parajes aislados, violentos o «dónde no entran ni los vigilantes»; no podemos «»sacarle la vuelta» a ningún hogar. Esta es la realidad de la imagen de un buen pastor, de un discípulo misionero.
El perfil del asalariado no necesita descripción, pero seguramente es el que se interesa sólo por algunas ovejas no por todas. Sin alegría por lo que hace y no goza por cuidar a sus ovejas, al menos no se le nota.
Jesús polemizaba con los fariseos y por ello identifica a los suyos en quienes «escuchan su voz y le siguen» y siguiéndole experimentaban la seguridad de estar en el camino adecuado. Pero el reto también es conocer a todas las ovejas; no se puede «dar el lujo» de olvidarse de ninguna. Por tanto Él las conoce y ellas le conocen a Él.
Jesús es un pastor que también se preocupa por dar el adecuado alimento: «Jesús sintió compasión de esas gentes que tenían hambre, como ovejas sin pastor».
El Señor es nuestro Buen Pastor, esa es su misión y responsabilidad, sin embargo reclama de nosotros corresponsabilidad: regresar hasta Él, cada vez que nos hayamos extraviado. Sin duda se alegrará al encontrarnos. Pero también debemos dejarnos conducir por su cayado, y aceptar el alimento que Él nos da, su Palabra y la Eucaristía. No podemos exigir sin dar, y lo que nos corresponde es presentarle la fuerza de nuestra fe.
«Señor, saber que eres nuestro Pastor nos da seguridad, nos mantiene sin miedo y nos hace audaces; haznos ovejas fieles, libres y adultas… Danos confianza ciega en ti».
† Faustino Armendáriz Jiménez Obispo de Querétaro