𝐔𝐧𝐚 𝐧𝐮𝐞𝐯𝐚 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚
La Anunciación es la fiesta del Señor que se encarnó en el seno de María, iniciando una nueva historia. Es interesante observar que Dios no envía al ángel a Jerusalén, al templo, sino a Galilea, una región despreciada como refugio de paganos incrédulos. A Nazaret, una ciudad que no menciona el Antiguo Testamento.
𝐄𝐥 𝐯𝐚𝐥𝐨𝐫 𝐝𝐞 𝐌𝐚𝐫𝐢́𝐚
Ante el anuncio, María reflexiona, entra en diálogo consigo misma y con el ángel, y pregunta por el sentido de sus palabras y la forma en que se realizarán. María no se deja llevar por las emociones. Aparece como una mujer valiente que ante lo inaudito mantiene el autocontrol. Y, a la luz de Dios, evalúa y decide.
𝐋𝐚 𝐚𝐜𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞𝐥 𝐄𝐬𝐩𝐢́𝐫𝐢𝐭𝐮 𝐒𝐚𝐧𝐭𝐨
Es el Espíritu quien reviste la vida de María, haciéndola apta para su misión. Lo hará aquí y lo hará en el Cenáculo: María, mujer revestida del Espíritu, gracias a la cual y en la cual todo se hace posible.
𝐄𝐥 «𝐡𝐚́𝐠𝐚𝐬𝐞» 𝐝𝐞 𝐌𝐚𝐫𝐢́𝐚
El «Fiat» de María transforma su humilde casa en la Casa de Dios, y a ella misma en el Tabernáculo del Santísimo Jesús. Bastó un «Aquí estoy», una señal de disponibilidad, sabiendo confiar en la acción del Espíritu Santo. Y Dios entró en la historia aceptando hacerse historia en la vida de los que dijeron y seguirán diciendo «aquí estoy».
𝐂𝐨𝐨𝐫𝐝𝐞𝐧𝐚𝐝𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐌𝐚𝐫𝐢́𝐚
La primera coordenada de María es creer: confiar y encomendarse a Dios, segura de que en Él nada es imposible. Dios no teme el tiempo del desconcierto, de la reflexión, de la comprensión: Dios no obliga a la libertad, sino que educa a la libertad, para que cada uno pueda decir su “Aquí estoy”.
La segunda coordenada es aceptar entrar en el tiempo de Dios, en sus ritmos; un «tiempo», que no es simplemente el paso de las horas, sino que es el tiempo oportuno, el tiempo pleno, el tiempo de la oportunidad, el tiempo de la gracia.
𝐎𝐫𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧
Hoy se revela el misterio que es desde toda la eternidad:
el Hijo de Dios se convierte en Hijo del Hombre;
participando en lo que es más bajo,
nos hace partícipes de las cosas superiores.
Adán fue engañado al principio:
intentó convertirse en Dios, pero fracasó.
Ahora Dios se hace hombre,
para deificar a Adán.
Que la creación se regocije y la naturaleza exulte:
el arcángel se queda admirado ante la Virgen,
y con su saludo, «Alégrate», trae el alegre anuncio
el alegre anuncio de que nuestro dolor ha terminado.
Oh Dios, que te hiciste hombre por tu compasión misericordiosa,
¡gloria sea para ti!
Orthros (matutina) de la Fiesta de la Anunciación. De la Liturgia de las Horas de las Iglesias Orientales.
Fuente: www.vatican.va