Santa Iglesia Catedral, 02 de mayo de 2021.
Mons. Fidencio López Plaza, X Obispo de la Diócesis de Querétaro, presidió la Santa Misa del V Domingo de Pascua, en la Santa Iglesia Catedral, el día 02 de mayo de 2021, quien les compartió dentro de la homilía: “Jesús no sólo les pide que permanezcan en Él, les dice también que sus palabras han de permanecer en ellos, el Evangelio debe estar presente como alimento de la vida del discípulo, la palabra es la fuente de la que han de beber sus discípulos, ya se los había dicho en otra ocasión, las palabras que yo les digo a ustedes son espíritu y vida, no son palabras huecas y vacías, son espíritu y vida”.
Concelebraron esta Eucaristía el Pbro. Lic. José Guadalupe Martínez Osornio, Vicario Episcopal para la Catedral y el Pbro. Francisco Fernando Gavidia Arteaga.
En el momento de la homilía Mons. Fidencio se dirigió a la asamblea reunida diciendo: “A estas mismas horas hace 8 días los recordaba desde la catedral de San Andrés Tuxtla en Veracruz, y ahora desde esta catedral de Querétaro También recuerdo a los hermanos de San Andrés con cuya diócesis aún tengo todavía una responsabilidad.
El domingo pasado se hablaba de un solo rebaño y de un solo Pastor, y decíamos que no se puede ser buen pastor si no se es, en primer lugar, buen cordero y y en eso Jesucristo es nuestro modelo, es nuestro paradigma; hasta hay un hermoso canto que ha resumido esta hermosa identidad de Jesús: «Altísimo señor qué supiste juntar a un tiempo en el altar ser cordero y pastor«.
La palabra de Dios de este domingo con el que iniciamos la quinta semana de la Pascua nos habla también de una sola vid. Todos participamos de la misma vida de Dios que descubrimos gracias a Jesús, la vida es una sola, al participar de ella tomamos conciencia de que formamos una unidad con todos los hombres, con todo el cosmos y con Dios.
La pandemia nos ha ayudado algo a entendernos como un solo pueblo, como una sola familia que navegamos en la misma barca, creo que nos hace falta mucho más para sentirnos llamados a ser herederos y también misioneros de la comunión y de la unidad con Dios, con los demás, con la naturaleza y a partir de nosotros mismos.
Por eso la religión o nos conduce la experiencia de unidad o se queda en una programación externa que ni nos enriquece, ni nos salva, porque en la unidad está la salvación, sobre esto tres reflexiones:
La primera a partir de esta frase del Evangelio que acabamos de escuchar: “permanezcan en mi amor”.
Según San Juan en vísperas de su muerte Jesús revela sus discípulos su gran sueño, su gran proyecto, su gran deseo, “permanezcan en mí”, este es el gran desafío: la unidad en la diversidad, es la experiencia más sublime que podemos tener los seres humanos, como decía San Agustín: “Unidos en lo esencial, diferentes en lo accidental”, pero en todo amoroso, en todo caridad, Jesús conocía bien la cobardía y la mediocridad de sus discípulos por eso les dice una y otra vez permanezcan en mí, permanezcan en mi amor, pues si no se mantienen vitalmente unidos a él, no podrán subsistir, no podrás ser signo de su presencia en el mundo, porque la unidad siempre es superior al conflicto.
Las palabras de Jesús no pueden ser más claras y expresivas, como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco ustedes sino permanecer en mi, les decía a sus discípulos, si los discípulos no se mantienen firmes en lo que han aprendido y vivido junto con Jesús, su vida será esteril, no tendrá sentido, la vida sólo tiene sentido si nos mantenemos en Jesús, en comunión, permanezcan en mi amor, nos decia Jesús una y otra vez y su último mandamiento todavía fue ese: “ámense unos a otros como yo los he amado”.
Si no vivimos de su Espíritu lo iniciado por Jesús terminará en la ruina, por eso la advertencia al que no da fruto el lo arranca y el que da fruto lo poda, para que dé más fruto, porque a todos nos ha equipado para que demos fruto y fruto también en abundancia.
Segunda reflexión: “yo soy La Vid y ustedes los sarmientos.
Jesús emplea un lenguaje rotundo, yo soy la vid y ustedes los sarmientos en los discípulos a de correr la savia que proviene de Jesús, eso nunca se debe olvidar, “el que permanece en mí y yo en él da fruto abundante, sin mi no podrán hacer nada”, separados de Jesús sus discípulos no tienen que hacer en esta vida.
Jesús no sólo les pide que permanezcan en Él, les dice también sus palabras han de permanecer en ellos, el Evangelio debe estar presente como alimento de la vida del discípulo, la palabra es la fuente de la que han de beber sus discípulos, ya se los había dicho la otra ocasión, las palabras, las palabras que yo les digo a ustedes son espíritu y vida, no son palabras huecas y vacías, son espíritu y vida.
Por eso decía San Jerónimo que así cómo cuidamos cuando comulgamos que no se caiga nada, también debemos cuidar cuando escuchamos la palabra que nada se pierda porque la palabra de Jesús es espíritu y vida.
Y ¿Cómo podemos nosotros garantizar nuestra Comunión con Dios?, ¿Cómo podemos decir que permanecemos en el amor de Dios?, tres cosas que pueden ayudarnos:
Primero hay que comer la palabra. La palabra de Dios es para comerse, es para que nos nutra y para darnos vida y para hacernos fecundos como lo hizo en la Santísima Virgen, si es así la palabra de Dios nos va limpiando, nos va podando, nos va purificando y también nos irá dando el placer de dar flores y frutos en esta vida.
La Palabra de Jesús también es verdadera comida y es verdadera bebida, por eso los cristianos no podemos vivir sin alimentarlos de la Santa Palabra de Dios.
También para permanecer en el amor, hemos de comer el Cuerpo y la Sangre de Cristo y eso solamente lo hacemos en la Santa Eucaristía, por eso es que los cristianos no podemos vivir sin el domingo, tenemos necesidad de comer el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
La Eucaristía es importante y necesaria, es imprescindible en la vida de un cristiano, no como algo obligatorio con lo que hay que cumplir los días de precepto, sino como la fuerza que necesitamos para amar y entregarnos por Cristo, con Él y en Él, comulgar no es simplemente comer un trozo de pan, sino ir haciendo de nuestra vida un pan, un pan que se parte y se reparte con los demás, solamente así logramos obedecer a Jesús que nos dijo hagan esto en memoria mía, el pan que comemos nos convierte en pan para ser comido por los demás.
También necesitamos comer al hermano, estar en comunión con los hermanos, comunión con la palabra, comunión con la Santa Eucaristía, comunión con el hermano, la comunión con la vida es al mismo tiempo inseparable de la comunión con el resto de los sarmientos, la Eucaristía no es un alimento privado, no es para una devoción personal o necesidades individuales, la comunión, la Santa Eucaristía, más bien es para dar sentido a nuestras necesidades sociales.
Tengo la impresión de que esto lo han olvidado muchos cristianos, la Eucaristía no es para juntar las manos y recogernos en la intimidad a rezar solos, la Eucaristía siempre es para tomarnos de las manos, hacer comunión, caminar juntos, manifestarnos como cuerpo de Cristo, por eso la Eucaristía nos lleva a sentir la necesidad de implicarnos socialmente.
Si la Eucaristía no nos lleva a sentir la necesidad de caminar con los demás, será otra cosa distinta a lo que Jesús pensó, por qué Jesús dijo: “tomen y coman y sean uno; tomen y coman y ámense como yo los he amado; tomen y coman y lave se los pies unos a otros”.
Un hermosísimo Evangelio hermanas y hermanos para sacudirnos lo que nos sobra y agarrarnos de la esencial de nuestra vida cristiana, que Dios así nos lo conceda. Qua así sea.
Al terminar Mons. Fidencio les dio la bendición, a los que participaron de esta santa Eucaristía, de manera presencial, como de manera virtual.