La Iglesia es el cuerpo ungido de Cristo mediante la acción del Espíritu Santo que nos marca con su sello en la vida sacramental, en esta mañana del día 31 de marzo, como Iglesia diocesana presentamos a Dios el fruto de la oliva y la esencia de las flores, para que la reciba mediante su gracia santificadora, nos la devuelva como vehículo de la gracia en la santificación del pueblo santo de Dios a través de la vida sacramental.
𝘽𝙚𝙣𝙙𝙞𝙘𝙞𝙤́𝙣 𝙙𝙚𝙡 𝙤́𝙡𝙚𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙤𝙨 𝙚𝙣𝙛𝙚𝙧𝙢𝙤𝙨
Señor Dios, Padre de todo consuelo,
que, has querido sanar las dolencias de los enfermos
por medio de tu Hijo,
escucha con amor la oración de nuestra fe
y derrama desde el cielo tu Espíritu Santo Paráclito
sobre este óleo.
Tú que has hecho que el leño verde del olivo
produzca aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo,
enriquece con tu bendición este óleo
para que cuantos sean ungidos con él
sientan en cuerpo y alma tu divina protección
y experimenten alivio en sus enfermedades y dolores.
Que por tu acción, Señor, este aceite sea para nosotros
óleo santo, en nombre de Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
𝘽𝙚𝙣𝙙𝙞𝙘𝙞𝙤́𝙣 𝙙𝙚𝙡 𝙤́𝙡𝙚𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙤𝙨 𝙘𝙖𝙩𝙚𝙘𝙪́𝙢𝙚𝙣𝙤𝙨
Dios nuestro, protector de todos los que creen en ti, bendice este oleo y concédeles sabiduría y fortaleza a quienes van hacer ungidos con el, en preparación de su bautismo, otórgales un profundo conocimiento del evangelio, ayúdalos a aceptar el compromiso de la vida cristiana y hazles sentir la alegría de renacer en la vida cristiana como hijos tuyos en la Iglesia, por Jesucristo Nuestro Señor, Amén.
𝘾𝙤𝙣𝙨𝙖𝙜𝙧𝙖𝙘𝙞𝙤́𝙣 𝙙𝙚𝙡 𝙘𝙧𝙞𝙨𝙢𝙖
Señor Dios, autor de todo crecimiento
y de todo progreso espiritual:
recibe complacido la acción de gracias
que gozosamente, por nuestro medio,
te dirige la Iglesia.
Al principio del mundo,
tu mandaste que de la tierra brotasen árboles
que dieran fruto,
y entre ellos, el olivo
que ahora nos suministra el aceite
con el que hemos preparado el santo crisma.
Ya David, en los tiempos antiguos,
previendo con espíritu profético
los sacramentos que tu amor instituiría
en favor de los hombres,
nos invitaba a ungir nuestros rostros con óleo
en señal de alegría.
También, cuando en los días del diluvio
las aguas purificaron de pecado la tierra,
una paloma, signo de la gracia futura,
anunció con un ramo de olivo
la restauración de la paz entre los hombres.
Y en los últimos tiempos,
el símbolo de la unción alcanzó su plenitud:
después que el agua bautismal lava los pecados,
el óleo santo consagra nuestros cuerpos
y da paz y alegría a nuestros rostros.
Por eso, Señor, tú mandaste a tu siervo Moisés
que, tras purificar en el agua a su hermano Aarón,
lo consagrase sacerdote con la unción de este óleo.
Todavía alcanzó la unción mayor grandeza
cuando tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
después de ser bautizado por Juan en el Jordán,
recibió el Espíritu Santo en forma de paloma
y se oyó tu voz declarando que él era tu Hijo, el Amado,
en quien te complacías plenamente.
De este modo se hizo manifiesto
que David ya hablaba de Cristo cuando dijo:
«El Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo
entre todos tus compañeros».
A la vista de tantas maravillas
te pedimos, Señor,
que te dignes que santificar con tu bendición este óleo,
y que, con la cooperación de Cristo, tu Hijo,
de cuyo nombre le viene a este óleo el nombre de crisma,
infundas en él la fuerza del Espíritu Santo
con la que ungiste a los sacerdotes, reyes, profetas y mártires,
y hagas que este crisma
sea un sacramento de la plenitud de la vida cristiana
para todos los que van a ser renovados
por el baño espiritual del bautismo;
haz que los consagrados por esta unción,
libres del pecado en que nacieron,
y convertidos en templo de tu divina presencia,
exhalen el perfume de una vida santa;
que, fieles al sentido de la unción,
vivan su condición de reyes, sacerdotes y profetas,
y que este óleo sea
para cuantos renazcan del agua y del Espíritu Santo,
crisma de salvación,
les haga partícipes de la vida eterna
y herederos de la gloria celestial.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.