Meditar los siete Dolores de Nuestra Madre Santísima es una manera de compartir los sufrimientos más hondos de la vida de la virgen María en la tierra.
Al pie de la Cruz, donde una espada de dolor atravesó el corazón de María, Jesús nos entregó a su Madre como Madre nuestra poco antes de morir. En respuesta a esta demostración suprema de Su amor por nosotros, digamos cada día de nuestras vidas: «𝑺𝒊́, 𝑬𝒍𝒍𝒂 𝒆𝒔 𝒎𝒊 𝑴𝒂𝒅𝒓𝒆. 𝑱𝒆𝒔𝒖́𝒔, 𝒚𝒐 𝒍𝒂 𝒓𝒆𝒄𝒊𝒃𝒐 𝒚 𝑻𝒆 𝒑𝒊𝒅𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝒑𝒓𝒆𝒔𝒕𝒆𝒔 𝑻𝒖 𝑪𝒐𝒓𝒂𝒛𝒐́𝒏 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒂𝒎𝒂𝒓 𝒂 𝑴𝒂𝒓𝒊́𝒂 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝑻𝒖́ 𝒍𝒂 𝒂𝒎𝒂𝒔.»