San Ezequiel Moreno y Díaz O.A.R. (1848-1906) fue un sacerdote agustino recoleto español. Se le considera patrón e intercesor de las personas que padecen cáncer.
Tuvo tal ardor misionero que no dudó en cruzar ríos caudalosos y soportar las inclemencias del clima para llevar almas a los pies de la Cruz. Lo caracterizó un espíritu fuerte, probado en las penas, la crítica injustificada y la enfermedad. Por su entrega apasionada a Dios y su labor constante, se le considera como uno de los más grandes apóstoles de la evangelización de América Latina y las Filipinas.
Ezequiel Moreno Díaz nació el 9 de abril de 1848 en Alfaro, Rioja, España. Sus padres fueron Félix Moreno y Josefa Díaz, ambos de condición humilde pero muy devotos, conscientes de que la fe católica es el verdadero tesoro de una familia.
Ese espíritu piadoso marcó su corazón. Desde la primera infancia, Ezequiel se sintió atraído por la vida religiosa. Fue un niño inteligente, juguetón, estudioso y con espíritu de sacrificio. Siendo adolescente, más de una vez dejó de ir a alguna fiesta de su pueblo para quedarse al cuidado de algún amigo o familiar enfermo. También le gustaba cantar y tocar la guitarra.
Tiempo después, fue enviado, junto con su hermano Eustaquio, a evangelizar a los habitantes de la isla de La Paragua (Palawan, una de las islas Filipinas). Ezequiel contrajo allí la malaria, por lo que tuvo que regresar a Manila e interrumpir su ministerio.
En 1876, fue nombrado párroco de Lespinasse y cuatro años más tarde predicador conventual de Manila. Entonces asumió las riendas de una finca de los agustinos recoletos en Imus. Fue un excelente administrador y propulsor de las obras de caridad.
En 1888, regresó al convento de Monteagudo como prior. Durante tres años imprimió en los jóvenes novicios el sello de la espiritualidad agustiniana y el amor hacia los pobres. Fueron tiempos de sacrificio, en los que los hermanos agustinos, animados por Ezequiel, redujeron sus raciones para dar de comer a los mendigos.
Tres años después volvió a embarcarse como misionero. Esta vez su destino fue Bogotá, Colombia, donde vivió austeramente durante cinco años, en el cargo de provincial de la orden. Se dedicó a predicar y atender a los enfermos, pero también hizo varios viajes a la región de Casanare -zona aún no explorada- para evangelizar y administrar los sacramentos.
En 1894, fue nombrado Obispo titular de Pinara y Vicario Apostólico de Casanare. Como obispo destacó por su celo apostólico y su fidelidad a la Iglesia. Creó el programa de trabajo denominado “Dios y Colombia”, sin detener su labor misionera. Visitó zonas alejadas o de difícil acceso. Su lema era: “una sola alma vale más que toda mi vida”.
En 1905, le diagnosticaron cáncer y, ante las reiteradas súplicas de sus hermanos y de la gente que lo quería, volvió a España para operarse. Lamentablemente la intervención fue muy dolorosa y no tuvo éxito. Ezequiel solía repetir durante su enfermedad: “Dios mío, dame valor para sufrir por ti”.
Murió el 19 de agosto de 1906. Fue beatificado por el Papa Pablo VI en 1975 y el 11 de octubre de 1992 fue canonizado por San Juan Pablo II.