+ Faustino Armendáriz Jiménez
IX Obispo de Querétaro
por la Gracia de Dios y de la Sede Apostólica
Salud y Bendición Apostólica.
Ciudad Episcopal de Santiago de Querétaro, a 01 de enero de 2019.
Prot. Op. N. 2/2019/M.
A los hermanos presbíteros y diáconos,
A los seminaristas y formandos de las diferentes casas de formación sacerdotal,
A los miembros de la vida consagrada,
A los líderes políticos y promotores del bien común,
A los agentes de pastoral de nuestras comunidades parroquiales,
A los adolescentes y jóvenes,
A los hombres y mujeres de buena voluntad:
«Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no protege la ciudad, en vano vigila el centinela» (Sal 127, 1).
- Inspirado en la sabiduría de este salmo quiero dirigirme a cada uno de ustedes al iniciar este año del Señor 2019, con la esperanza que sobre todo nuestro ser y quehacer eclesial y social, prevalezca la conciencia de sabernos en la vida y en las manos del Señor, Constructor de la Casa y Centinela que vela por nuestra Ciudad (cfr. Sal 121, 1-2). Pues una sociedad sólida nace, ciertamente, del compromiso de todos sus miembros, pero tiene necesidad de la bendición y del apoyo de ese Dios que, por desgracia, con frecuencia está excluido o en muchos sectores es ignorado.
- Aun reconociendo la importancia del trabajo, el autor sagrado no duda en afirmar que todo el trabajo es inútil si Dios no está al lado del que lo realiza. Y, por el contrario, afirma que Dios premia incluso el sueño de sus amigos. Así el salmista quiere exaltar el primado de la gracia divina, que da consistencia y valor a la actividad humana, aunque esté marcada por el límite y la caducidad. En el abandono sereno y fiel de nuestra libertad al Señor, también nuestras obras se vuelven sólidas, capaces de un fruto permanente. Así nuestro “sueño” se transforma en un descanso bendecido por Dios, destinado a sellar una actividad que tiene sentido y consistencia. Sin menoscabar la integridad, valor, riqueza e importancia del trabajo humano, las Sagradas Escrituras subrayan la primacía de la acción divina para el bienestar de una comunidad y lo hace de manera radical afirmando que «la bendición del Señor es la que enriquece, y nada le añade el trabajo» (Prov 10, 22). Sin el Señor, en vano se trata de construir una casa estable, de edificar una ciudad segura, de hacer que dé fruto el propio cansancio (cfr. Sal 127, 1-2). Sin embargo, con el Señor, se tiene la prosperidad y fecundidad, una familia llena de hijos y serena, una ciudad bien construida y defendida, libre de pesadillas e inseguridades (cfr. Sal 127, 3-5).
- Acojamos con devoción en el seno de nuestra familia, trabajo, comunidades parroquiales y ambientes sociales, la bendición del Señor que nos anima para poner su gracia como fundamento de todos nuestros proyectos a nivel eclesial y social. Permitamos que con la luz de su Palabra y de sus signos divinos, nuestra Ciudad y quienes la integramos, nos veamos protegidos de las acechanzas del enemigo. Les animo para que aprovechemos –de manera extraordinaria- la gracia de celebrar el Año Jubilar Mariano que con motivo del Cincuentenario del Reconocimiento Pontificio del Patronazgo de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano sobre nuestra Diócesis de Querétaro el próximo 31 de octubre de 2019, he decretado del 04 de febrero de 2019 al 04 de febrero de 2020 (cfr. Prot. N. 232/2018); de tal forma que, por intercesión de la Madre de Dios, el Señor Jesucristo, nos obtenga los auxilios divinos para seguir caminando según el plan de salvación. Es nuestro deseo que esta celebración jubilar nos alcance las gracias necesarias para entender el corazón de tantos hombres y mujeres que sufren, tanto en el cuerpo como en el espíritu, y así, nos comprometamos con ellos. «Esperamos ahora con más confianza el remedio de las necesidades que nos afligen: la santificación de los sacerdotes y religiosos, la recta formación de nuestros seminaristas, la vida cristiana del hogar, la moralización de las costumbres y la conservación y aumento de la fe en todos cuantos la recibimos en el bautismo. Especialmente encomendamos a su solicitud a nuestros hermanos los campesinos, tan sufridos y que tanto te aman» (cfr. Alfonso Toriz Cobián, Fórmula pro jura del patronazgo de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano, 18 de julio de 1969). La Santísima Virgen María tiene mucho que enseñarnos; dejemos que Ella, eduque nuestro corazón, de tal forma que como virtuosos ciudadanos, lleguemos a ser los cristianos que su Hijo Jesucristo quiso para instaurar su Reino, en el aquí y en el ahora de la historia.
- Les animo para que cada uno de ustedes, con sus cualidades físicas, culturales, morales e intelectuales, se sienta y se reconozca una bendición, instrumento y signo de salvación para esta noble y devota Ciudad, pues como agrega el mismo salmista: «Un regalo del Señor son los hijos, recompensa, el fruto de las entrañas. Como flechas en manos del guerrero son los hijos de la juventud» (Sal 127, 3-4). El Señor ofrece el don de los hijos, considerados como una bendición y una gracia, signo de la vida que continúa y de la historia de la salvación orientada hacia nuevas etapas (cf. v. 3). El salmista destaca, en particular, a “los hijos de la juventud”: el padre que ha tenido hijos en su juventud no sólo los verá en todo su vigor, sino que además ellos serán su apoyo en la vejez. Así podrá afrontar con seguridad el futuro, como un guerrero armado con las “saetas” afiladas y victoriosas que son los hijos (cf. vv. 4-5). El cuadro final describe a un padre rodeado por sus hijos, que es recibido con respeto a las puertas de la ciudad, sede de la vida pública. Así pues, la generación es un don que aporta vida y bienestar a la sociedad. Somos conscientes de ello en nuestros días al ver naciones a las que el descenso demográfico priva de lozanía, de energías, del futuro encarnado por los hijos. Sin embargo, sobre todo ello se eleva la presencia de Dios que bendice, fuente de vida y de esperanza. Los autores espirituales han usado a menudo el salmo 127 precisamente con el fin de exaltar esa presencia divina, decisiva para avanzar por el camino del bien y del reino de Dios. Así, el monje Isaías (que murió en Gaza en el año 491), en su Asceticon (Logos 4, 118), recordando el ejemplo de los antiguos patriarcas y profetas, enseña: «Se situaron bajo la protección de Dios, implorando su ayuda, sin poner su confianza en los esfuerzos que realizaban. Y la protección de Dios fue para ellos una ciudad fortificada, porque sabían que nada podían sin la ayuda de Dios, y su humildad les impulsaba a decir, con el salmista: “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas”» (cfr. Recueil ascétique, Abbaye de Bellefontaine 1976, pp. 74-75).
- Necesitamos valorarnos recíprocamente, de tal forma que -tanto padres como hijos-, veamos en la paternidad y en la filiación, una bendición que suma en pro de la propia vida. Cultivemos el don de los hijos y los hijos cultivemos el don de los padres. Que ninguno se sienta excluido ni privado de los dones que por nuestro medio, el Buen Dios tiene para ofrecer al otro, al prójimo, al anciano, especialmente al huérfano y al desvalido. En este sentido, quiero motivarles para que asumamos, desde nuestra misión y tarea social y eclesial, el Proyecto de la Misión Joven, que nuestra Iglesia diocesana quiere poner en acción en este 2019, como un camino permanente que facilite la transmisión de la fe: tesoro que nutre y alimenta toda nuestra vida y toda nuestra existencia. Especialmente, yendo por aquellos que habiendo recibido el Bautismo, viven su vida como si no conociesen a Dios. Que ningún hijo de nuestra Ciudad, se quede sin haber tenido la experiencia de encontrarse con Jesucristo, quien padeció, murió y resucitó, para que tengamos vida y vida en abundancia. Sólo entonces podremos decir, parafraseando el salmo: Feliz la ciudad que llena con buenos cristianos y virtuosos ciudadanos su aljaba, cuando a la puerta vayan a litigar sus contrarios no le harán callar (cfr. Sal 127, 5-6).
- Con estos sentimientos e invocando sobre cada uno de ustedes los auxilios divinos para un feliz del año del Señor 2019, bendigo a la Ciudad y a cada uno de ustedes quienes viven en esta Diócesis de Querétaro, con aquella hermosa fórmula de San Francisco de Asís, grabada en la Porta Nova de la Ciudad de Asís:
«TE BENDIGA EL SEÑOR, CIUDAD SANTA FIEL A DIOS, PORQUE POR MEDIO DE TI MUCHAS ALMAS SE SALVARÁN Y EN TI MUCHOS SIERVOS DEL ALTÍSIMO HABITARÁN Y POR TI MUCHOS SERÁN ELEGIDOS AL REINO ETERNO. AMÉN».
Fraternalmente en Cristo y María.
Dado en la Ciudad Episcopal de Santiago de Querétaro, Qro., a 01 de enero del año del Señor 2019.
Solemnidad de María Santísima, Madre de Dios.