«La grandeza del que ha de nacer llenará la tierra y el mismo será la paz» (Mi 5,4).
La Palabra de Dios de este domingo nos presenta uno de los textos más conocidos del profeta Miqueas: el anuncio de que surgirá un nuevo jefe para el pueblo de Israel. Para comprender la profundidad de este texto es necesario recordar que en tiempos del profeta Miqueas, el rey Acaz había seguido una vida de perversión y corrupción introduciendo costumbres inmorales e idólatras, llego a asociarse con el rey de Asiria (Teglath-Pileser III) razón por la cual Judá quedó sometida durante largos años como región vasalla de Asiria, esto hizo del rey una figura débil y vergonzosa, generando descontento e incertidumbre en la comunidad. En este contexto el Profeta anuncia que la única solución es un nuevo rey pero que no nazca dentro de las cúpulas del poder (en Judá o Israel) pues eran demasiado corruptas para garantizar una verdadera transformación.
«De ti Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel» con estas palabras, el profeta lanza su mensaje, recordando a sus oyentes el origen de la dinastía Davídica. El verdadero cambio en la vida no siempre se da en las grandezas que deslumbran o la fama que embota. Así lo pensaron los gobernantes de Israel, cuando sucumbieron a la dulce tentación de lo aparatoso, de la moda de las grandes potencias extrajeras (Asiria, Mesopotamia, Egipto) y lo único que habían ocasionado era una crisis de la identidad nacional acompañada de las dependencias que esclavizan.
Miqueas quiere recordarle al pueblo que el verdadero sentido de la existencia, y la plenitud de vida siempre se originan en las cosas pequeñas y sencillas, como David que era el menor de sus hermanos. Pero hasta que Israel no entienda que su grandeza está en ella misma no podrá resplandecer: «Por eso, el Señor abandonará a Israel, mientras no dé a luz la que ha de dar a luz».
Cuanto parecido tiene la situación actual en la que viven muchos hermanos con la aquella donde predico Miqueas. Hoy también no son pocos los que, engañados por el canto de las sirenas, deslumbrados por las luces resplandecientes del consumismo, la fama, el poder y el placer han ido diluyendo su identidad en esta modernidad líquida, hoy es tan común ver corazones vacíos, mentes mezquinas, generaciones masificadas, e ideales inducidos.
Es en esta realidad, donde la Palabra de Dios resuena este domingo para recordarnos que siempre será necesario romper con los esquemas impuestos y adoptados, para volver al origen de las cosas, y valorar aquello que aun siendo sencillo y cotidiano tiene un profundo valor y encierra nuestra razón de ser.
La Navidad próxima a celebrar, es un recuerdo perenne de que las cosas realmente valiosas siempre crecen en el silencio en medio de la pequeñez. Allí es donde «El Señor se levantará para pastorear a su pueblo». Dejemos envolver por este misterio y volvamos al origen de las cosas, valoremos lo que somos y tenemos. Volvamos nuestra mirada a Belén, es decir a nuestro hogar a nuestro origen, en el siempre encontraremos la fuerza que nos impulsar a caminar, en el seno familiar es donde las personas cimientan sus principios y criterios de vida, y con ellos se fortalece la personalidad para que este firme ante el embate de los colonialismos ideológicos que terminan por esclavizar.
Dios nos permita aprovechar este hermoso tiempo para estar con la familia y poder valorar y estrechar nuestro sentido de pertenencia. Amén.
+ FAUSTINO ARMENDÁRIZ JIMÉNEZ
Obispo de Querétaro