“No torcerás el derecho del forastero,
ni del huérfano,
ni tomarás en prenda el vestido de la viuda”.
Dt 24, 17. 22
Muy queridos hermanos en el episcopado, les saludo en Cristo, camino verdadero de vida.
Con dolor seguimos encontrando noticias de daños sufridos por nuestros hermanos migrantes durante su trayectoria, buscando una vida digna, un auténtico desarrollo. Esta realidad es, sin embargo, un signo de la realidad que vivimos, en el nivel nacional e internacional.
Nos preocupa la vergonzosa realidad de muchos lugares de nuestro país dañados fuertemente por la corrupción, la mentira, la falta de respeto a la persona en su dignidad como hijo de Dios; nos duele el silencio ante la violencia y la impunidad que están sobrepasando a las instituciones religiosas, sociales y civiles.
Tenemos la responsabilidad de fortalecer nuestra identidad de Iglesia Comunión y Misión. Es urgente que actuemos con las instituciones civiles, invitando a la sociedad toda a buscar juntos la reconstrucción, con la fuerza el Evangelio, de “la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente concretos… los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida… que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación” (EN 19. 20).
Reconocemos el esfuerzo de servidores públicos que, sin temor al desprestigio político, están buscando soluciones institucionales a mediano y largo plazo. Invitamos a quienes aprovechan esta difícil situación para confundir y provocar la falta de respeto a las instituciones, a actuar con cordura en diálogo respetuoso para encontrar soluciones operativas eficaces.
No basta con denunciar una realidad que todos conocemos y todos rechazamos. Busquemos caminos que, en red por la solidaridad y la verdad, fundamentados en la caridad de Cristo que nos urge, caminos de paz y promovamos su reinado de justicia.
Que nuestra Madre de Guadalupe, que nos tiene en el hueco de su manto, el cruce de sus brazos, en su regazo, interceda por nosotros.
+Guillermo Ortiz Mondragón
II Obispo de Cuautitlán
Encargado de la DEPMH