HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON MOTIVO DE LA 127ª PEREGRINACIÓN MASCULINA DE LA DIÓCESIS DE QUERÉTARO AL TEPEYAC 2017.

Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe, CDMX, México, Domingo 23 de Julio de 2017.
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Queridos hermanos peregrinos,
Hermanos y hermanas todos en el Señor:

1. Con los pies cansados pero con el corazón y el alma llenos de gozo, terminamos nuestra peregrinación, que nos ha traído desde nuestras tierras queretanas hasta este Santuario bendito, donde la Morenita del Tepeyac nos recibe como madre amorosa y llena de ternura. En este contexto, la palabra de Dios que acabamos de escuchar en las lecturas, nos anima para continuar nuestra peregrinación hacia el santuario del cielo, allí donde será la bienaventuranza perfecta. El tema contenido en el Evangelio de este domingo es precisamente el reino de los cielos. Jesús, valiéndose de tres ejemplos de la vida ordinaria, a manera de parábolas, nos enseña que el reino de los cielos es una realidad que el Señor ha depositado en el corazón del ser humano, con la esperanza que dé muchos frutos.
a. En primer lugar, Jesús compara el Reino de los cielos con “un campo de trigo”, para darnos a entender que dentro de nosotros se ha sembrado algo pequeño y escondido, pero con una fuerza vital que no puede suprimirse. A pesar de todos los obstáculos, la semilla se desarrollará y el fruto madurará. Este fruto sólo será bueno si se cultiva el terreno de la vida según la voluntad divina. Por eso, en la parábola del trigo y la cizaña (Mt 13, 24-30), Jesús nos advierte que, después de la siembra del dueño, “mientras todos dormían”, intervino “su enemigo”, que sembró la cizaña. Esto significa que tenemos que estar preparados para custodiar la gracia recibida desde el día del Bautismo, alimentando la fe en el Señor, que impide que el mal eche raíces.
b. En la segunda parábola, Jesús compara el Reino de los cielos con “la semilla de mostaza” que un hombre siembra en un huerto y que logra creer tan alto que los pájaros pueden habitar en él, para darnos a entender que el Reino de Dios contiene un enorme potencial que se desarrolla tanto en sentido cuantitativo como cualitativo. En esto se muestra el poder efectivo de Dios que hace crecer su Reino de los cielos como un grano de mostaza que llega a ser un árbol en el que anidan las aves.
c. Finalmente, la tercera parábola acentúa la acción oculta de “la levadura en la masa de harina”. De nuevo el acento recae en el potencial que puede desarrollar algo tan pequeño como la levadura en una gran cantidad de harina. Es decir, como una fuerza oculta de transformación: el Reino de los Cielos tiene la misma la potencia enorme para transformar el mundo y las personas, aunque no siempre esto se haga de manifiesto.

2. El Reino de Dios ya ha irrumpido y comienza, precisamente en lo oculto, a desplegar su fuerza. Los creyentes, —como lo ha dicho el mismo Jesús—, nos identificamos a sí mismos como la buena semilla y con los hijos del Reino; sin embargo, experimentamos que también crece entre nosotros, en la comunidad, en el mundo, la maleza, la cizaña. Con todo, no somos nosotros los que podemos juzgar y sentenciar a los demás, sino que ese juicio le compete al Hijo del Hombre, al final de los tiempos. De cara al juicio final, a Mateo no le importa aquí el trato con los demás, sino que acentúa la labor que los hijos del Reino tienen ya dese ahora: cumplir la voluntad de Dios actuando con justicia, pues esto es el reino de los cielos. Por eso, con cada acción que corresponda a la voluntad de Dios, los peregrinos podemos contribuir a que continúe creciendo un poco más ese Reino, del mismo modo que la masa sen fermenta con al levadura.

3. Queridos peregrinos, la vida de la gracia que el Señor ha depositado en cada uno de nosotros es de un potencial cuyas dimensiones son extraordinarias. Así es Dios. Actúa en nosotros no desde lo grandioso o extraordinarios de las cosas. Sino desde lo pequeño y lo sencillo. Durante estos días he podido constatar que efectivamente así es. Dios nos va llevando en la simplicidad de la fe y de la vida, de tal manera que cuando dejamos que su gracia aumente en nosotros, ésta se trasforma en algo tan grande que pueda ser una bendición para muchos, como lo hace simbólicamente el árbol de mostaza en el que los pajarillos del campo pueden habitar. La gran mayoría de peregrinos vive con una fe sencilla pero con un potencial extraordinario. Les animo para que dejen que esa fe que conservan en su corazón crezca; dejen que como la pizca de levadura logre germinar los ambientes y los espacios donde cada uno de ustedes vive y desempeña su tara cotidiana. El Reino de Dios es un fenómeno de humanidad y crece en cualquier rincón oscuro del mundo donde se ama al ser humano y donde se lucha por una humanidad más digna. Al Reino de Dios le abriremos camino dejando que la fuerza del evangelio transforme nuestro estilo de vivir, amar, trabajar, disfrutar, luchar, y ser.

4. Cuando vemos que la sociedad vive cada vez más descristianizada, nos lamentamos y vemos lo poco que podemos hacer. Ese sentimiento de impotencia es natural. Sin embargo, los mecanismos del Reino de los Cielos
funcionan de manera diferente. ¿Por qué? Porque el verdadero actor es Dios, y como Él es Todopoderoso puede hacer que cambie hasta lo más difícil.

5. Cuando vivimos así, a través de nosotros irrumpe la fuerza de Cristo y transforma lo que es pequeño y modesto en una realidad que hace fermentar a toda la masa del mundo y de la historia. El Reino de Dios pide nuestra colaboración, si bien es sobretodo iniciativa y un don del Señor. Nuestra débil obra aparentemente pequeña delante de los problemas del mundo, si se inserta en la de Dios y no tiene miedo de las dificultades. El secreto consiste en cambiar el propio corazón por el de Jesús, pareciéndonos a Él en todo lo posible. Así se transforma también nuestra familia y las personas de nuestro entorno. Y entre todos, impulsados por Cristo, podemos traer a este mundo la civilización del amor. “Nuestra pequeña fuerza, aparentemente impotente ante los problemas del mundo, si se inmerge en la de Dios, no teme ningún obstáculo, porque la victoria del Señor es segura”.

6. Hermanos peregrinos, todo cristiano, por lo tanto, sabe muy bien que debe hacer todo lo posible, pero que el resultado final depende de Dios: esta conciencia lo sostiene en la fatiga cotidiana, especialmente en situaciones
difíciles”. San Ignacio de Loyola, decía: “actúa como si todo dependiera de ti,sabiendo muy bien que, en realidad, todo depende de Dios”. Volvamos a nuestros hogares con esta conciencia, dejemos que la pequeña semilla de
mostaza crezca en un hermoso arbusto capaz de anidar infinidad de aves, que nos permitan y nos recuerden que nuestra vida será plena cuando nos abandónemos plenamente en la voluntad del Señor.

7. Que regresen a sus hogares, llevando en su corazón la pequeña semilla del reino. Un saludo a sus familiares, a sus hijos, a todas las personas queridas por ustedes. Amén.

+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro