BOLETÍN INFORMATIVO
«En la Iglesia nadie es extranjero. El migrante debe encontrar en cada parroquia, su hogar y su Patria» (JPII).
El inicio de la administración encabezada por el Presidente Donald Trump, tiene como sello particular la toma de medidas que atentan contra la dignidad de los hermanos migrantes, al incrementar el dolor, el temor y la angustia por la posible separación física de las familias, la pérdida de empleos, con la consecuente eliminación de su fuente de ingreso; ello, aunado a las persecuciones, discriminaciones y expresiones de racismo, que con estas medidas del gobierno estadounidense, se han intensificado.
Ante esta cruda y triste realidad, la Iglesia Católica a través de sus Conferencias Episcopales en Estados Unidos (USCCB) y México (CEM), en comunión con el Papa Francisco, quien en días recientes durante la VI edición del Foro Internacional “Migración y Paz sobre integración y desarrollo: de la reacción a la acción”, realizada en El Vaticano, nos llama a “acoger, proteger, promover e integrar” el desarrollo de migrantes, inmigrantes, deportados y refugiados, convocándonos a actuar con decisión y firmeza.
Ya desde el año 1986, los obispos de la frontera noreste de México y la frontera sur de Texas, EUA, comenzaron a sostener reuniones para reflexionar, analizar y planear trabajo conjunto, procurando la mejor atención a los fieles que habitan ambos países hermanos, siendo desde entonces la vida y realidad pastoral de nuestros hermanos migrantes, una de las preocupaciones centrales. Fruto de ello, fue la Carta Pastoral “Ya no somos extranjeros: Juntos en el camino de la esperanza” (2003).
La más reciente reunión se llevó a cabo en la Diócesis de Brownsville, del 13 al 15 de febrero pasado, en la cual se dieron cita obispos, sacerdotes, religiosas y laicos de las ciudades fronterizas, contando además con la presencia de Mons. Cristophe Pierre, nuncio apostólico de los Estados Unidos.
En un comunicado conjunto y firmado por los 21 obispos que acudieron a la reunión, se reafirma que “el migrante tiene derecho a ser respetado por el derecho internacional y por cada país”, por lo tanto “independientemente de su condición migratoria, los migrantes como toda persona, poseen una dignidad humana intrínseca que debe ser respetada”.
El compromiso común de este encuentro es “dar acompañamiento y seguimiento a las situaciones difíciles que sufren nuestros hermanos migrantes, inmigrantes, deportados y refugiados, en estos momentos”.
Posterior a este evento, se sostuvieron dos encuentros simultáneamente entre el 15 y 18 de febrero; por una parte Mons. Guillermo Ortiz Mondragón, presidente de la dimensión de movilidad humana de la CEM, acudió a la reunión con países de Centroamérica del denominado “triángulo norte – sur” en El Salvador, para analizar las acciones que se requieren con urgencia ante el problema migratorio, así como establecer el proyecto de un encuentro entre Canadá, Estado Unidos, México, Centroamérica y El Caribe, para el mes de febrero 2018.
Así mismo, Mons. Alfonso Miranda, secretario general de la CEM, fue recibido por Mons. José Gómez, vicepresidente de la USCCB y arzobispo de Los Ángeles, en esta ciudad; para reforzar y ampliar los lazos existentes entre ambas Conferencias Episcopales, y proyectar el trabajo conjunto en temas como la migración, la ayuda a los pobres, la libertad religiosa y la comunicación.
En el tema particular de la migración, la Iglesia pretende ofrecer una ayuda concreta, y un acompañamiento más cercano a los migrantes, a través de los múltiples centros de atención, los albergues, los comedores, las cáritas parroquiales y diocesanas, los agentes especializados de pastoral, las redes de comunicación eclesial, la promoción del voluntariado, la recolección de ropa y víveres; y al mismo tiempo, impulsar alternativas estructurales, que a largo plazo, eliminen la migración acelerada y sin protección.
Solamente en el territorio mexicano se han contabilizado más de 63 centros de atención a migrantes, dirigidos y administradas por la Iglesia Católica (divididos en tres grandes regiones: norte, centro y sur), las cuales cuentan con la colaboración de 71 agentes de la pastoral de movilidad humana, entre los que se encuentran sacerdotes, religiosos, así como organizaciones religiosas con enfoque social y laicos voluntarios.
La región norte contempla 31 centros de atención a migrantes; es la unidad de apoyo más grande de estás regiones y está a cargo de las siguientes diócesis: Arquidiócesis de Tijuana, Arquidiócesis de Hermosillo, Arquidiócesis de Monterrey, Diócesis de Mexicali, Ensenada, Ciudad Juárez, Matamoros, Nuevo Laredo, Tampico, Saltillo, Piedras Negras, Mazatlán, Torreón. La labor de estas casas es primordial ya que puede representar para el migrante el primer acompañamiento, luego de ser deportados por los Estados Unidos.
La región centro por su parte, contempla 11 centros de atención a migrantes a cargo de: la Arquidiócesis Primada de México, Arquidiócesis de Morelia, Arquidiócesis de Guadalajara, Diócesis de Irapuato, Querétaro, San Luis Potosí, San Juan de los Lagos.
La región sur incluye a 24 centros de atención a migrantes de las siguientes diócesis: Arquidiócesis de Oaxaca, Arquidiócesis de Puebla, Arquidiócesis de Tuxtla Gutiérrez, Diócesis de Tehuantepec, Puerto Escondido, Tapachula, San Cristóbal de la Casas, Tlaxcala, Coatzacoalcos, San Andrés Tuxtla, Córdoba, Veracruz, Tabasco e incluye la Prelatura de Cancún-Chetumal. Al ser esta zona, el primer filtro en el andar del migrante, las casas de migrantes de la región sur, ponen mucho interés en el cuidado de los derechos humanos frente a las autoridades mexicanas y las políticas migratorias locales.
A través de estos centros de atención, de la red de casas de migrantes coordinadas por congregaciones de la vida consagrada y de caridades católicas en Estados Unidos, la Iglesia continúa ofreciendo un servicio de caridad pastoral a los migrantes; así mismo se mantiene presencia constante en los campos de detenciones, casas y centros de asistencia de migrantes desde la frontera sur de México hasta todo el territorio de los Estados Unidos.
Además, se estableció el compromiso de desarrollar e implementar cursos de formación para los agentes de pastoral de la movilidad humana de las diócesis y provincias, como una tarea urgente para establecer líneas de acción comunes en el trabajo a favor de los migrantes, tomando como base las acciones que al respecto ya se realizan en diócesis como Monterrey, Chihuahua, Tapachula, San Cristóbal y otras diócesis de la provincia de Tuxtla Gutiérrez, incluyendo algunos presbiterios y seminarios.
El sentir y caminar de las Conferencias Episcopales de México y EUA, se estrechan en el objetivo común de alentar los amplios esfuerzos para crear una extensa red dedica a la defensa y los servicios sociales en favor de las familias migrantes.
Estos esfuerzos son acciones concretas, pero no podemos dejar de lado que nos sostiene la oración, y la presencia de nuestra madre, nuestra Señora de Guadalupe, en cuya mirada encontramos el puente que nos une y nos hermana.
PRENSA – CEM