2016-12-06 Radio Vaticana
(RV).- Quien no conoce la ternura de Dios no conoce la doctrina cristiana. Lo afirmó el Papa en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, dedicada en gran parte a la figura de Judas
Judas, imagen evangélica de la oveja perdida
Partiendo del Evangelio del día, que se refiere a la oveja perdida con la alegría por el consuelo del Señor que jamás deja de buscarnos, el Santo Padre explicó que “Él viene como un juez”, pero como “un juez que acaricia, un juez que está lleno de ternura: que hace de todo para salvarnos”. Que no viene “a condenar, sino a salvar”; que nos busca a cada uno de nosotros, que nos ama personalmente, no como “a una masa indistinta”, sino que nos ama por nuestro nombre, “nos ama por lo que somos”.
La oveja perdida – comentó Francisco – “no se ha perdido porque no tenía una brújula en la mano. Conocía bien el camino”. Se ha perdido porque “tenía el corazón enfermo”, ofuscado por una “disociación interior” y huye “para alejarse del Señor, para colmar esa oscuridad interior que la conducía a la doble vida”: estar en el rebaño y escapar a la oscuridad. “El Señor conoce estas cosas” y “va a buscarla”. “La figura que más me hace entender la actitud del Señor con la oveja perdida – confesó el Pontífice – es la actitud del Señor con Judas”:
“La oveja perdida más perfecta en el Evangelio es Judas: un hombre que siempre, siempre tenía algo de amargura en el corazón, algo que criticar a los demás, siempre distante. No conocía la dulzura de la gratuidad de vivir con todos los demás. Y dado que esta oveja no estaba satisfecha – ¡Judas no era un hombre satisfecho! – siempre escapaba. Escapaba porque era ladrón, iba por aquel lado, él. Otros son lujuriosos, otros… Pero siempre escapan porque existe aquella oscuridad en el corazón que los separa del rebaño. Es esa doble vida, esa doble vida de tantos cristianos, incluso con dolor podemos decir, sacerdotes, obispos… Y Judas era obispo, era uno de los primeros obispos, ¡eh! La oveja perdida. ¡Pobrecito! Pobrecito este hermano Judas como lo llamaba don Mazzolari, en aquel sermón tan bello: ‘Hermano Judas, ¿Qué cosa sucede en tu corazón?’. Nosotros debemos comprender a las ovejas perdidas. También nosotros tenemos siempre alguna cosita, pequeñita o no tan pequeñita, de la oveja perdida”.
El arrepentimiento de Judas
Lo que hace la oveja perdida – subrayó el Papa – no es tanto una equivocación cuanto una enfermedad que está en el corazón y que el diablo explota. Así, Judas, con su “corazón dividido, disociado”, es “el icono de la oveja perdida” y a la que el pastor va a buscar. Pero Judas no entiende y “al final, cuando ha visto lo que la propia doble vida ha hecho en la comunidad, el mal que ha sembrado con su oscuridad interior, que lo llevaba a escapar siempre, buscando luces que no eran la luz del Señor, sino luces como adornos de Navidad”, “luces artificiales”, “se ha desesperado”.
“Hay una palabra en la Biblia – el Señor es bueno, también para estas ovejas, nunca deja de buscarlas – hay una palabra que dice que Judas se ha ahorcado, ahorcado y ‘arrepentido’. Yo creo que el Señor tomará esa palabra y la llevará consigo, no sé, puede ser, pero esa palabra nos hace dudar. Pero esa palabra ¿qué significa? Que hasta el final el amor de Dios trabaja en aquella alma, hasta el momento de la desesperación. Y esta es la actitud del Buen Pastor con las ovejas perdidas. Éste es el anuncio, el feliz anuncio que nos trae la Navidad y que nos pide esta sincera exultación que cambia el corazón, que nos lleva a dejarnos consolar por el Señor y no por las consolaciones que nosotros vamos a buscar para desahogarnos, para escapar de la realidad, escapar de la tortura interior, de la división interior”.
El poder de Dios es su ternura
Jesús, cuando encuentra a la oveja perdida no la insulta, incluso si ha hecho tanto mal. En el huerto de los olivos llama a Judas “amigo”. Son las caricias de Dios:
“Quien no conoce las caricias del Señor, ¡no conoce la doctrina cristiana! Quien no se deja acariciar por el Señor, ¡está perdido! Es éste el feliz anuncio, ésta es la sincera exultación que nosotros queremos hoy. Ésta es la alegría, éste es el consuelo que buscamos: que venga el Señor con su poder, que son las caricias, para encontrarnos, para salvarnos, como a la oveja perdida y para llevarnos a la grey de su Iglesia. Que el Señor nos dé esta gracia de esperar la Navidad con nuestras heridas, con nuestros pecados, reconocidos sinceramente, de esperar el poder de este Dios que viene a consolarnos, que viene con poder pero cuyo poder es la ternura, son las caricias que han nacido de su corazón, de su corazón tan bueno que ha dado la vida por nosotros”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).