de Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Monterrey
Iniciamos, con toda la Iglesia, las celebraciones de un nuevo ciclo en la liturgia: El Adviento, tiempo que marca, de manera especial, la pauta para fortalecer nuestra preparación a las celebraciones por el nacimiento del Señor.
Este es un tiempo de esperanza gozosa, en el que los cristianos estamos llamados a reflexionar en cómo hemos llevado a la vida nuestra fe. Es un tiempo privilegiado en el que se nos propone una visión de paz. Todos los cristianos debemos ser instrumentos de paz, reflejando en nuestra vida el rostro misericordioso del Señor.
La paz, como fruto del Espíritu Santo, no admite superficialidades o alianzas pasajeras. La paz es un compromiso que todos debemos vivir y fomentar.
De manera especial, se reaviva este llamado a la paz, ante las situaciones que nuevamente ponen en un ambiente de tensión a las familias de nuestro Estado. No se puede permitir que la violencia crezca. Han sido muchos los esfuerzos que la sociedad y las autoridades han realizado, y no se debe claudicar en la lucha para hacer que no se vuelva a vivir lo que en el pasado tanto daño hizo a las familias y a la sociedad en general.
Hago un llamado a las autoridades para que redoblen los esfuerzos en esta área, especialmente en este tiempo en el que los trabajadores reciben su aguinaldo y en el que muchos se desplazarán de un lugar a otro en las tradicionales fiestas navideñas.
Aprovechemos este tiempo, previo a la Navidad, en el que se busca la convivencia con la familia y los amigos, para disfrutar cada momento. Invito, especialmente a los jóvenes, a moderar el consumo de alcohol. Es triste que, en el mes en que más debemos agradecer y celebrar la vida que nos ha traído el Señor, las familias se enluten por la imprudencia y los excesos.
Deseo de corazón que la paz reine en todos y, que este noble sentimiento, nos ayude a comprometernos en el fortalecimiento de los lazos fraternos en el mundo.
+ Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Monterrey