JUBILEO EXTRAORDINARIO DE LA MISERICORDIA. Continente Americano.

Bogotá, Colombia, 27 al 30 de agosto de 2016
NOTA DE PRENSA 8

JUBILEO DE LA MISERICORDIA EN EL CONTINENTE AMERICANO

Mons. Joseph Kurtz: “La gracia de Jesús que toca los corazones es una gran ola de misericordia”

Homilía del presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos en la Eucaristía al comienzo de la segunda jornada del Jubileo de la Misericordia en el Continente Americano

BOGOTÁ, 28 DE AGOSTO | “Como una ola de personas en un evento deportivo, que se abre paso en el estadio, así también en este mundo la gracia de Jesús que toca los corazones es una gran ola de misericordia”. Así lo ha dicho el arzobispo de Lousville y Presidente de la Conferencia de los Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés), monseñor Joseph Kurtz, en la eucaristía que marcó el inicio de las actividades del segundo día del Jubileo Extraordinario de la Misericordia en el Continente Americano, que se desarrolla en Bogotá (Colombia), del 27 al 30 de agosto.

Durante la homilía, pronunciada en lengua inglesa, monseñor Kurtz recordó que “somos invitados a acompañar a quienes están profundamente necesitados de misericordia, pero sólo después de haber permitido a Jesús entrar en nuestros corazones con su misericordia”, para lo cual es preciso reconocer con humildad que “soy un pecador”.

A partir de la “sabiduría del banquete”, refiriéndose al evangelio del día (Lc 14, 1.7-14), monseñor Kurtz invitó a detenerse en la importancia del servicio humilde, sincero y eficaz a los demás, sin pretender ocupar los “primeros puestos”. En ese sentido, de cara al Año de la Misericordia, propuso algunas interpelaciones con relación al impacto de la acción evangelizadora en el continente: “¿Cuál será el efecto de este gran Año Jubilar de la Misericordia?, ¿he permitido a Jesús que ablande mi corazón?, ¿me presento ahora al banquete para compartir la alegría de los novios, o sigo buscando ocupar los primeros lugares?”.

Desde este horizonte, el presidente de la USCCB aseveró que “en este mundo existen muchos modos de encontrar a Jesús en los demás”, señalando, concretamente, algunos de ellos: “sanar las heridas de las víctimas de la violencia y llamar a los violentos a la conversión; dar el primer paso para brindar dignidad y respeto a todo ser humano, especialmente a aquellos que no tienen voz y a los inocentes, desde el momento de la concepción hasta a muerte natural; cuidar apropiadamente de nuestra casa común, que es el planeta Tierra”. En síntesis: “cada día podemos buscar a Jesús en la vida de nuestro prójimo”.

Junto a monseñor Kurtz, el cardenal Gérald Lacroix, arzobispo de Quebec y primado de Canadá, y monseñor José Horacio Gómez, arzobispo de Los Ángeles, fueron los concelebrantes principales.

Dpto. de Comunicación y Prensa CELAM

Se presenta, a continuación, el texto completo de la homilía de monseñor Joseph Kurtz en español:

 

Acompañar a quien padece necesidad y ser acompañados nosotros mismos mientras miramos a Jesús, quien es “el rostro misericordioso del Padre”: éste es el llamado del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. El Papa Francisco nos dice que “la misericordia se ha hecho viva y visible en Jesús de Nazareth” (MV n. 1). Así comenzamos, con esta mirada al rostro de Jesús y esa doble llamada a recibir y compartir misericordia. Somos invitados a acompañar a quienes están profundamente necesitados de misericordia, pero sólo después de haber permitido a Jesús entrar en nuestros corazones con su misericordia –sólo después de habernos encontrado con Él– en nuestra condición de pecadores y en su misericordia. Sólo así, con gran humildad, podemos ser discípulos llamados a anunciar un jubileo de misericordia.

Poco tiempo después de su elección como Papa, se le preguntó a Francisco cómo se describiría a sí mismo, a lo que él respondió con sencillez: “Soy un pecador”. De este modo hizo eco a la primera lectura del Eclesiástico, con su llamada a la humildad y, haciéndolo, se unió a su predecesor, el Papa Benedicto, en las palabras que pronunció al inicio de su pontificado: “Soy un humilde siervo de la viña del Señor”. El Papa Francisco camina con Jesús en la misericordia y nos pide seguirlo.

Nos reunimos en conferencia para hacer balance y para celebrar este gran Año Jubilar. ¿Cuál ha sido su efecto? Una noche a inicios de junio en una Asamblea arquidiocesana de sacerdotes en Louisville, KY, me junté con algunos hermanos sacerdotes para reflexionar sobre el don de este Jubileo. Como una letanía espontánea, fueron apareciendo de cada uno numerosos testimonios de misericordia… del don del sacramento de la reconciliación ofrecido a muchos, de penitentes que se acercan, de visitas a las casas de personas que llevan mucho tiempo alejadas de la Iglesia, de familias reconciliadas, y de matrimonios plenamente realizados. ¡Seguramente cada uno de ustedes, delegados, podría añadir otras experiencias a esta letanía jubilar de misericordia!

El Papa Francisco ha hablado de la necesidad de ir a las periferias y de no permanecer como Iglesia volcados sobre nosotros mismos. El jubileo da expresión a este llamado. Como una ola de personas en un evento deportivo, que se abre paso en el estadio, así también en este mundo es una gran ola de misericordia la gracia de Jesús que toca los corazones.

En el Evangelio de hoy, Jesús nos llama a contemplar la “sabiduría del banquete”, proponiéndonos una parábola muy sencilla, fácil de comprender y de aplicar a la propia vida, y que nos introduce sugerentemente en este movimiento del corazón. El personaje central en esta parábola acude a un evento y se preocupa por el lugar que le corresponde. Se ubica adelante, en un puesto de preeminencia, pero pasa vergüenza cuando lo envían a un lugar inferior. Una lástima por él y por todos aquellos que, aunque no buscaron los primeros lugares, se preocuparon en sus corazones por ser notados y por obtener algún tipo de trato preferencial.

Hay que notar que el contexto central en que tienen lugar todos estos cálculos humanos ¡es una boda! ¡Una boda! Este hecho es fundamental para comprender la parábola. En una boda de lo que se trata es de un esposo y una esposa que desean compartir su alegría con nosotros, pero esta persona desafortunadamente sólo piensa en su propio lugar en el banquete. Señor, ten piedad; ten piedad cuando pienso no en los demás sino sólo en mi propio lugar en la mesa; ten piedad cuando busco ser yo el centro en un banquete ajeno.

¿Cuál será el efecto de este gran Año Jubilar de la Misericordia? Hoy no nos fijamos en la Iglesia Universal o en la diócesis que nos ha tocado servir. Hoy más bien miramos dentro de nuestros corazones. ¿He permitido a Jesús que ablande mi corazón? ¿Me presento ahora al banquete para compartir la alegría de los novios, o sigo buscando ocupar los primeros lugares?

Evidentemente la fiesta de bodas es un símbolo. En este mundo existen muchos modos de encontrar a Jesús en los demás: al sanar las heridas de las víctimas de la violencia y al llamar a los violentos a la conversión; al dar el primer paso para brindar dignidad y respeto a todo ser humano, especialmente a aquellos que no tienen voz y a los inocentes, desde el momento de la concepción hasta a muerte natural; al cuidar apropiadamente de nuestra casa común, que es el planeta Tierra. Cada día podemos buscar a Jesús en la vida de nuestro prójimo.

Sin embargo, y esto es algo crucial, nuestros ojos estarán puestos en los que son como los esposos del banquete sólo si están puestos primero en Jesús. En la carta a los hebreos se afirma que el verdadero culto, con el que nos acercamos al Monte Sión, a la Jerusalén celeste, la ciudad del Dios vivo, será el lugar en el que Jesús, nuestro Mediador, y su sangre, harán puro nuestro culto. Este culto, que limpia nuestros corazones y nos llena de alegría, será la alegría que nos lleva a mirar hacia afuera, hacia los esposos, y hacia cada persona que anhela recibir el amor y la misericordia de Dios.

El padre Servais Pinckaers, O. P., en La espiritualidad del martirio… Hasta los límites del amor, identifica el núcleo de los mártires de la Iglesia naciente no en su gran valentía y fuerza, sino en su humildad y en su fe al seguir al Señor Jesús. Hablando del testimonio del diácono San Esteban, afirma que “el diácono Esteban no es llamado martus porque murió por Jesús, sino por su testimonio de Jesús en su actividad evangelizadora”. Nosotros tomamos inspiración de los primeros santos. También podemos mencionar a María Magdalena, a quien el calendario de la Iglesia honra como la primera mujer que experimentó la misericordia del Señor Resucitado. Fue este encuentro el que movió su corazón a anunciar la alegría de su resurrección a los demás. Como ella, nosotros también compartimos lo que primero recibimos.

Que Jesús, nuestro Salvador Misericordioso, bendiga a las Américas, bendiga a la Iglesia que anuncia la buena nueva, nos bendiga a todos los que recibimos y compartimos la misericordia de Dios mientras dirigimos nuestra mirada a Jesús, quien es “el rostro de la misericordia del Padre”.

S. E. R. Joseph E. Kurtz
Arzobispo de Louisville
Presidente de la Conferencia de los Obispos Católicos de los Estados Unidos