LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Lc. 24, 46 – 53
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR, NUESTRA GARANTÍA DE FUTURO
La fiesta de la Ascensión del Señor, celebrada tradicionalmente en jueves, se traslada desde hace algún tiempo al domingo siguiente. ¿Qué celebramos en esta fiesta?
Jesús ha concluido su obra y se va. En su ascensión gloriosa celebramos la fiesta de nuestra humanidad glorificada: donde yo estoy, dice Jesús, llegaran también ustedes. Por ello es necesario considerar las palabras de los ángeles y su mensaje: ¿Qué hacen ahí mirando al cielo? Y las de Jesús: vayan por todo el mundo, anuncien el evangelio, sean mis testigos. La Ascensión es una celebración en la fe de un mensaje de esperanza. Nuestra vida es el tiempo de presencia invisible de Jesús entre nosotros en la espera de su retorno glorioso, para introducirnos en la gloria final. Hoy se apaga el cirio pascual. Queda ahora el tiempo de la Iglesia, nuestro tiempo. Y nos llenan de esperanza las palabras: “Yo estaré con ustedes…” De hecho San Lucas comienza la narración de los Hechos de los Apóstoles donde termino su evangelio, dando a entender la continuidad de una misma realidad en dos tiempos: el tiempo de la presencia de Jesús y el tiempo de la Iglesia.
La Ascensión del Señor propone una nueva etapa cuya meta compromete la actividad y esfuerzo de toda la vida. Apoyado en la esperanza de esta meta aconseja San Pablo a los creyentes no entristecerse por sus muertos como los que no tienen esperanza, porque la muerte es una etapa necesaria para la meta suprema.
La Ascensión del Señor es nuestra garantía de futuro. Él se va una vez cumplida su misión abriendo nuevas rutas de la nueva vida. Y va a prepararnos un lugar porque donde está Él quiere que también estén los suyos. El ascender visiblemente no alude a un lugar espacial, sino a un estado, una manera de existir y ser feliz sin condicionamientos; el cielo estaba arriba como morada de Dios. Se trata del feliz término del camino que Jesús concluyo y que todo humano debe recorrer para llegar a Dios.
Nuestro camino, como el de Jesús, no desemboca en la nada, sino en la luz y la plenitud de Dios; es un camino que debe ser elaborado en el recorrido terrenal dando testimonio de la fe en Jesús con fidelidad incansable. Por ello, el mensaje de la Ascensión del Señor es: no se queden inactivos mirando al cielo donde desapareció Jesús, miren a la tierra, bajen de la montaña donde están los hermanos y desarrollen allí toda la actividad misionera, vayan a todas partes y a todos. Los obispos en Aparecida señalamos no quedarnos con los brazos cruzados: “No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos, sino URGE acudir en todas las direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra, que el amor es más fuerte…” (DA 548). “Sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos… es un afán y anuncio misionero que tiene que pasar de persona a persona, de casa en casa, de comunidad a comunidad” (DA 550).