Pbro. Mtro. Filiberto Cruz Reyes
Para mi hermano Francisco
Una de las actividades principales del Obispo de Roma es promover la Comunión y la unidad en la Iglesia, así como la diversidad dentro de la misma. En cada eucaristía que se celebra se hace lo que se llama “epíclesis” (invocación); se invoca al Espíritu Santo en dos momentos de manera especial; se invoca para suplicarle que el pan y el vino se transformen en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo y, posteriormente, se invoca para que “el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo”. En efecto, es el Espíritu Santo quien edifica la Iglesia con la diversidad de dones que otorga y sólo él puede mantenerla unidad. Por eso la misión del Obispo es promover la misión hacia el interior de la Iglesia, hacia los que aún no conocen a Jesucristo (misión ad gentes) y hacia los hermanos con quienes se ha roto la comunión: promover el ecumenismo.
Luego de cerca de dos siglos de tensiones entre la Iglesia de Roma y la de Constantinopla por motivos en parte políticos y en parte religiosos, entre estas dos capitales que fueron del antiguo imperio romano, el 16 de julio de 1054 se da la división, acaece el cisma cuando los Legados del Romano Pontífice con el Cardenal Humberto De Silva a la cabeza depositaron sobre el altar de Santa Sofía durante los oficios divinos una sentencia de excomunión al Patriarca Miguel Cerulario y sus seguidores, no era contra el Emperador ni contra el pueblo. El Patriarca reaccionó excomulgando a su vez a los Legados pontificios. Surge así la que históricamente es conocida como la Iglesia Ortodoxa.
Durante el Concilio Vaticano II (7 de diciembre de 1965) el Papa Pablo VI invitó al Patriarca de Constantinopla, Atenágoras, a Roma; ahí los dos hicieron una Declaración común en la que ponían fin a las ofensas que sus antepasados se habían hecho y también a las mutuas excomuniones. Empezaba así hace 50 años un camino hacia la reconciliación plena entre estas dos partes de la iglesia.
En el 2000, del 13 al 16 de agosto, la Iglesia ortodoxa rusa realizó su Asamblea Jubilar del sínodo de los Obispos en Moscú. De ahí salió un documento: “Principios fundamentales sobre la actitud de la Iglesia ortodoxa rusa respecto de las otras confesiones cristianas”. Ahí la iglesia rusa ortodoxa se autodenomina como Iglesia una, santa, católica y apostólica. Así mismo se dice que la iglesia universal vive en el mundo subdividida en diversas iglesias particulares, cosa que también la iglesia católica afirma (LG 23), sólo que la iglesia rusa afirma que esas iglesias particulares son “iglesias nacionales autocéfalas” (n. II, 2), es decir, estas iglesia nacionales autocéfalas poseen un territorio que se circunscribe dentro de los confines de la nación. Esto tiene consecuencias difíciles para ellos mismos cuando hay cambios geopolíticos.
En 2002 la Santa Sede erigió una Provincia eclesiástica en la Federación Rusa conformada por cuatro diócesis: Saratov, Novosibirsk, Irkutsk y Moscú. La Santa Sede fue muy cuidadosa teniendo presente el principio de las “iglesias nacionales autocéfalas”, por lo que no erigió la Arquidiócesis “de” Moscú, como paralela al patriarcado ortodoxo “de” Moscú, sino que le llamó Arquidiócesis de la Madre de Dios “en” Moscú, ligando el nombre no al de la ciudad sino al de la catedral. Lo mismo hizo con las otras tres. Sin embargo esto provocó una reacción por parte de la Iglesia ortodoxa: suspendió las relaciones oficiales con. la Santa Sede. El Patriarca era Alejo II.
Desde 2009 el Patriarca de Moscú es Cirilo, con quien el Papa Francisco se encontró de manara inédita este viernes 12 de febrero en La Habana, en su camino hacia México. Estos dos hombres han hecho historia al derribar los muros del prejuicio, el resentimiento y la división ya casi milenarios. Ese encuentro es una señal de fraternidad que da ejemplo y pretende ahuyentar el fantasma de la guerra en nombre de Dios. Vencer nuestro orgullo y prejuicios es camino seguro para la paz y reconciliación.
La Santísima Eucaristía no es medio para fomentar el ecumenismo sino su objetivo final, por eso Francisco y Cirilo no podrían concelebrar juntos la Eucaristía mientras no se restablezca plenamente la Comunión, que el Espíritu Santo nos conceda verlo un día.
¡Bienvenido a México Francisco, gracias Cirilo!