Luis-Fernando Valdés
Dos preguntas sobre el viaje del Papa a México: ¿Qué espera el Papa obtener de este país? ¿Qué esperan los mexicanos que el Pontífice le aporte a esta nación? En ambas respuesta radica la clave para entender el viaje apostólico de Francisco.
1. Los mexicanos le preguntan al Papa. En un interesante ejercicio periodístico, el corresponsal de Notimex, Andrés Beltramo, pidió a un nutrido grupo de mexicanos que grabaran sus propias preguntas para el Obispo de Roma.
Y luego el periodista se las proyectó al Santo Padre y Francisco grabó en video sus respuestas. Este video y su transcripción representan un gran documento sobre los que el Pontífice y los mexicanos esperan de esta visita y, en cierto modo, son como la “clave de lectura” de este acontecimiento.
2. Un cambio de perspectiva. Jorge Armando, de la Ciudad de México, le formula una pregunta que refleja la expectativa de paz y esperanza que los mexicanos tienen de esta visita apostólica: “Su, Santidad, ¿a qué viene a México, qué nos viene a traer a México?”
Pero el Papa Francisco sorprende con su respuesta, porque no ofrece una respuesta directa, sino que anuncia que es él quien llega para aprender. “Yo te quisiera decir –contestó el Pontífice– que lo que más me mueve a mí es: ¿qué voy a buscar a México? Yo voy a México no como un Rey Mago cargado de cosas para llevar, mensajes, ideas, soluciones a problemas… Yo voy a México como un peregrino, voy a buscar en el pueblo mexicano, que me den algo… Voy a buscar la riqueza de fe que tienen ustedes, voy a buscar contagiarme de esa riqueza de fe.”
Este cambio de perspectiva da el tono del viaje: el Santo Padre no viene a imponer soluciones desde arriba, sino que viene a convivir con la gente, viene a aprender, y desde ese diálogo dará las respuestas a la problemática religiosa y social de México.
3. La paz, buscada desde la fe religiosa. Juan Valderrama, del Estado de Chihuahua, dice con sencillez lo que espera del Papa: “Que nos ayude aquí a bendecir a Juárez, porque está muy peligroso aquí todo Juárez. Que nos dé paz aquí en Juárez”.
El Santo Padre con su acostumbrada claridad responde que México que está viviendo su “su pedacito de ‘guerra’, su pedacito de sufrimiento, de violencia, de tráfico organizado”, y añade que viene “para rezar con ustedes, para que los problemas de violencia, de corrupción y todo lo que ustedes saben que está sucediendo, se solucione”.
Francisco explica que “la paz es algo que hay que trabajarla todos los días… ¡la paz hay que pelearla todos los días!, hay que combatir todos los días por la paz, no por la guerra”. Y dio un consejo para conseguirla: el diálogo.
“La paz nace de la ternura, la paz nace de la comprensión, la paz nace o se hace en el diálogo, no en la ruptura, y ésta es la palabra clave, el dialogo: diálogo entre los dirigentes, diálogo con el pueblo y diálogo entre todo el pueblo”, dijo.
Francisco viene a ser un “mensajero de paz y misericordia”, que aprende de la fe de los mexicanos y que habla de esperanza religiosa. Por eso, esta visita marca un parteaguas en la relación entre la religión y la sociedad mexicana, que puede ser un estupendo cambio de paradigma a nivel global para las relaciones entre la Iglesia y los Estados laicos.
El punto de divergencia, que era la intervención de la Iglesia en los problemas sociales (como la paz, migrantes, pobreza, etc.), es ahora el lugar de convergencia, porque va quedando claro que la Iglesia no busca ser una alternativa política, sino una fuente de aliento y esperanza para los ciudadanos.