Pbro. Mtro. Filiberto Cruz Reyes
Este martes 6 de octubre, el vocero del Vaticano, el Padre Federico Lombardi confirmó que el Papa Francisco visitará México el próximo año, sin precisar fecha ni agenda; lo mismo hizo la Secretaría General de la Conferencia del Episcopado Mexicano. Esta noticia ha desatado todo tipo de opiniones y comentarios, por lo que parece necesario recordar algunas cosas clave para no perdernos en este mar de ideas.
Aquel memorable miércoles 13 de marzo, fecha de la Elección del Papa Francisco, en su primer saludo desde el balcón central de la Basílica de San Padro, afirmó el sucesor de Pedro: “Hermanos y hermanas, buenas tardes. Sabéis que el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos Cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo…, pero aquí estamos. Os agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo”. Sí, el Obispo de Roma es también al mismo tiempo el Pastor de la Iglesia Universal.
Los conceptos “Obispo” y “visita” en castellano, aparentemente no tienen ninguna relación semántica. La palabra “obispo” deriva del griego “epískopos”, que a su vez deriva del verbo “episképtomai/episkopéo”, que significa en el griego profano (Jenofonte, Plutarco) la acción de mirar, pero también la de reflexionar, así como la de visitar; en general se alude a las personas enfermas.
En el griego de la Biblia de los LXX, episképtomai expresa un concepto particularmente importante: el de la «visita» de Dios al pueblo de Israel entendida como momento de la intervención divina en la historia. Baste como ejemplo el texto de Gn 21,1, donde el verbo en cuestión indica la «visita» del Señor a Sara aún estéril y el de Ex 3,16 donde a través de Moisés el Señor dice: «He venido a visitarlos y a cuanto les sucede en Egipto». Las dos prevén «visitas» destinadas a incidir profundamente en las vicisitudes narradas. Después de la primera, Sara dará a luz a Isaac; después de la segunda, será la salida de Egipto.
También en el griego neotestamentario episképtomai es el verbo de la visita. Visita realizada simplemente a los enfermos [Mt 25,36: «Estuve enfermo y me visitaste» (epesképsasthé me)] o, más significativamente, a personas de las cuales se ha tomado el cuidado y se tiene responsabilidad. Así Pablo exhorta a Bernabé al oficio apostólico de la visita a las comunidades de los lugares donde ya se anunció el evangelio, diciendo: «Vamos a visitar a los hermanos (episkepsòmetha toùs adelphoùs) de todas las ciudades en las cuales anunciamos la palabra del Señor, para ver cómo están» (Hch 15,36).
En la gama de significados de episképtomai tiene, por tanto, relevancia el uso semántico de la visita: visita a los enfermos, de Dios que interviene en la historia y de los hombres que se sienten corresponsables del destino de otros hombres (Cf. Miragoli, E., La visita pastorale: «anima regiminis episcopalis», en Quaderni di Diritto Ecclesiale 2 (1993) 122-149.
De alguna manera, parece legítimo y fascinante encontrar en la etimología, la verdad de la lengua, un antiguo, posible ligamen entre el “obispo” y la “visita”; ésta, casi en sentido pastoral, siempre fue parte de los deberes del Obispo. En efecto, en la legislación actual, el Código de derecho canónico establece en el canon 396 § 1: “El Obispo tiene la obligación de visitar la diócesis cada año total o parcialmente de modo que al menos cada cinco años visite la diócesis entera, personalmente o, si se encuentra legítimamente impedido, por medio del Obispo coadjutor, o del auxiliar, o del Vicario general o episcopal, o de otro presbítero”. El obispo de Roma por lo tanto, visita pastoralmente no sólo la diócesis de Roma, sino que puede visitar cualquier iglesia particular en el mundo entero.
Los viajes apostólicos del Romano Pontífice se inscriben pues en este contexto de lo anteriormente dicho, sobre todo en el sentido bíblico, por lo que cualquier especulación sobre los fines que se le pretenden atribuir, de tipo ideológico, geopolíticos o de culquier otra índole ajena al evangelio, resultan simplemente extraños; porque ¿qué extraños motivos tendría un anciano Cardenal de 76 años de la Santa Iglesia Romana para dejar todo en su Buenos Aires y lanzarse a predicar —¡a esa edad que quede claro!— la misericordia de Dios, literalmente “a todo el mundo”, fuera de lo que dice el evangelio de este domingo: “Ve y vende todo lo que tienes… ven y sígueme?”.