Luis-Fernando Valdés
(Fe y Razón) El genocidio de los armenios por fin fue reconocido a nivel internacional, mientras que otros “genocidios” muy recientes pasaron a segundo plano. Pero, ¿cuál es el interés de hablar de estas masacres: la morbosidad o la solidaridad?
En una semana, hemos recibido noticias del asesinato de 28 cristianos etíopes capturados en Libia por parte del Estado Islámico (19 abril) y de un nuevo naufragio el Mediterráneo, que costó la vida a por lo menos 700 migrantes del norte de África (18 abril).
Además, apenas hemos recibido información sobre una masacre continua de civiles por parte de grupos armados en la región de Mbau (República Democrática del Congo) (10 abril 2015).
En sentido estricto, el “genocidio” es un delito internacional que comprende “cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal”. Este es el caso de los cristianos perseguidos por el Estado Islámico.
Sin embargo, hay tragedias que aunque no pretenden expresamente la eliminación de grupos étnicos o religiosos, afectan de tal manera a uno de esos grupos, que su efecto es prácticamente similar.
De ahí que también podamos reclamar la atención a ciertos problemas internacionales y llamarles en sentido análogo “genocidios”, como es la caso de las víctimas de la migración (tanto en América como en Europa) o de los afectados por las guerras olvidadas en África.
La indiferencia ante las tragedias nos deshumaniza. Por eso, es importante tener presentes los genocidios y las masacres. Pero, no hay que confundir el “seguimiento noticioso” de una tragedia de este tipo con la “morbosidad”.
El seguimiento busca estar al día de los hechos para aportar o exigir soluciones, como pedir a las potencias internacionales que intervengan. En cambio, el morbo es la curiosidad malsana, que se enfoca sólo en los datos sangrientos, y desea nuevas noticias sólo para curiosear en las desgracias.
Cuando pedimos que estos genocidios raciales o religiosos y las tragedias de los migrantes sigan presentes en la opinión pública, evidentemente nos referimos al “seguimiento noticioso”. Pero también aquí cabe un matiz, pues no nos referimos a pedirle a las agencias internacionales que nos informen de estas masacres, ya que de hecho sí lo hacen.
Se trata más bien que seamos los ciudadanos quienes realicemos este “seguimiento noticioso”, y de manera activa busquemos una respuesta internacional, que les pueda procurar solidaridad y seguridad a los ciudadanos perseguidos tanto Medio Oriente como en África; y los mismo respecto a los migrantes y otros grupos vulnerables.
Como tenemos acceso a la información inmediata de todo lo que sucede en cualquier lugar del mundo, tenemos también una gran responsabilidad, pues nuestro prójimo ahora es cualquier ciudadano del orbe.
Por tanto, hoy la solidaridad se manifiesta en el afán de cada uno por ser un lector activo, que da seguimiento a estos “genocidios” y que mediante pide soluciones, al menos participando en las redes sociales.
En cambio, cuando la tragedia de un pueblo –no importa de qué latitud, ni de qué raza o religión– deje de ser objeto de nuestro seguimiento, y nos olvidemos de protestar y pedir soluciones, nos habremos convertido en cómplices mudos.
***
La columna “Fe y razón” cumple 10 años de publicarse cada domingo de modo ininterrumpido. El Autor agradece profundamente a todos los lectores su constante apoyo.