La Iglesia nos invita, en este tiempo de Navidad, a “alegrarnos en el Señor, porque el Señor está cerca” (Fil. 4,4.5); más aún, Él está con nosotros, es el Emmanuel. Las profecías que anunciaron la venida del Salvador, son todas ellas una invitación a la alegría: “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel, alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén” (Sof. 3,14.17).
Ahora Jerusalén es el pueblo cristiano, porque estas profecías se cumplieron en la Noche Buena, en el portal de Belén: “El ángel dijo a los pastores: les anuncio una gran alegría, que es para todo el pueblo: ¡Hoy les ha nacido el Salvador!”. Y, allá en el cielo, entonaron los ángeles: ¡”Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres amados del Señor!”. El motivo de tanta alegría es porque tenemos ya un Salvador, Jesús, el Hijo de María, nacido en el portal de Belén. Él está aquí con nosotros, porque somos los hombres “amados del Señor”. La inmensa alegría que nos trae el nacimientos del Salvador es fruto del saber que Dios nos ama, y que está con nosotros. La soledad del hombre se rompe con la cercanía de Dios.
Quisiera ser capaz de comunicarles un poco de esta alegría. La Iglesia lo hace invitándoles a celebrar las posadas con espíritu cristiano, a reunirse en familia con los suyos, a compartir con los vecinos la fe católica, a asistir a Misa para dar gracias por el nacimiento de Jesús, a socorrer al hermano pobre y necesitado, porque Jesús es el Salvador de todos y no excluye a nadie de su alegría: ¡Todos tienen derecho a alegrase con Jesús! La alegría cristiana siempre se comparte con los demás.
Es verdad que tenemos todavía miedos y temores, penas y dolores, sufrimientos y aflicciones… pero la alegría debe ser mayor. Si miramos con ojos cristianos las cosas, veremos que abunda más lo bueno que lo malo, que es más fuerte el poder de Dios que los ataques de Satanás, que es más poderoso el bien que el mal, que hay más bondad en el mundo que maldad… Nuestra patria ha pasado por momentos críticos, pero sigue en pié. Estamos en pié gracias a la oración de los creyentes, a las súplicas que en todos los rincones de México hemos elevado al Señor. Los fieles católicos hemos orado al Señor por la paz, porque sabemos que la oración es poderosa, que es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios: Dios se rinde ante el poder de nuestra humilde oración, y nos dice, como a María: ¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!”. Con éstas palabras llenas de fe y de esperanza les digo de corazón: ¡Alegrémonos todos en el Señor, Él está con nosotros! Él viene a celebrar la fiesta de la salvación con nosotros. ¡Hagámosle a Jesús un lugar digno en nuestro corazón, en nuestra familia y en nuestra sociedad! ¡Con estos pensamientos les deseo de corazón una santa, feliz y alegre Navidad!
† Mario de Gasperín Gasperín Obispo de Querétaro