El largo y silencioso camino de la Cuaresma y el drama trágico del Calvario, se iluminan y llenan de cantos con el gozo de la resurrección de Cristo en estas fiestas de Pascua.
La Iglesia retoma el anuncio gozoso que el ángel hizo a las mujeres junto al sepulcro vacío, y nos dice: “No teman. Ya sé que buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí. Ha resucitado, como lo había dicho… Vayan, y anuncien a mis hermanos que irá delante de ustedes a Galilea. Allá lo verán”.
Este anuncio gozoso resuena en nuestros templos, acompañado del repique de las campanas y del cántico del aleluya; con el esplendor del Cirio pascual y el perfume de las flores; pero, sobre todo, con la alegría de nuestro corazón, porque, “éste es el día del triunfo del Señor; él sea nuestra alegría y nuestro gozo”. Es el gozo prometido por Jesús y que nadie nos podrá quitar.
La Resurrección de Cristo es nuestra esperanza de resurrección; el triunfo de Cristo es nuestra victoria; la vida del Resucitado es la nueva vida del cristiano, que recibimos en el Bautismo. Si con Cristo morimos al pecado, con Él resucitamos a la vida nueva. Llevemos una vida digna de resucitados. Hagámonos dignos de tanta gloria. Por eso le decimos:
Cristo, “Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia, que estás resucitado; la muerte en ti no manda. Rey Vencedor, apiádate de la miseria humana, y da a tus fieles parte en tu victoria santa” Amén.† Mario de Gasperín Gasperín Administrador Apostólico