Maravillado y muy afortunado se declaró el Jefe del Ejecutivo español, el señor José Luis Rodríguez Zapatero, en su reciente visita a México que inició precisamente en las pirámides de Chichén Itzá, allá por las regiones de Cancún. Y no fue porque al señor Zapatero le interesaran sobremanera las ruinas mayas, vencedoras en la reciente contienda nada menos que de la Alhambra, tan cercana sin duda a su morisco corazón; no fue eso lo que le causó tanto bienestar y sentirse tan bien en esos parajes peninsulares, sino la advertencia que con claridad meridiana hizo el presidente del Consejo Superior de Cámaras del Reino de España al presidente Felipe Calderón, acerca de la “incertidumbre” que la reforma hacendaria generaría a los intereses económicos de los inversionistas españoles, acostumbrados a despacharse con la cuchara grande en sus empresas en aquellas tierras todavía nuestras.
Porque el señor Rodríguez Zapatero será muy socialista en asuntos políticos, educativos o relativos a la iglesia católica, pero en lo que mira a los intereses económicos no se aparta ni un ápice del más crudo y salvaje capitalismo. Lo que lo trae por esos rumbos no son las maravillas del Mayab sino los intereses de sus empresas en Cancún. Esto no lo han de ignorar nuestros avispados políticos, pero tampoco lo desconoce el pueblo medianamente ilustrado, como nos lo pretende hacer creer; porque, como decía el ranchero, no molesta que los políticos lo quieran engañar a uno, sino que piensen que uno se lo cree.
Hay que saber que el señor Zapatero es uno de los mayores promotores del laicismo en España y en toda Europa. El laicismo, como nos lo acaba de recordar en su magistral conferencia en la Universidad Católica el cardenal arzobispo de Toledo Mons. Antonio Cañizares, el laicismo es simple y llanamente la negación de Dios y la afirmación del hombre en su lugar. Pero, cuando desaparece Dios, desaparece necesariamente el hombre, imagen suya. Negar la presencia de Dios en la vida conduce al infierno, que es la ausencia de Dios. Échele un vistazo atento y reflexivo a nuestro entorno, y vea por donde andamos.
El hombre, engallado contra Dios y exaltado sobre su propia miseria, sólo alcanza a mostrar su desnudez. Los regímenes laicistas, eliminado el “estorbo” de Dios, ponen en su lugar al Estado y éste se vuelve, siempre, un ídolo opresor. En España han puesto, en lugar de la religión y la moral, la educación para la ciudadanía, donde el Estado es el maestro, el educador, el rector, la última palabra, el gran papá…dios. De esto algo sabemos también nosotros. No necesitamos las lecciones del señor Zapatero,… ni las otras que vino a darnos el señor Aznar.
† Mario De Gasperín Gasperín Obispo de Querétaro