Cuando el documento final de Aparecida exclama con esperanza: “¡Necesitamos un nuevo Pentecostés!”, manifiesta su fe en que es posible recorrer un camino en el cual se pueda recomenzar desde Cristo, donde podamos abrir las puertas y dejar atrás los miedos y frenos para realizar la misión con un nuevo ardor y vigor.
El documento añade: “¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo que ha llenado nuestras vidas de “sentido”, de verdad y amor, de alegría y de esperanza!”.
Esta experiencia me parece que la hemos vivido junto con todos los sacerdotes al realizar juntos el curso sobre el discipulado, donde la presencia del Espíritu Santo, a la manera de un Nuevo Pentecostés iluminó las mentes y los corazones de todos, para poder asumir el compromiso de que “sólo somos un verdadero discípulo cuando hacemos que otros sean discípulos, con nuestra palabra y testimonio”. Esta es la tarea que tenemos que hacer y compartir en todas nuestras comunidades con alegría y esperanza, y con la conciencia de que es la fuerza del Espíritu Santo quien abre las puertas de nuestros corazones y de nuestras comunidades para impulsar la misión permanente.
La razón la plantea el documento de Aparecida cuando señala: “No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos, sino urge acudir en todas las direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra, que el amor es más fuerte… que él nos convoca en Iglesia, y que quiere multiplicar el número de discípulos y misioneros en la construcción de su Reino…” en nuestra Diócesis.
Hoy celebramos Pentecostés, donde el primer regalo de Jesús Resucitado a sus discípulos es la paz, luego la alegría; después les da el Espíritu Santo con el objetivo de que continúen con su misión, perdonando los pecados, dando la vida al ser humano.
Vivamos nuestro Pentecostés, nuestro nuevo Pentecostés, recordando que el don ha sido dado a cada uno en nuestro Bautismo y de manera más plena en la Confirmación. Todos, sacerdotes, laicos, consagrados y obispo, nos lanzamos abriendo puertas, celebrando este día de Pentecostés, haciendo de nuestra vida una vida en el Espíritu, sin miedo y envueltos en la alegría de recorrer los caminos de la misión a la que nos lanza esta efusión del Espíritu Santo.
Nadie puede excusarse de esta tarea.
IX Obispo de Querétaro
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