(Hablemos claro) Como un grito lastimero resuenan en mis oídos los lamentos de tantos papás que acuden para obtener como si fuera una varita mágica las solución al quejido de sus hijos: “Ya no puedo más con mis hijos”, “no me obedecen” “son muy respondones, me resongan”, “ya estoy cansada de sus caprichos”, “quejas en la escuela y no digamos en casa con sus hermanos”… Y un largo etcétera.
No sé si alguna vez nos hemos cuestionado si “educar es un arte”. O aquella expresión: “cría cuervos y te sacarán los ojos”. Lo que sí está claro es que la labor educativa y formativa de los papás es ingente y no exenta de errores diarios, pero poco a poco se puede ir limando y perfeccionando para buscar lo mejor de los hijos. Nadie nace sabiendo, ni existen fórmulas mágicas, sino sólo el deseo de pulir el diamante que debe brillar en cada hijo. He aquí algunos.
Uso inadecuado de la autoridad. Cayendo en los dos extremos de autoritarismo o permisividad. Uno genera hijos temerosos y maliciosos mientras que el otro les da exceso de libertad que los convierte en personas llenas de ataduras.
Incoherencia entre el decir y el actuar. Son de los errores que más comenten los padres con sus famosas amenazas que nunca llevan a cabo, así como las promesas incumplidas. Es el ejemplo de la autoridad débil y que puede quebrantarse fácilmente.
Diversidad en la autoridad. La falta de criterios educativos entorpece la formación. Desautorizándose entre ellos. La madre emite un mensaje y el padre otro, o viceversa y provoca en el hijo confusión para caminar en una misma dirección.
Falso concepto de la libertad. Permitiendo a los hijos que hagan lo que quieren, donde quieran, como quieran y a la hora que quieran. Mientras que educar en la libertad es permitir y promover que tomen decisiones en base a distintas posibilidades, ayudándoles a distinguir lo que es de provecho y lo que no.
Sobreprotección. Buscan evitarles a los hijos todo tipo de sufrimiento o dificultad posible. Es el exceso de amor posesivo, de apego desmedido, generando la inseguridad y la incapacidad para atreverse a los inconvenientes que se les presentan a diario.
Llenar vacíos con elementos materiales. Es el fenómeno de muchas familias, cuando lo ideal es compensarlo con tiempo para estar con sus hijos, convivir y satisfacer de amor, cercanía y cariño el propio hogar familiar.
No aceptar las limitaciones de sus hijos. Exigiéndoles habilidad que no tienen y los frustran a proyectos nada fáciles de alcanzar y realizar.
Seamos sensatos y formemos hijos sanos, trabajadores, responsables y llenos de virtudes que puedan aportar su talante a una sociedad necesitada de testimonios vivos y civilizados en la construcción de un país noble, justo, honesto y en paz. Lejos de la violencia que vivimos ahora. ¡Hablemos claro!