(¡Hablemos claro!) Vaya nuestro reconocimiento y nuestra sincera gratitud por todos aquellos hombre y mujeres que brillan por toda nuestra Iglesia católica realizando un verdadero apostolado de evangelización en cada rincón de nuestro mundo sediento de Dios.
Hoy celebramos el día del catequista en nuestra diócesis de Querétaro, por eso quiero rendir un sincero homenaje a este maravilloso y apasionante apostolado de los que son catequistas, aquellos que con verdadera vocación se dedican con generosidad, esmero y entrega a dar testimonio. En nuestra Iglesia no se crece por proselitismo o fanatismo, sino por la atracción y por el testimonio de la propia vida. San Francisco de Asís solía decir: “Predicad siempre el evangelio, y si fuera necesario también con las palabras”.
No me dejarán mentir, que lo que les mueve e impulsa a ser catequistas y vivir este estilo de vida como una verdadera vocación es la experiencia de su fe. Un fe que no pueden callar y desean compartirla y proclamarla. Quien cree es feliz y busca trasmitirla por necesidad propia. Un catequista siente que Dios le llama y necesita colaborar con su parroquia en este proceso de evangelización. Ésta es la misión de la Iglesia: hacer llegar a todos los hombres el plan de salvación que Jesús nos enseña.
Hace algunos años San Juan Pablo II decía en el jubileo de los catequistas: “El catequista está llamado a indicar en Jesús al Mesías esperado, al Cristo. Tiene como misión invitar a fijar la mirada en Jesús y a seguirlo, porque sólo Él es el Maestro, el Señor, el Salvador. Como el Precursor, el catequista no debe enaltecerse a sí mismo, sino a Cristo. Todo está orientado a él: a su venida, a su presencia y a su misterio”.
La gran mayoría de nosotros hemos contado con un catequista en un momento de nuestra vida: un sacerdote, religioso, religiosa, laico comprometido e inmediatamente nos surgen tantos recuerdos y enseñanzas que nos enriquecieron y nos hicieron disfrutar y saborear las cosas de Dios. ¡Cómo no manifestarles nuestra gratitud y deuda por esos bellos conocimientos que sembraron en nuestra búsqueda de Dios!
Hoy más que nunca necesitamos continuar con una catequesis que ayude a creer en Dios y en Jesucristo con fe viva y operante. Una catequesis de conversión del corazón que ayude a desterrar de nuestra vida el pecado con todas sus concupiscencias y seducciones. Una catequesis llena de contenidos para favorecer los lazos familiares y valores tradicionales que hemos heredado de nuestros abuelos y de nuestros padres, como son el servicio, la donación, la generosidad para aprender a vivir la radicalidad del evangelio, que siempre nos invita a estar pensando en los demás y en sus necesidades y no limitar nuestro profundo sentido de donación.
Se trata de hacer realidad nuestro compromiso: “Educar en la fe, para comunicar la Alegría del Evangelio”. Seamos por tanto, catequistas de oración, cristianos de acción, entusiastas, dinámicos, capaces de ilusionar con una nueva forma de vivir y capaces de dar confianza, de animar y sostener la fe de los demás. ¡Por todo esto y mucho más, felicidades a ti catequista! ¡Hablemos claro!
Pbro. Luis Ignacio Núñez I. Publicado en el periódico «Diócesis de Querétaro» del 9 de noviembre de 2014