Santiago de Querétaro, Qro., 1° de enero de 2012
1. En la sagrada liturgia de este día invocamos a Santa María, Madre de Dios, por cuya intercesión rogamos al Señor, por boca del salmista, al iniciar este nuevo año, que “tenga piedad de nosotros, y que nos bendiga; que vuelve sus ojos a nosotros. Que la tierra conozca su bondad y los pueblos su obra salvadora” (del Salmo, 66).
2. Es este un grito de un hombre angustiado, que no encuentra salida a sus problemas y a su vida, y que recurre a la “misericordia” del Señor, para así obtener su “bendición”. Bien sabía el autor que nosotros vivimos de la bondad amorosa y gratuita de Dios, que necesitamos cada día contar con su bendición. Para conseguirla, le pedimos que “vuelva sus ojos” a nosotros, porque tal parece que nos ha dado la espalda; que ya no nos mira con benevolencia y que ha apartado su vista de nosotros. Pero “la misericordia del Señor dura por siempre”. Dios no cambia y su misericordia no tiene fin. Quienes cambiamos somos nosotros. Tenemos que reconocer que nosotros hemos dado la espalda a Dios, porque nos hemos olvidado de su obra salvadora, de su amor y su bondad manifestados en Jesucristo.
3. Desde hace ya más de quinientos años el amor misericordioso de Dios se nos ha manifestado por medio de Jesucristo y de su santa Iglesia católica; por el anuncio de su evangelio y de sus mandamientos; por la fe que recibimos por medio de santa María de Guadalupe, la santa Madre del verdadero Dios, del Dueño de la vida y de todo lo que existe. Le hemos volteado la espalda, porque no es este el país que Dios espera de nosotros. Hemos cerrado la puerta y las ventanas a Dios, y ya no respiramos el aire vivificador de su Evangelio, y nos estamos ahogando en nuestras propias aberraciones y miserias. Por eso, al menos nosotros aquí, le pedimos de corazón, por intercesión de Santa María, Madre de Dios, que “tenga piedad de nosotros, que vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos y que nos bendiga” restituyéndonos la paz; pues bien sabemos que la paz es un don de Dios, y si no la tenemos, es que no la merecemos. La paz, hay que pedirla y hay que practicarla.
4. Con ánimo contrito y espíritu humillado, pedimos perdón y oramos por la paz. Como cada año, el santo Padre, nos envía su “Mensaje de paz”, y ahora se refiere a la educación de los jóvenes para que sean promotores y constructores de paz, comenzando por la práctica de la justicia. Justicia y paz “se besan”, dice la Biblia, es decir, van siempre juntas. Si no tenemos paz es porque no practicamos la justicia. La primera violencia es la negación de la justicia. Y la justicia comienza por el respeto a la vida, que es el primero y principal de todos los derechos humanos.
5. Si observamos bien, cuando comenzaron a practicarse las muertes de los infantes, entonces comenzó a incrementarse la violencia entre los mayores. La Beata Madre Teresa decía que legalizar el aborto era como declararle la guerra a la humanidad. El Papa nos recuerda que “se ha de trasmitir a los jóvenes el aprecio por el valor positivo de la vida, suscitando en ellos el deseo de gastarla al servicio del bien. Este es un deber en que todos estamos comprometidos en primera persona”. Así tendremos paz. Todos debemos cambiar en mejor, pensando que es más redituable hacer el bien que practicar el mal; el vicio es más caro que la virtud. La virtud es el respeto debido a Dios, y “donde está Dios, hay futuro”, decía el Papa en Alemania. Donde se oculta o se niega a Dios, no hay paz.
6. Como ustedes saben, se anuncia la venida del Santo Padre para finales del mes de Marzo de este año. Es una magnífica noticia. Vendrá a postrarse ante la imagen de Cristo Rey, Príncipe de la paz. Viene a orar por la paz, viene a invitarnos a ser “constructores de paz”, viene a ofrecernos un mensaje de paz. Lo vamos a recibir con respeto y con gratitud, como lo hicimos muchas veces con el Papa Juan Pablo II, y también con sus reliquias hace muy poco. Como dijo a sus paisanos, en el Parlamento alemán: “no he venido aquí para alcanzar objetivos políticos o económicos, como hacen los hombres de Estado, sino para encontrarme con la gente y hablar con ella de Dios”.
7. El Papa viene a encontrarse con esta gente buena y creyente del Bajío, donde no pudo venir el Beato Juan Pablo II, y con todo el que quiera acercarse a él y escuchar su mensaje, que consiste en “hablar de Dios”. El Papa habla de Dios, que es lo que necesitamos y deseamos escuchar, para salir del atolladero en que nos encontramos, porque “en Dios somos, nos movemos y existimos”. Adorando al Dios verdadero, observando sus mandamientos y practicando el amor y la justicia, es como nos llegará la misericordia y la bendición de Dios. La paz.
8. Termina el Papa su mensaje diciendo a los jóvenes, para que lo entendamos también los adultos: “Sed conscientes de vuestras capacidades y nunca os encerréis en vosotros mismos, sino sabed trabajar por un futuro más luminoso para todos. Nunca estáis solos. La Iglesia confía en vosotros, os sigue, os anima y desea ofreceros lo que tiene de más valor: la posibilidad de levantar los ojos a Dios, de encontrar a Jesucristo, Aquel que es la Justicia y la Paz”.
9. Hermanas y hermanos: Para este nuevo año que hoy comienza, pedimos al Señor que nos bendiga y nos proteja, haga resplandecer su rostro sobre nosotros, nos mire con benevolencia y nos conceda su paz. Amén.
† Mario De Gasperín Gasperín Obispo Emérito de Querétaro