Homilía en la Misa de apertura del Año Jubilar por los 500 años del natacilio de Santa Teresa de Jesús

Monasterio del “Dulce Nombre de Jesús” de las Monjas Carmelitas Descalzas,
Santiago de Querétaro, Qro., 1° de octubre de 2014
Año de la Pastoral Litúrgica

 

Estimados hermanos sacerdotes,
queridas hermanas Carmelitas Descalzas,
hermanos y hermanas todos en el Señor:

1. La feliz ocasión de reunirnos en esta tarde para celebrar la Santa Misa, nos permite venerar la memoria de Santa Teresita del Niño Jesús, la santa que con su vida y con su testimonio, nos ha enseñado el tesoro de la “Infancia Espiritual”, mediante la cual cada uno de nosotros, podamos  alcanzar el Reino de los cielos. Al mismo tiempo,  en este día queremos unirnos a toda la gran familia carmelitana, para iniciar el año jubilar por los 500 años del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. La mujer, que dócil a las mociones del Espíritu, supo discernir los caminos para hacer del Carmelo, una verdadera experiencia de Dios. Me alegra como obispo ser partícipe de este gran acontecimiento, pues es una oportunidad extraordinaria para valorar y aprender de esta gran santa: el camino que de la perfección, como aspiración de toda la vida cristiana y meta final de la misma.

2. He sabido que durante estos años, como preparación a este gran jubileo, han leído las obras completas de santa Teresa de Jesús, de donde podemos aprender a manera de síntesis, dos grandes cosas: en primer lugar, santa Teresa propone las virtudes evangélicas como base de toda la vida cristiana y humana: en particular, el desapego de los bienes o pobreza evangélica, y esto nos atañe a todos; el amor mutuo como elemento esencial de la vida comunitaria y social; la humildad como amor a la verdad; la determinación como fruto de la audacia cristiana; la esperanza teologal, que describe como sed de agua viva. Sin olvidar las virtudes humanas: afabilidad, veracidad, modestia, amabilidad, alegría, cultura. En segundo lugar, santa Teresa propone una profunda sintonía con los grandes personajes bíblicos y la escucha viva de la Palabra de Dios. Ella se siente en consonancia sobre todo con la esposa del Cantar de los cantares y con el apóstol san Pablo, además del Cristo de la Pasión y del Jesús eucarístico.

3. Asimismo, la santa subraya cuán esencial es la oración; rezar, dice, significa “tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (Vida 8, 5). La idea de santa Teresa coincide con la definición que santo Tomás de Aquino da de la caridad teologal, como «amicitia quaedam hominis ad Deum», un tipo de amistad del hombre con Dios, que fue el primero en ofrecer su amistad al hombre; la iniciativa viene de Dios (cf. Summa Theologiae ii-ii, 23, 1). La oración es vida y se desarrolla gradualmente a la vez que crece la vida cristiana: comienza con la oración vocal, pasa por la interiorización a través de la meditación y el recogimiento, hasta alcanzar la unión de amor con Cristo y con la santísima Trinidad.

4. Santa Teresa de Jesús, profundamente contemplativa y eficazmente activa, nos impulsa también a nosotros a dedicar cada día el tiempo adecuado a la oración, a esta apertura hacia Dios, a este camino para buscar a Dios, para verlo, para encontrar su amistad y así la verdadera vida; porque realmente muchos de nosotros deberían decir: «no vivo, no vivo realmente, porque no vivo la esencia de mi vida». Por esto, el tiempo de la oración no es tiempo perdido; es tiempo en el que se abre el camino de la vida, se abre el camino para aprender de Dios un amor ardiente a él, a su Iglesia, y una caridad concreta para con nuestros hermanos.

5. Queridos hermanos y hermanas, santa Teresa de Jesús es verdadera maestra de vida cristiana para los fieles de todos los tiempos. En nuestra sociedad, a menudo carente de valores espirituales, santa Teresa nos enseña a ser testigos incansables de Dios, de su presencia y de su acción; nos enseña a sentir realmente esta sed de Dios que existe en lo más hondo de nuestro corazón, este deseo de ver a Dios, de buscar a Dios, de estar en diálogo con él y de ser sus amigos. Esta es la amistad que todos necesitamos y que debemos buscar de nuevo, día tras día.

6. Sin duda que estas enseñanzas,  no han sido “falsos ideales o proyectos fallidos”, han sido para muchos hombres y mujeres, de numerosas generaciones, el camino que los ha llevado a la santidad de vida. Un ejemplo concreto es la santa que celebramos en este día, Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz, quien sólo vivió 24 años, a finales del siglo XIX, llevando una vida muy sencilla y oculta, pero que, después de su muerte y de la publicación de sus escritos, se ha convertido en una de las santas más conocidas y amadas. “Teresita” no ha dejado de ayudar a las almas más sencillas, a los pequeños, a los pobres, a los que sufren, que la invocan, y también ha iluminado a toda la Iglesia con su profunda doctrina espiritual, hasta el punto de que el Papa Juan Pablo II, en 1997, quiso darle el título de doctora de la Iglesia, añadiéndolo al de patrona de las misiones, que ya le había otorgado Pío XI en 1927.

7. Una mujer sencilla y como ella se denominaba la “pelotita de Dios” nos enseña la “ciencia de del amor”. Esta ciencia, que ve resplandecer en el amor toda la verdad de la fe. Este Amor tiene un rostro, tiene un nombre: ¡es Jesús! Esta ciencia es la que le lleva a vivir una vida simple y quizá sin cosas extraordinarias. Sin embargo, sí una vida de Dios y en Dios. que le permitió leer su historia como una historia de salvación. A la edad de 14 años, Teresa se acerca cada vez más, con gran fe, a Jesús crucificado, y se toma muy en serio el caso, aparentemente desesperado, de un criminal condenado a muerte e impenitente (ib., 45v-46v). «Quería a toda costa impedirle que cayera en el infierno», escribe la santa, con la certeza de que su oración lo pondría en contacto con la Sangre redentora de Jesús. Es su primera y fundamental experiencia de maternidad espiritual: «Tanta confianza tenía en la misericordia infinita de Jesús», escribe. (cf. PR 6/10r).

8. Es en la enfermedad donde vive su pasión unida a la de cristo en la cruz. Con María al pie de la cruz de Jesús, Teresa vive entonces la fe más heroica, como luz en las tinieblas que le invaden el alma. Es consciente de vivir esta gran prueba por la salvación de todos los ateos del mundo moderno, a los que llama «hermanos». Vive, entonces, más intensamente el amor fraterno: hacia las hermanas de su comunidad, hacia sus dos hermanos espirituales misioneros, hacia los sacerdotes y hacia todos los hombres, especialmente los más alejados. Se convierte realmente en una «hermana universal». Su caridad amable y sonriente es la expresión de la alegría profunda cuyo secreto nos revela: «Jesús, mi alegría es amarte a ti». En este contexto de sufrimiento, viviendo el amor más grande en las cosas más pequeñas de la vida diaria, la santa realiza en plenitud su vocación de ser el Amor en el corazón de la Iglesia.

9. En el Evangelio Teresita descubre sobre todo la misericordia de Jesús, hasta el punto de afirmar: «A mí me ha dado su misericordia infinita, y a través de ella contemplo y adoro las demás perfecciones divinas (…). Entonces todas se me presentan radiantes de amor; incluso la justicia (y quizás más aún que todas las demás), me parece revestida de amor» (MS A, 84r). Así se expresa también en las últimas líneas de la Historia de un alma: «Sólo tengo que poner los ojos en el santo Evangelio para respirar los perfumes de la vida de Jesús y saber hacia dónde correr… No me abalanzo al primer puesto, sino al último… Sí, estoy segura de que, aunque tuviera sobre la conciencia todos los pecados que pueden cometerse, iría, con el corazón roto de arrepentimiento, a echarme en brazos de Jesús, pues sé cómo ama al hijo pródigo que vuelve a él» (MS C, 36v-37r). «Confianza y amor» son, por tanto, el punto final del relato de su vida, dos palabras que, como faros, iluminaron todo su camino de santidad para poder guiar a los demás por su mismo «caminito de confianza y de amor», de la infancia espiritual (cf. MS C, 2v-3r; Carta 226). Confianza como la del niño que se abandona en las manos de Dios, inseparable del compromiso fuerte, radical, del verdadero amor, que es don total de sí mismo, para siempre, como dice la santa contemplando a María: «Amar es darlo todo, darse incluso a sí mismo» (Poesía Por qué te amo, María: p 54/22). Así Teresa nos indica a todos que la vida cristiana consiste en vivir plenamente la gracia del Bautismo en el don total de sí al amor del Padre, para vivir como Cristo, en el fuego del Espíritu Santo, su mismo amor por todos los demás.

10. Santa Teresita muere la noche del 30 de septiembre de 1897, pronunciando las sencillas palabras: «¡Dios mío, os amo!», mirando el crucifijo que apretaba entre sus manos. Estas últimas palabras de la santa son la clave de toda su doctrina, de su interpretación del Evangelio. El acto de amor, expresado en su último aliento, era como la respiración continua de su alma, como el latido de su corazón. Las sencillas palabras «Jesús, te amo» están en el centro de todos sus escritos. El acto de amor a Jesús la sumerge en la Santísima Trinidad. Ella escribe: «Lo sabes, Jesús mío. Yo te amo. Me abrasa con su fuego tu Espíritu de Amor. Amándote yo a ti, atraigo al Padre» (P 17/2).

11. Queridas hermanas carmelitas, quiero invitarles a vivir con profunda alegría y con profunda esperanza este año jubilar para la vida del Carmelo. El jubileo es una oportunidad muy favorable  para renovarnos en el espíritu, sea personal que comunitario. Me alegra que este gran acontecimiento coincida providencialmente con el año de la vida consagrada al que sus Santidad Francisco, nos ha convocado para el próximo 2015. Y que desde ahora podemos ya aprovechar y vivir. Pues La vida y el ejemplo de Santa Teresa de Jesús y de santa Teresita del Niño Jesús, son un testimonio vivo que puede enseñarnos como hacer posible vivir el evangelio de Jesús, desde la consagración. Ustedes desde la clausura, serán un pilar muy importante en el soporte espiritual de este gran proyecto que busca decirle al mundo que es posible vivir una vida de consagración al Señor, según los consejos evangélicos.

12. Que Nuestra Señora del Carmen y sus santos patronos, intercedan para que este año jubilar de muchos frutos espirituales en este monasterio y en la gran familia carmelitana. Amén.

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro