1. La Comunidad Eclesial entera, presidida por el Sacerdote y conformada por la feligresía, es la responsable de su FORMACIÓN LITÚRGICA y PARTICIPACIÓN. Es decir, no sólo el Sacerdote que preside la celebración es responsable de la formación litúrgica y de la participación de los laicos; los laicos son también corresponsables de su propio proceso de formación y participación, pues a todos corresponde el ‘ARTE DE CELEBRAR’.
2. La tradición litúrgica de la Iglesia nos enseña que, para una PARTICIPACIÓN FRUCTUOSA, es necesario esforzarse por corresponder personalmente al Misterio que se celebra mediante el ofrecimiento a Dios de la propia vida, en unión con el Sacrificio de Cristo por la salvación del mundo entero.
Por esto se recomienda que los fieles tengan una ACTITUD COHERENTE entre su disposición interior y los gestos y las palabras. Si faltara esta actitud, las celebraciones, por muy animadas que fuesen, correrían el riesgo de caer en un ritualismo.
Búsquese promover una educación en la fe eucarística que disponga a los fieles a vivir personal y comunitariamente lo que se celebra. ¡La Liturgia es para celebrarse y vivirse!
Ante la importancia esencial de una PARTICIPACIÓN personal y consciente, ¿cuál será el instrumento formativo idóneo? La respuesta necesaria y unánime es la CATEQUESIS MISTAGÓGICA que lleve a los fieles a adentrarse cada vez más en los santos Misterios.
3. Por lo que se refiere a la relación entre ARTE DE CELEBRAR y PARTICIPACIÓN ACTIVA, es evidente que ‘la mejor catequesis sobre la Eucaristía es la Eucaristía misma bien celebrada’. En efecto, por su propia naturaleza, la Liturgia tiene una eficacia propia para introducir a los fieles en el conocimiento del Misterio celebrado.
Por ello, el itinerario formativo del cristiano en la tradición antigua de la Iglesia, aún sin descuidar la comprensión sistemática de los contenidos de la fe, tuvo siempre un carácter de experiencia, en el cual era determinante el encuentro vivo y persuasivo con Cristo, anunciado por AUTÉNTICOS TESTIGOS.
4. En este sentido, quien introduce en los Misterios es ante todo un TESTIGO, y este encuentro profundiza en la CATEQUESIS para tener su ‘fuente y culmen’ en la Celebración de la EUCARISTÍA (cf. Sacramentum Caritatis 64).
Un laico con su manera de ‘estar en Misa’ puede fomentar u obstaculizar la participación de los demás. Recordemos que los laicos van al templo para ver, orar y aprender. Es verdad que, observan todo lo que hace el Sacerdote y aprenden de él, pero también ven lo que hacen o no hacen otros laicos y también aprenden de ellos.
5. Sin duda, las acciones y las palabras correctamente ejecutadas en la Celebración se convierten en ‘artísticas’ cuando manifiestan la piedad y la fe que les caracteriza.
El ARTE DE CELEBRAR pide estos elementos expresados con una verdadera unción.
La fe y la vida se celebran cuando se vuelven Liturgia. ‘La LITURGIA es la presentación de nuestra vida y trabajo a Dios por Cristo’.
6. El ARTE DE CELEBRAR, trasluce lo que hay en cada persona que participa en la celebración y nos muestra su fe, su piedad, su doctrina, su amor a Dios y a la Iglesia… Esforcémonos para que nuestras CELEBRACIONES sean bien cuidadas, no sólo en lo técnico o logístico, sino como verdaderas experiencias de fe, pues de la fe nacen y hacia la fe conducen. No olvidemos que ‘VAMOS A CELEBRAR EL MISTERIO DEL SEÑOR’.
Termino parodiando una frase conocida: ‘Dime cómo celebras y te diré cómo pudiera calificarse tu fe’. Pues, cuando “el Sacerdote celebra fielmente la Misa según las normas litúrgicas y la comunidad se adecua a ellas, demuestran de manera silenciosa pero elocuente su amor por la Iglesia” (EE 52). El Sacerdote lo menos que puede hacer para ir realizando la formación litúrgica de su feligresía es celebrar bien para que su comunidad vaya gustando y valorando la celebración del Misterio del Señor.
Pbro. José Guadalupe Martínez Osornio Publicado en el periódico «Diócesis de Querétaro» del 5 de octubre de 2014