Después que la Diócesis de Querétaro fuera erigida canónicamente y siguiendo las disposiciones emanadas de la Bula Deo Optimo Maximo de S. S. Pío IX, el 02 de marzo de 1865 se funda el Seminario Conciliar de Nuestra Señora de Guadalupe, y a partir de entonces se da inicio a la labor formativa, preparando sacerdotes según el corazón de Cristo, de manera que así, esta Iglesia Particular sea provista de pastores que apacienten el rebaño.
En el marco histórico de estos ciento cincuenta años, como Obispo de esta Iglesia Particular y sintiendo con solicitud pastoral la urgencia de formar sacerdotes para la Nueva Evangelización, unido al sentir del Rector del Seminario, de la Comunidad Formadora, de los seminaristas y de los fieles cristianos, con espíritu de profundo agradecimiento al Señor por tantos dones recibidos, Decreto de manera solemne la Apertura del Año Jubilar del Seminario Conciliar de Nuestra Señora de Guadalupe, del día 03 de marzo del presente año al 02 de marzo del año 2015, para la gloria de Dios y la santificación de los fieles.
Al mismo tiempo, animo a todos los Sacerdotes, a los miembros de la Vida Consagrada y a todos los fieles, a vivir este “Año Jubilar”, renovando el compromiso de orar intensamente y de manera comprometida, por las vocaciones a la vida sacerdotal y por el Seminario de Querétaro, por cuya mediación Dios tanto nos ha bendecido.
El don de la gratuidad nos mueve de manera particular a mostrar nuestro agradecimiento al Dios grande y bueno, por la gracia que se nos ha dispensado a lo largo de estos ciento cincuenta años, mediante la tarea y el compromiso perenne del Seminario y de quienes con su vida y testimonio han forjado día a día el corazón sacerdotal de numerosas generaciones de jóvenes, llevándoles al ideal sacerdotal. Es el momento de celebrar una historia común y compartida con tantos alumnos que se han formado en sus aulas, así como la de tantos y tantos sacerdotes entregados a la formación sacerdotal, de rectores y vicerrectores, prefectos de disciplina, de prefectos de estudios y directores espirituales, de laicos y de inolvidables miembros de la vida consagrada, de muchas familias que han hecho posible con su oración, cariño y ayuda este momento que a nosotros nos toca ahora vivir. Por ello, este año jubilar es la oportunidad de celebrar la misión que nuestro Seminario tiene encomendada y que tantos frutos ha dado a lo largo de este tiempo, con la esperanza de avizorar un horizonte preclaro, fortaleciendo el compromiso por hacer de este “solar vetusto” el “jardín de la Diócesis” (cf. Juan XXIII, Alocución È grande, Al primer Congreso Nacional Italiano de vocaciones eclesiásticas (21 de abril de 1961), AAS 53 (1961) 310), donde florezcan las vocaciones a la vida sacerdotal con un mayor compromiso en la Misión Continental Permanente, solamente así haremos posible el deseo de nuestro pueblo de contar con presbíteros discípulos misioneros, llenos de misericordia (cf. DA, 199).
El beato Papa Juan Pablo II predicando al Seminario de la Diócesis de Roma les decía: “el Seminario es la expresión de la vitalidad de una Diócesis. Es la meta de las celosas fatigas de los párrocos y educadores que actúan en las estructuras parroquiales y centros de enseñanza; es una señal clara que existen comunidades cristianas capaces de hacer madurar en su seno a quienes revestidos del carácter sacerdotal continuarán un día la obra de Cristo entre ellos, es un indicativo que las familias ricas en virtudes y espíritu de sacrifico han merecido la gracia de dar sus hijos a la iglesia, es una prueba de que, a pesar de las sombras que ofuscan al mundo, éste es rico en esperanzas y certezas, porque puede contar con jóvenes valientes dispuestos a dar la vida por rescatarlo” (cf. Homilía en a Santa Misa con los seminaristas de la Diócesis de Roma, 22/10/1891).
Deseo que este Jubileo sea un acontecimiento de intensa promoción vocacional en todo el territorio diocesano, a fin de que los jóvenes encuentren también en el Seminario una opción para orientar su vida hacia Cristo. Es importante fortalecer en cada una de las parroquias el equipo de pastoral vocacional, que tengan como objetivo hacer “Pequeños cenáculos de oración y discernimiento”, donde hagamos germinar la semilla de la vocación. Considero conveniente fortalecer en los decanatos los centros vocacionales de los “Seminaristas en Familia”, ayudando a los niños, adolescentes y jóvenes en el discernimiento vacacional. Invito a todos los sacerdotes a celebrar en las casa de formación durante este año, compartiendo su testimonio y experiencia en el ministerio para motivar a los futuros sacerdotes a ser discípulos misioneros.
Con la esperanza puesta en el Señor animo a ustedes jóvenes a que abran su corazón a Dios. Déjense sorprender por Cristo. Abran las puertas de su libertad a su amor misericordioso. Presenten sus alegrías y sus penas a Cristo, dejando que él ilumine con su luz sus mentes y toque con su gracia su corazón. Quien deja entrar a Cristo en su vida no pierde nada, absolutamente nada, de lo que hace la vida libre, bella y grande. Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera. Él no quita nada y lo da todo. Y a quienes ya se han decidido a emprender este camino de formación en el Seminario, en alguna de sus diferentes etapas, les exhorto a no desfallecer y a que aprovechen todos los medios formativos que la Iglesia les ofrece con generosidad. Desde mi experiencia de consagración les digo: ¡Vale la pena entregar la vida por Cristo!
Que la Santísima Virgen María de Guadalupe, Patrona principal del Seminario, nos anime y acompañe en este itinerario de celebración gozosa y así, obtengamos de su Hijo, las gracias necesarias para nuestra santificación.
En la Sede Episcopal de Santiago de Querétaro, Qro., a los 3 días del mes de marzo del año 2014. Año de la Pastoral Litúrgica.
† Faustino Armendáriz JiménezIX Obispo de Querétaro