Con este relato sobre las tentaciones inician los domingo de la Cuaresma; tres son las tentaciones que nos describe San Mateo y al final ubica una conclusión. Nos queda en esta lectura el ejemplo de Jesús que nos enseña a rechazar el poder y las riquezas, ya que su misión fue la de establecer el Reino de Dios a través del servicio y la entrega incondicional.
Sin embargo, Jesús es tentado. La tentación es una prueba. La tentación es parte de la vida y consecuencia de nuestra libertad. De hecho, vivir significa tomar decisiones. Todos debemos tomarlas y también Jesús. En el marco de esta exigencia de tomar decisiones se inserta la tentación del demonio. Prácticamente se describen las tentaciones preferidas por el demonio para provocar al hombre: dinero, prestigio y poder.
El demonio es el adversario por excelencia del plan de Dios sobre la humanidad, ya que justifica el fin con medios que niegan y avasallan la libertad de las personas, poseyéndolas, fanatizándolas y deshumanizándolas. El Demonio no es otro que el espíritu malo del dinero, del prestigio y del poder vigente en nuestra sociedad e indiferente a las desastrosas consecuencias que acarrea a la humanidad, a todas y cada una de las personas.
La Palabra de Dios nos invita a estar atentos, “porque el demonio como león rugiente ronda buscando a quien devorar”; por ello es necesario tener en cuenta lo siguiente y evitarlo: organizar la vida al margen de Dios teniendo todas nuestras necesidades satisfechas al precio que sea; provocar a Dios y su providencia no haciendo nada de nuestra parte, renunciando a la cruz y buscando espectáculos, prodigio y prestigio; entregarse al servicio de los ídolos, abandonado al guardián de la libertad y de la vida, buscando el poder. Frecuentemente intentamos meter a Dios en los moldes prefabricado por el egoísmo o por el mismo ambiente, buscando manipular a Dios y hacerlo decir lo que nos gusta. Intentamos convertir a Dios en vez de convertirnos a Dios. En realidad la tentación es siempre la misma, aunque disfrazada de mil maneras. Pero en nuestras manos esta elegir; por eso el ser humano necesita abrirse a Dios, no provocar su providencia, y adorarlo solo a Él.
La invitación en Cuaresma: iniciar o fortalecer nuestro proceso de conversión, lo cual significa el modo de entender la vida, revisando nuestro seguimiento de Jesús y mejorarlo. Una oportunidad para hacer un chequeo interior en serio y sin engañarse o como dice un autor: “no tiene sentido hacer trampas jugando un solitario”.
Una revisión del proyecto de vida a la luz de la Palabra de Dios, por eso en Cuaresma tenemos la oportunidad para leer la Biblia en Familia, y discernir qué es lo que quiere Dios para mí y de mí. Que quiere para la familia y para la comunidad.
† Faustino Armendáriz Jiménez Obispo de Querétaro