México, D.F., 31 de enero de 2014
Hermanas y hermanos:
El Evangelio narra que, cuarenta días después del nacimiento de Jesús, María y José, cumpliendo lo prescrito en la Ley dada a Moisés, van al Templo de Jerusalén para ofrecer al Niño a Dios y para que la Virgen Madre cumpla con el rito de purificación (cfr. Lc 2,22-40). Esto es lo que la Iglesia celebra el 2 de febrero en la fiesta de la Presentación del Señor, llamada también fiesta de la Candelaria.
Al ver a Jesús, dos personas piadosas, Simeón y Ana, iluminados por el Espíritu Santo, lo reconocen como el Mesías esperado. Agradecido con Dios, Simeón lo proclama “luz para iluminar a las naciones” (cfr. Lc 2, 32). “Nuestra vida –ha dicho el Papa Francisco– es un camino, iluminados por luces que nos permiten entrever el sendero, hasta encontrar la plenitud de la verdad y del amor, que nosotros cristianos reconocemos en Jesús, Luz del mundo” (Homilía en la Epifanía del Señor, 6 de enero de 2014).
Jesús es la Luz que nos permite mirar la realidad; nos hace descubrir “cuánto ama Dios este mundo y cómo lo orienta hacía sí”, lo que nos lleva a “vivir con mayor intensidad el camino sobre la tierra” (Lumen Fidei, n. 17). Él disipa las tinieblas del pecado, la mentira, la injusticia, la corrupción, la violencia y la muerte. Él hace la vida plena; nos muestra el camino de un desarrollo integral del que nadie quede excluido y nos conduce a la eternidad.
Por eso, san Gregorio Niceno afirma: “después que Jesucristo destruyó el pecado y nos reconcilió con su Padre, se llevó a cabo la traslación de los santos a la región de la paz” (Catena Aurea, 9229). Él nos da esa “sagacidad espiritual” que, como explica el Santo Padre, nos permite reconocer los peligros y evitarlos, “y defendernos de la oscuridad que pretende cubrir nuestra vida” (Homilía en la Epifanía del Señor, 6 de enero de 2014).
“Quien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida –comenta–, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?” (Evangelii Gaidium, 9). Por eso, Simeón y Ana hablan a todos de Jesús. Como ellos, muchos lo hacen. Entre ellos los que han sido llamados a la vida consagrada, cuya Jornada celebramos en la fiesta de la Presentación del Señor.
La Conferencia del Episcopado Mexicano, agradeciendo a Dios el gran don de la vida consagrada, felicita a todos los que han abrazado este estado de vida. Y reconociendo con gratitud su testimonio y su entrega invaluable al servicio de la Iglesia y del mundo, pide al Señor que, por intercesión de Santa María de Guadalupe, les bendiga y les haga crecer en todo, “hasta alcanzar la plenitud de Cristo” (Ef 4,13).
Al tiempo de invitar a todos a valorar este gran regalo, imploramos a Dios que sean muchos los llamados a seguir a Jesús, pobre, casto y obediente, dando así testimonio de que Él es el Salvador, “la luz que alumbra a las naciones”, capaz de responder a las más profundas aspiraciones del corazón humano.
Por los Obispos de México
+José Francisco Cardenal Robles Ortega +Eugenio Lira Rugarcía
Arzobispo de Guadalajara Obispo Auxiliar de Puebla
Presidente de la CEM Secretario General de la CEM