Diciembre de 2013
«Alegrémonos todos en el Señor, porque nuestro Salvador ha nacido en el mundo. Hoy, desde el cielo, ha descendido la paz sobre nosotros» (cfr. Antífona de entrada, en la Natividad del Señor).
1. Muy Queridos hermanos y hermanas de esta amada Iglesia Particular de Querétaro, nos disponemos a vivir juntos pastores y fieles, con sentimientos de profunda alegría, esta fiesta de la Natividad del Señor y quisiera movido por esta honda alegría, invitarlos a que volvamos nuestros ojos a la gruta de Belén y contemplemos al niño que es nuestra Salvación, la fuente de nuestra alegría y manantial de la paz que tanta falta hace a México, al mundo, a nuestros hogares y sin duda a nuestro corazón, ¡Abramos nuestra alma y dejemos que entre a nuestra vida y la inunde de él!
2. Deseo de corazón que esta alegría prometida en la liturgia inunde su alma y toda su vida. El texto que hace cabeza a este mensaje es la antífona de entrada que forma parte de la liturgia de la Natividad del Señor, y que nos invita a estar alegres en el Señor, porque la verdadera alegría brota de la persona del Señor, del encuentro con el Señor, nacido en Belén de Judá, es decir, en la pequeña ciudad de David y no en la encumbrada Jerusalén, alegría que no es externa y hueca sino certeza interior del corazón que se sabe amado e intenta corresponder con amor. Dejemos que este mensaje de la Navidad nos conmueva, se encienda en nuestro interior y se apresure a invadirlo y a comunicarnos esta alegría y este júbilo (cfr. San Bernardo, Sermón VI, Anuncio de la Navidad).
3. Nosotros mismos, durante estos días, nos ponemos en camino para contemplar y adorar a Jesús vivo y presente en la Eucaristía, porque ningún camino que emprendamos vale la pena si no termina en Jesús. El niño Dios nos ha nacido y no hay lugar para la tristeza, la vida que acaba de nacer nos infunda la alegría prometida. Ninguno de nosotros puede sentirse alejado de participar en semejante gozo, a todos nosotros es común este gusto, porque de la encarnación del hijo de Dios nace para todos nosotros como un río incontenible la alegría de estas fiestas navideñas, nos unimos a los cantos jubilosos que inundaran nuestras casas, calles, trabajos y negocios, porque son días de Navidad y el Amor está entre nosotros hasta el fin de los tiempos.
4. Este niño es el amor en medio de los hombres y el mundo ya no es un lugar oscuro para nadie, quien busca amor hoy ya sabe dónde encontrarlo, aún el que pretende estar satisfecho de todo, también puede disponer un lugar para el niño que es amor. Pues un buen cristiano nunca se lamenta, siempre está alegre. Junto con la alegría que brota del encuentro con Jesucristo, nacido para nosotros en el mundo, desciende también el don de la paz, el corazón del hombre solo cuando ha sido pacificado por Jesús es capaz de pacificar y comunicar esa paz a los demás, nuestra Nación tiene necesidad de paz, nuestra vida sometida a tantos nerviosismos reclama esta paz, pues bien hermanos, ya lo sabemos que solo Jesús nos da alegría y solo de Jesús puede venir la paz, dejemos que este tiempo de navidad el Señor nos dé su paz.
5. Este día que meditamos el misterio de la Encarnación, agradezcamos a Dios su deseo de abajarse hasta nosotros para hacerse entender y querer, pues se ha hecho un Dios vulnerable y necesitado de nuestro amor, en este feliz nacimiento. Y que nosotros podamos un día entrar también en el reino de los cielos y compartir la vida divina de aquel que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana.
Santa María, Madre de Dios, Madre de la alegría y de la paz ¡Ruega por todos nosotros! Imparto a todos mi bendición y envío mis mejores deseos ¡Feliz Navidad!
† Faustino Armendáriz Jiménez Obispo de Querétaro