REFLEXIÓN  EN LA BENDICIÓN DEL ALTAR DE DOLORES DE LA DELEGACIÓN DEL CENTRO HISTÓRICO.

Centro histórico, Santiago de Querétaro, Qro., viernes de dolores 12 de abril de 2019.

Año Jubilar Mariano

Hermanos y hermanas todos en el Señor:

En este contexto, en el cual nos encontramos para inaugurar y bendecir este altar en honor de la Santísima Virgen María, Nuestra Señora de las Dolores de Soriano, Principal Patrona Celestial de la Diócesis de Querétaro, aprovechando de la reflexión del Papa Francisco, en la Exhortación apostólica “alégrense y regocíjense sobre la Santidad en el mundo actual, quiero comentar con ustedes brevemente, la tercera de las bienaventuranzas que expone san Mateo en su Evangelio, dice:

«Felices los que lloran, porque ellos serán consolados» (cf. Mt 5,3-12).

“El mundo nos propone lo contrario: el entretenimiento, el disfrute, la distracción, la diversión, y nos dice que eso es lo que hace buena la vida. El mundano ignora, mira hacia otra parte cuando hay problemas de enfermedad o de dolor en la familia o a su alrededor. El mundo no quiere llorar: prefiere ignorar las situaciones dolorosas, cubrirlas, esconderlas. Se gastan muchas energías por escapar de las circunstancias donde se hace presente el sufrimiento, creyendo que es posible disimular la realidad, donde nunca, nunca, puede faltar la cruz.

La persona que ve las cosas como son realmente, se deja traspasar por el dolor y llora en su corazón, es capaz de tocar las profundidades de la vida y de ser auténticamente feliz. Esa persona es consolada, pero con el consuelo de Jesús y no con el del mundo. Así puede atreverse a compartir el sufrimiento ajeno y deja de huir de las situaciones dolorosas. De ese modo encuentra que la vida tiene sentido socorriendo al otro en su dolor, comprendiendo la angustia ajena, aliviando a los demás. Esa persona siente que el otro es carne de su carne, no teme acercarse hasta tocar su herida, se compadece hasta experimentar que las distancias se borran. Así es posible acoger aquella exhortación de san Pablo: «Lloren con los que lloran» (Rm 12,15). Saber llorar con los demás, esto es santidad” (cf. nn.75-76). —Fin de la citación—.

Rescatar este tipo de tradiciones y costumbres que nos identifican y nos distinguen como pueblo, lejos de ser una cuestión solamente cultural y de la piedad popular, considero que son una verdadera escuela que nos ofrece la oportunidad para aprender valores como el de la compasión, el respeto por el que sufre, y la consolación, que como bien lo dice el Papa, nos llevan hoy a ser felices. Ser bienaventurados es lo mismo que ser felices. Aunque las palabras de Jesús puedan parecernos poéticas, sin embargo van muy a contracorriente con respecto a lo que es costumbre, a lo que se hace en la sociedad; y, si bien este mensaje de Jesús nos atrae, en realidad el mundo nos lleva hacia otro estilo de vida. La paradoja es esta. Llorar con los que lloran nos puede ayudar para ser más felices. Pero no una felicidad efímera, mundana. Sino una felicidad evangélica, humanística centrada en el hombre y su realidad (GE, 63).

Contemplemos la imagen de María que llora dolorosa y lloremos con ella, aprendamos de Ella a llorar con el que llora, a sentir compasión con el que sufre, a luchar el que con el que batalla por el diario vivir, por una condena injusta, por un atropello o por una situación cruel. Aprendamos a llorar, especialmente, viendo a tantas madres que sufren por sus hijos, metidos en situaciones muchas veces cruentas, fatales, límites. Contemplemos a María y siguiendo su ejemplo lloremos, contemplando el rostro de tantas mujeres que se ven sobajadas y minadas en su  integridad. Lloremos con las que lloran que eso es santidad.

En este año Jubilar Mariano que nos prepara a la celebración de los diez lustros del reconocimiento pontificio de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano, como Principal Patrona Celestial de nuestra Diócesis, el próximo 31 de octubre, imitemos las virtudes de la Virgen María como son la compasión, la intercesión y el consuelo. Ahí en la vida diaria, en el trabajo, en la oficina, en el taller, en el negocio. De tal manera que su patrocinio se extienda, cada vez más, en muchos corazones y en muchos hogares.

Los invito a terminar dirigiéndonos a Ella con la oración del Año Jubilar Mariano:

Madrecita de Soriano, Virgen de los Dolores Patrona y Reina diocesana.

Nuestra diócesis queretana,

que has acompañado en su peregrinación de fe,

implora humildemente tu protección maternal,

tu auxilio en la tribulación,

tu defensa contra el mal,

tu socorro en la necesidad y

tu patrocinio en la vida diaria.

Madre del Evangelio vivo,

Estrella de la Evangelización,

nos consagramos como Iglesia en salida,

como hijos tuyos llenos de audacia misionera,

y convencidos de nuestra fe,

con la guía de nuestros pastores, sacerdotes y consagrados,

discípulos  misioneros de Jesús.

A cincuenta años de tu patrocinio,

recíbenos en tus brazos

como a Jesús en Belén,

como al Salvador al pie de la cruz,

como al discípulo amado en el calvario. Amén.

+ Faustino Armendáriz Jiménez

IX Obispo de Querétaro