Santuario de Ntra. Señora del Pueblito, Pedro Urtiaga No. 27, Mpio. de Corregidora, Qro.
El domingo 29 de abril de 2018, en el Santuario del Pueblito, Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, Obispo de la Diócesis de Querétaro, presidió la Solemne Celebración Eucarística con motivo del término de la “Fiesta Litúrgica en Honor a la Virgen Santísima del Pueblito”. Concelebraron esta Santa Misa, el Pbro. Fr. Eulalio Hernández Rivera, Pbro. Fr. Miguel Ángel Campos Álvarez, Pbro. Fr. Juan Ramírez Rmz, Pbro. Fr. Daniel Luna, Pbro. Fr. Raymundo Castillo, Pbro. Fr. Huberto Rodríguez, Pbro. Israel Arvízu, y el Diacono. José Luis López Gutiérrez.
Agradeció la presencia de todas las Corporaciones y Cofradías de La Santísima Virgen del Pueblito.
En su Homilía, Mons. Faustino Armendáriz, dijo:
“Estimados padres Franciscanos
Queridos miembros de la Vida Consagrada,
Hermanos y hermanas que integran las diferentes hermandades, asociaciones y cofradías de la Santísima Virgen del Pueblito,
Hermanos y hermanas todos en el Señor:”
“Gozosos de poder celebrar el misterio pascual, como comunidad cristiana, esta noche, ayudados de Santa María del Pueblito, queremos seguir contemplando a Cristo resucitado, de tal manera que como los apóstoles en el cenáculo, también nosotros aprendamos de Jesús, las herramientas necesarias para poder vivir como auténticos discípulos suyos.”
“El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús durante la última Cena, en el momento en el que sabe que la muerte está ya cercana. Ha llegado su «hora». Por última vez Él está con sus discípulos, y entonces quiere imprimir bien en sus mentes una verdad fundamental: también cuando Él ya no estará físicamente en medio a ellos, podrán permanecer aún unidos a Él de un modo nuevo, y así dar mucho fruto. Todos podemos estar unidos a Jesús de un modo nuevo. Si por el contrario uno perdiese esta comunión con Él, esta comunión con Él se volvería estéril, es más, dañina para la comunidad. Y para expresar esta realidad, este nuevo modo de estar unidos a Él, Jesús usa la imagen de la vid y los sarmientos, y dice así: «Así como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos» (Jn 15, 4-5). Con esta figura nos enseña cómo quedarnos en Él, estar unidos a Él, aunque no esté físicamente presente. Jesús es la vid y a través de Él —como la savia en el árbol— pasa a los sarmientos el amor mismo de Dios, el Espíritu Santo. Es así: nosotros somos los sarmientos, y a través de esta parábola, Jesús quiere hacernos entender la importancia de permanecer unidos a Él. Los sarmientos no son autosuficientes, sino que dependen totalmente de la vid, en donde se encuentra la fuente de su vida. Así es para nosotros cristianos. Insertados con el Bautismo en Cristo, hemos recibido gratuitamente de Él el don de la vida nueva; y podemos permanecer en comunión vital con Cristo. Es necesario mantenerse fieles al Bautismo, y crecer en la amistad con el Señor mediante la oración, la oración de todos los días, la escucha y la docilidad a su Palabra —leer el Evangelio—, la participación en los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía y Reconciliación.”
“Si uno está íntimamente unido a Jesús, goza de los dones del Espíritu Santo, que —como nos dice san Pablo— son «amor, alegría, paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Gal 5, 22). Estos son los dones que recibimos si permanecemos unidos a Jesús; y como consecuencia, una persona que está así unida a Él hace mucho bien al prójimo y a la sociedad, es una persona cristiana. De estas actitudes, de hecho, se reconoce si uno es un auténtico cristiano, como por los frutos se reconoce al árbol. Los frutos de esta unión profunda con Jesús son maravillosos: toda nuestra persona es transformada por la gracia del Espíritu: alma, inteligencia, voluntad, afectos, y también el cuerpo, porque somos unidad de espíritu y cuerpo. Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de Cristo se convierte también en la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Como consecuencia, podemos amar a nuestros hermanos, comenzando por los más pobres y los que sufren, como hizo Él, y amarlos con su corazón y llevar así al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz.”
“Cada uno de nosotros es un sarmiento de la única vid; y todos juntos estamos llamados a llevar los frutos de esta pertenencia común a Cristo y a la Iglesia. Encomendémonos a la intercesión de la Virgen María Nuestra Señora del Pueblito, para que podamos ser sarmientos vivos en la Iglesia y testimoniar de manera coherente nuestra fe —coherencia de vida y pensamiento, de vida y fe—, conscientes de que todos, de acuerdo a nuestra vocación particular, participamos de la única misión salvífica de Cristo. Ella conoce los caminos para que cada uno de nosotros permanezcamos unidos al Señor. María, modelo de unión con Cristo. La vida de la Virgen Santa fue la vida de una mujer de su pueblo: rezaba, trabajaba, iba a la sinagoga… Pero toda acción se realizaba siempre en unión perfecta con Jesús. Esta unión alcanza el culmen en el Calvario: aquí María se une a su Hijo en el martirio del corazón y en la oferta de la vida al Padre para la salvación de la humanidad. La Virgen hizo proprio el dolor del Hijo y aceptó con él la voluntad del Padre, en aquella obediencia que trae fruto, que trae la verdadera victoria sobre el mal y sobre la muerte.”
Concluyo diciendo a todos los fieles: “Es muy bella esta realidad que María nos enseña: el estar siempre unidos a Jesús. Podemos preguntarnos: ¿Nos acordamos de Jesús solo cuando la cosa no funciona, o la nuestra es una relación constante, una amistad profunda, también cuando se trata de seguirlo en el camino de la cruz? Pidamos al Señor que nos dé su gracia, su fuerza, para que en nuestra vida y en la vida de toda comunidad eclesial se refleja el modelo de María, Madre de la Iglesia. Amén.”
Al término de la Sagrada Eucaristía, Monseñor Faustino impartió la bendición a todos los congregados, y junto al pueblo y Presbíteros participantes, rezaron el Regina Coeli, y se encomendaron a Ntra. Señora del Pueblito.