TEMA DE PRE-ASAMBLEA. La realidad como lugar Teológico.

LA REALIDAD COMO LUGAR TEOLÓGICO Y EL DISCERNIMIENTO DE LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS

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“Hoy el género humano vive un periodo nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero. Los provoca el hombre con su inteligencia y su actividad creadora; pero recaen luego sobre el hombre, sobre sus juicios y deseos individuales y colectivos, sobre sus modos de pensar y sobre su comportamiento para con las realidades y los hombres con quienes vive. Es esto tan claro que ya se puede hablar de una verdadera metamorfosis social y cultural, que redunda también sobre la vida religiosa” (GS 4).

Lugares Teológicos
Siendo la teología un tratado o estudio de Dios (Teo-Dios y Logos-estudio, tratado o razonamiento), la teología cristiana se basa en el misterio de Dios revelado en Jesucristo. Jesús es el Logos del Padre, la Palabra hecha carne-hombre que nos ha manifestado el rostro del Dios desconocido por muchos a lo largo de la historia. La teología entonces se presenta también como una cristología en la que se estudia el misterio de Cristo, desde su pre-existencia en el seno del Padre hasta su vida entre los hombres de su tiempo. Para nosotros la teología es la reflexión humana de la fe en Dios que se ha revelado en Jesús, por la teología nos acercamos a la comprensión del misterio divino. Por un lado tenemos el misterio de Cristo Jesús y por otro la vida humana del creyente que se funde por la fe en la vida divina, teniendo un Dios con nosotros y en nosotros.

Melchor Cano (1509-1560) teólogo dominico español que influyó con su pensamiento en el Concilio de Trento dejó muchas líneas de reflexión abiertas cuando propuso que las fuentes de la teología no solo son la Sagrada Escritura, sino que existen otros lugares teológicos (tópicos) donde la verdad está oculta y se revela al creyente que reflexiona su fe. Los lugares que propuso son doce, en primer lugar la autoridad de la Escritura, luego la autoridad de las tradiciones de Cristo y de los apóstoles, le sigue la autoridad de la Iglesia católica, la autoridad de los concilios, la autoridad de la Iglesia romana, la autoridad de los santos padres, la autoridad de los teólogos escolásticos, la razón natural, la autoridad de los filósofos y la autoridad de la historia humana. Estos lugares teológicos ampliaron el campo de acción de los teólogos para reflexionar la fe pues incluyeron al ser humano y al mundo como como lugares de revelación divina.

En cuanto a la historia humana como lugar teológico encontramos que se manifiesta de una manera compleja y variada, que para comprenderla la explicamos desde diversos aspectos. La historia humana es lo que hicimos, lo que vamos haciendo y lo que haremos después, y decimos, es un elemento fundamental para la teología y la pastoral. La encíclica Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II (1962-1965) abordó el concepto “signo de los tiempos” manera con la que comprendió la historia de la humanidad como historia de salvación de Dios. Esos signos de los tiempos son como aquellos acontecimientos de la sociedad moderna de cambios acelerados en todos los ámbitos del desarrollo humano (ciencia, tecnología, familia, cultura, sociedad, economía, política, paz, etc.) que son oportunidad y esperanza para un cambio y compromiso para una sociedad y mundo mejor. Por tanto, los acontecimientos humanos son considerados como un lugar de encuentro de Dios y los hombres. Dios se oculta en categorías de espacio temporal, en experiencias de vida humana, puesto que nada humano le es ajeno por el principio de Encarnación en el que asumió todo lo humano para redimirlo por el Hijo Único de Dios.

Ahora bien, nuestra Iglesia diocesana para adentrarse en la realidad de su historia y comprenderla como lugar teológico ha considerado los siguiente aspectos: lo social, lo cultural, lo económico, lo político, lo eclesial y desde luego lo histórico en cuanto hechos del pasado de nuestras parroquias. Recordando que la Iglesia de Jesucristo es sacramento, es decir, sacramento y signo del don de Dios, tiene como misión revelar y aportar el don de Dios a los hombres. Camina con los hombres en la historia, pero recibe su misión y ser de Dios. La Iglesia propone a Jesucristo camino, verdad y vida (Jn 14,6) para el progreso y perfeccionamiento humano de cada hombre y de todos los pueblos. Y es que “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado… mediante la encarnación el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a todo hombre… esto es válido no solo para los que creen en Cristo, sino también para todos los hombres de buena voluntad en cuyo corazón opera de modo invisible la gracia” (GS 22).

Signos de los tiempos

Los signos de los tiempos serán los signos de la presencia del Reino de Dios, signos de los tiempos mesiánicos. No olvidemos que “Dios se hace presente en la historia, el mundo y el tiempo, tanto por su creación, como por la encarnación del Hijo y el envío del Espíritu Santo. De esta manera lo temporal, lo histórico, la vida del hombre, lo que llamamos mundo, pueden convertirse en signo, señal o vestigio de su presencia o ausencia” (Merino B. P. La categoría teológica signo de los tiempos, Pág. 47). Si la Iglesia debe escrutar y discernir los signos de los tiempos es porque su misión evangelizadora es una inculturación a los tiempos actuales en los que requiere dialogar con el mundo y descubrir en los acontecimientos temporales la voluntad divina. Por tanto, los signos de los tiempos son una pedagogía de Dios por los que se revela identificándose con las “semillas del Verbo” (San Justino). Dichos signos comprenden todos los “acontecimientos históricos y aspiraciones de los hombres, que de alguna manera determinan el progreso de la humanidad y orientan hacia la adquisición de formas de vida más humanas” (Merino B. P. La categoría teológica signo de los tiempos, Pág. 52). Podemos preguntarnos ¿Cuáles podrían ser los signos de los tiempos en nuestra Iglesia diocesana, en nuestra parroquia en nuestra vida? ¿En qué acontecimientos me está o nos está Dios hablando y señalando su voluntad?

La realidad diocesana que hemos reflexionado en las fichas del Instrumentum Laboris es un lugar teológico, acontecimientos históricos y signo de los tiempos en el que hay que seguir discerniendo la voluntad de Dios, los caminos de la misión, y claro, la historia de salvación de Dios que hoy se actualiza en un Plan de Pastoral.

¿Qué decir de los hechos negativos o acontecimientos negativos? De esos hechos que se repiten o que son constantes desde hace tiempo en nuestras parroquias y que hemos ubicado en uno u otro aspecto de la realidad? Primero diremos que no son sólo un problema o una dificultad para nuestros planes o proyectos de trabajo, sino que también son una oportunidad y desafío pastoral. Nos cuestionan en nuestros planteamientos y estructuras de trabajo evangelizador conduciéndonos a una conversión personal y pastoral. Dichos hechos son expresión de una misión inacabada en la Iglesia en la que la acción del Espíritu Santo es indispensable. Es Dios quien piensa con su Iglesia buscando las ovejas dispersas, lo hace por la acción pastoral que realizan las comisiones y dimensiones diocesanas y parroquiales. Buscar, entonces a partir del conocimiento y análisis de la realidad; objetivos, metas y estrategias, es ya un discernimiento que haremos en el diagnóstico pastoral y el marco doctrinal que realizaremos las siguientes semanas.

Discernimiento pastoral

En la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et Spes del Vaticano II, se nos dice que discernir lo signos de los tiempos es “escrutarlos” e “interpretarlos” (GS 4). Y agrega que, “es propio de todo el pueblo de Dios, pero principalmente de los pastores y de los teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la Palabra divina, a fin de que la verdad revelada pueda ser mejor percibida, mejor entendida y expresada en forma más adecuada” (GS 44). Para identificarlos es necesario ubicarlos como notas características de una época, de un periodo o tiempo determinado, y que a su vez han tenido una conmoción o incidencia en la vida social de los pueblos o comunidades. Algunos signos de los tiempos han implicado un gran movimiento social por ejemplo la teología de la liberación que puso a los pobres como un lugar teológico y signo de los tiempos.

Por tanto, se requiere atención, escucha, sensibilidad y apertura a la realidad que nos rodea, al contexto histórico y los aspectos de la vida social que vivimos. Dios nos sigue hablando por medio de signos y señales en nuestro tiempo lo cual exige muchas veces salir de nuestro cómodo estilo de vida pastoral que se ha convertido en rutinario y ya no nos sorprende la presencia de Dios que nos impulsa por nuevos rumbos evangelizadores. Es por eso que la acción del Espíritu es fundamental. El hace nuevas todas las cosas. La Iglesia nace y renace en Pentecostés. Es el Espíritu Santo quien acompañó a Jesús en su misión evangelizadora y quien acompaña hoy a nuestra Iglesia para discernir los signos de los tiempos, evaluar y actualizar nuestro Plan Diocesano de Pastoral. Ya el Papa Francisco insiste que “para mantener vivo el ardor misionero hace falta una decidida confianza en el Espíritu Santo, porque Él viene en ayuda de nuestra debilidad (Rm 8, 26)” (EG 280).

Para esta nueva etapa evangelizadora, dice el Papa son necesarios evangelizadores con Espíritu, que oran y trabajan (EG 262), que impulsan, motivan, alientan y dan sentido a la acción personal y comunitaria (EG 261). Que con María, madre de la Iglesia evangelizadora caminemos con el Pueblo de Dios y compartamos la historia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Que reconozcamos las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos de la vida, pero también en aquellos que parecen imperceptibles (EG 288).

Madre del Evangelio viviente,
Manantial de alegría para los pequeños,
Ruega por nosotros.
Amen. Aleluya.
Pbro. Lic. Rogelio Balderas Balderas.